Alcohol y muerte

Opinión
/ 2 octubre 2015

En el número 283 de "Semanario", el mítico suplemento dominical encartado en estas páginas de VANGUARDIA, el reportero César Gaytán escribió un espléndido reportaje dejando en letras de molde lo que todo mundo sabe: el alcohol en el país, es una de las adicciones con mayor índice e incidencia en cuanto a muertes, enfermedades, ausentismo laboral y todo el círculo vicioso que a éste rodea.

El consumo de bebidas alcohólicas alcanza lo mismo a adultos, que a menores de edad y de acuerdo con el Consejo Nacional Contra las Adicciones, el alcohol está relacionado directamente con cinco de las 10 causas de mortalidad general en el país, incluyendo accidentes de tránsito. El 85 por ciento de los accidentes de tránsito en Saltillo, nos informa el maestro Gaytán, están relacionados con el consumo de alcohol. En el IMSS, 60 por ciento de los casos que llegan a urgencias, se trata de personas con un estándar común: son alcohólicos. ¡Uf!

El reportaje es esclarecedor porque, inmersos en el escándalo cotidiano de la violencia bestial que genera el crimen organizado, nos hemos olvidado o dejado de lado, añejos problemas de salud, de adicciones y, al final de la cadena, dificultades de educación que hipotecan nuestro futuro, socavan nuestra libertad y así va a ser imposible salir adelante. Lea el lector lo siguiente: en 2010, la Secretaría de Salud confirmó con cifras lo que se vive a diario en las familias mexicanas: 77 por ciento de la población mayor de 18 años, ingiere bebidas alcohólicas.

Al leer el bien medido reportaje del reportero César Gaytán, vino a mi mente una muerte, una infausta muerte relacionada con los índices en accidentes de tránsito. Fue la de un Premio Nobel de Literatura, específicamente la del francés Albert Camus (1913-1960). Camus es autor de una novela invulnerable letra por letra, la cual lo llevaría al Olimpo de los inmortales: "L'Etranger", o bien, como se le conoce en español: "El extranjero". O mejor escrito, "El extraño".

Albert Camus murió en plena madurez literaria y productiva, en un accidente automovilístico en La Chapelle Champigny, en 1960. Murió a los 47 años de edad, sólo un año más que la edad actual de este escritor. Poco tiempo sobre la tierra el de Camus, pero lo suficiente para ganar el Premio Nobel de Literatura en 1958. Cuando se le concedió dicho galardón, el Nobel declararía: "Mi obra aún no ha empezado". El año pasado, 2010, se cumplieron los primeros 50 años de su muerte.

Esquina-bajan
Nuestros jóvenes, sin tener pizca alguna de la genialidad, talento y altura moral e intelectual del esteta francés, sólo se consumen en la ingesta del alcohol, olvidando trabajo, personas a su lado, familiares y, en el extremo, olvidándose de sí mismos. Cerca del 15 por ciento del ausentismo laboral es provocado diariamente por el consumo de alcohol.

Cuando Camus muere, deja inacabada una obra de proporciones centáureas, "El primer hombre". La muerte lo sorprendió en la carretera, pero su legado condensado -para ser reduccionistas en el extremo- en las poco menos de 130 páginas de "El extranjero", muestran el desencanto, la podredumbre y el quiebre no sólo de la moral, la filosofía o la religión de aquella época, sino la de todas las épocas. Épocas que se repiten en círculo vicioso: el racismo, la frustración ante los embates de dictadores y corporativos; la miseria selectiva y aterradora de la justicia ante la fragilidad del hombre.

Pero también, la muerte está sorprendiendo no sólo a nuestros jóvenes, sino a familias enteras, a hombres y mujeres maduros atados al potro indomable del alcohol. Para documentar el optimismo, van más cifras: 22 muertes diarias se registran en México por cirrosis hepática, el índice más alto en el mundo por cada 100 mil habitantes.

Letras minúsculas
El problema es que nuestros jóvenes sólo son borrachos, sin pizca de genio de grandes bebedores como Malcolm Lowry, Stephane Crane o Ernest Hemingway.

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