Partidocracia

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Bucolia, joven zagala campesina, fue dotada por próvida Natura de muníficos atributos pectorales. Eglogio, campesino comarcano, le hizo una propuesta fincada en impulsos de libido: le entregaría la suma de mil pesos a cambio de permitirle contemplar -contemplar nada más, pero sin estorbo de blusa y de corpiño- el doble encanto de su frontispicio. Ella aceptó gustosa. ¡Cuántas cosas podría comprarse con esa cantidad! Pensó en listones y peinetas; medias finas; zapatos de ante, y aquel ansiado anillo de refulgente similor. Así, aceptó el trato. Lo sabía pecaminoso, ciertamente, pero pudieron más en ella las medias que la entereza. Se fueron ambos tras de los arbustos, y la muchacha desplegó su duplicada gala al sol y al aire. Contempló el arrobado campesino aquella exuberancia , y como en éxtasis empezó a decir: "No sé... No sé... No sé...". "¿Qué es lo que no sabes?" -se extrañó Bucolia. "No sé de dónde voy a sacar esos mil pesos" -respondió Eglogio preocupado, pero sin apartar la vista de la materia contractual... "Babalucas -le dice la señora a su marido- Nuestro hijo ya es todo un hombre. Creo que deberías tener una plática con él acerca del sexo y esas cosas". "Mira -responde Babalucas-. Por lo que he podido observar, él ya sabe todo lo que hay que saber sobre ese tema". "Precisamente -insiste la mujer-. Para eso quiero que platiques con él, a ver si te enseña algo"... Durante muchos años los mexicanos vivimos bajo la dominación de un solo partido político. Ahora vivimos bajo la dominación de todos. Efectivamente, hay en México una partidocracia que ya nos está hartando, por lo mucho que esos partidos cuestan a los contribuyentes y por los abusos que cometen para mantener sus privilegios y prerrogativas. No pocos de esos abusos constituyen verdaderos atentados contra la libertad de los ciudadanos y contra las garantías individuales consagradas por la Constitución. Si por cada peso que se gasta en los partidos -y que los partidos se gastan- se dedicara otro peso a fortalecer la educación, todos en este país seríamos unos harvardianos. Sobre este tema hay que decir que no sólo los individuos pueden establecer una tiranía: existe también el despotismo de las instituciones. Y aquí los partidos, aun los más pequeños y desprovistos de verdadera representación, se han convertido en poderosas burocracias que mucho tienen de parasitarias y que muy poco, o nada, aportan al bien de la comunidad. Muchos años debieron pasar antes de que acabara la hegemonía de aquel partido único, el PRI, que durante más de siete décadas dominó la vida nacional. He hecho un cálculo, y multiplicando esas siete décadas por el número de los partidos y partidejos que hay, he llegado a la conclusión de que tendrán que pasar algo así como 490 años antes de que podamos liberarnos de esta partidocracia que tanto está dañando a la República. Don Algón se quejaba de su secretaria. "¡Ah, esta Susiflor! -decía muy molesto-. ¡Dejó su frasco de píldoras anticonceptivas sobre la copiadora, y ahora la máquina no reproduce!"... Himenia Camafría, madura señorita soltera, iba manejando, y se pasó un alto. La alcanzó en su motocicleta un agente de tránsito y le dijo: "Supongo que sabe usted por qué la detengo". "Creo que sí, oficial -respondió Himenia, emocionada-. Se siente usted solito"... Le pregunta un rancherito a otro: "¿Realmente Candentina es tan ardiente como dicen?". "Más de lo que dicen -respondió el amigo-. El otro día nos estuvimos besando en la milpa, y todo el maíz empezó a tronar hecho palomitas"... El padre Arsilio fue a altas horas de la noche a ungir con el óleo de los enfermos a uno de sus feligreses. Cuando volvía a la casa parroquial vio a un vecino que estaba afuera de su casa. Detuvo el coche y le preguntó: "¿Qué haces aquí, hijo?". Responde el individuo: "Me da pena decírselo, padre, pero me fui de parranda y perdí la llave". El buen sacerdote lo reprendió, enojado. "Ninguna persona decente anda fuera de su casa a estas horas. Toca el timbre, y que te abra tu esposa". Contesta el tipo más apenado aún: "Todavía no llega, padre"... Le dice Pepito a su mamá lleno de orgullo: "Ya sé a dónde se va la cigüeña después de traerte a los bebitos". "¿A dónde se va?" -pregunta con dulce y tierna sonrisa la señora-. Responde Pepito: "Se mete en el pantalón de mi papá"... FIN.