El CMB eliminó la anarquía en fistiana

Opinión
/ 2 octubre 2015

Segunda parte de dos

El Consejo Mundial de Boxeo es, y se ha constituido ya, como patrimonio de la nación mexicana y es, hoy por hoy, el más respetado y el único verdaderamente mundial. El CMB organizó la primera convención mundial de boxeo en 1963, hace ya casi 50 años, con la asistencia de 11 países, además de la NBA y la comisión de Nueva York.

México tuvo la grata presencia de grandes personalidades de aquellos momentos: Nat Fleisher, el General Krulewitch, George Parnassus y muchos más; yo era entonces comisionado General del estado de Tamaulipas y asistí con otros comisionados de provincia como invitados a gayola, sin voz ni voto. El primer presidente a puerta cerrada fue Onslow

Fane, de Inglaterra, quien renunció para luego elegir públicamente a Luis Spota, quien manejó su elección en forma política, y con los medios, de manera que fuera un éxito para México, que lo fue.

A la elección de Spota, quien tenía poder y amigos importantes, siguió una época de turbulencias por su desconocimiento del deporte y su estilo personal imperativo, sin considerar la obligación de democracia y comunicación permanente con los afiliados, que en el boxeo es primordial.

A los dos años de su fundación, el CMB pasó por una etapa de silencio, que el profesor Velázquez, un gran mexicano del boxeo, sacó adelante con la elección de Justiniano Montaño, de Filipinas, quien se convirtió en un gran líder para volver a impulsar al CMB, que desde entonces ya tomó un rumbo fijo, que iremos platicando en el futuro.

Habemos en el mundo muchos amantes del boxeo que formamos parte del CMB, quienes lo llevamos tal como corre nuestra sangre por las venas, con pasión, como parte de la vida marcada como nuestro destino por nuestro Dios, con alegrías, sinsabores, satisfacciones y desilusiones, pero con la enorme satisfacción de que en este borrascoso camino, encontramos la forma de poder servir a quienes más lo necesitan.

Esa es nuestra bandera, a pesar de que en nuestro camino encontramos la ingratitud que tanto lastima, aún más dolorosa cuando viene de quienes se ha querido y a quienes se les han abierto las puertas para su progreso personal.

Con relación a un programa televisivo del pasado martes por la noche, en el que aparecí como parte del panel de invitados, es muy triste llegar ya casi al final de nuestro camino en el deporte de mis amores y recibir de boxeadores, a quienes hemos querido y apoyado como a nadie, la ingratitud y la ofensa.

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