Partidos de cobre
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El IFE rechazó recientemente la conformación total de las listas de candidatos a diputados federales y senadores de los partidos políticos y coaliciones según sea el caso para la elección del próximo primero de julio. De acuerdo a los artículos 219 y 220 del Cofipe sobre la cuota de género.
Una vez más queda de manifiesto, la enredosa sobrerregulación de los procesos electorales que se ha originado en la conducta tramposa y alevosa de un régimen presidencialista que en su afán de intervenir electoralmente no ha cambiado mucho a pesar de la transición.
Si algo define al sistema electoral mexicano es la desconfianza y el sospechosismo. No se puede encontrar un sistema más complicado que el mexicano para elegir gobernantes y representantes. Es absurdo que los candidatos ya siendo elegidos como tales no puedan solicitar el voto, hasta el periodo que la ley les marca para tal efecto.
En cualquier parte del mundo, los gobernantes pueden mantener sus actividades normales durante el periodo electoral. Aquí no se puede. En México los Presidentes de la República, los Gobernadores, y los Presidentes Municipales, deben desaparecer virtualmente de la escena pública, porque todas sus acciones o declaraciones estarán bajo permanente sospecha de que quieren ayudar a los candidatos de sus respectivos partidos. En otras latitudes los gobernantes apoyan abiertamente a los candidatos de su partido. Aquí es un pecado -político- capital.
Cada proceso electoral trae consigo un despilfarro ofensivo de recursos en publicidad para promover la participación en los comicios. Toda esta inversión no impacta en una disminución sensible del abstencionismo. Teniendo tantos millones de mexicanos en la pobreza extrema, no sería mejor invertir tal cantidad de recursos, en proporcionarles un mínimo de satisfactores a sus más elementales necesidades. Me decía mi hijo hace unos días: yo creo que el mayor problema de México es que el Gobierno manipula con sus programas y funcionarios el voto de la gente más pobre. ¿Por qué dices eso? le pregunté yo. Y me contestó porque cada minuto en todos los canales de la televisión sale un anuncio diciendo que denuncies a los funcionarios que intenten dirigir el voto. Y agarró el control remoto y le fue cambiando, y efectivamente en todos los cortes comerciales en todos los canales, aparecieron anuncios de la Fepade.
Los partidos nos enseñaron otra vez el cobre. Fueron ellos mismos -los partidos- los que aprobaron las normas que rigen este proceso electoral. Y tuvieron que llegar al límite de tiempo para los registros tratando de sacarle la vuelta al equilibrio de candidaturas entre hombres y mujeres. Es obvio que conocían la ley. Y es obvio que trataron una vez más de sacarle la vuelta, como buenos mexicanos.
En este momento al frente de los partidos, salvo en Nueva Alianza, y en el Verde, por razones obvias, están los candidatos a Presidentes de la República. Qué mala noticia que ellos, y ella, hayan permitido intentar burlar las reglas del juego electoral. La pregunta es, que va a pasar cuando uno de esos tramposos se convierta en Presidente de la República.
Hace apenas unos días, a matacaballo, y en acuerdos ultra cupulares, los partidos políticos pisoteando sus propios mecanismos y procesos de selección interna, cambiaron contrarreloj sus fórmulas participantes para renovar el Congreso federal. Nada importó la voluntad electora de sus militantes, a quienes luego les pedirán el voto por quienes no eligieron. La partidocracia en su máxima expresión. En los tiempos de Díaz Ordaz y Echeverría, o en los de López Portillo hubiera sido considerado un exceso inadmisible.
Qué tendrá que pasar para que los mexicanos podamos construir una democracia práctica y confiable. Qué tendría que pasar para que tengamos confianza en nuestras instituciones y nuestros gobernantes, e incluso en la clase política. Quizás un macrosismo social de diez grados, o que el Papa en turno mude su residencia de El Vaticano a tierra azteca.