Job 1:21

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La incongruencia entre el decir y el hacer, así como la conducta errática no son los rasgos más deseables en el carácter de nadie, pero son especialmente nocivos cuando forman parte de la personalidad de un dirigente.
A propósito de líderes, ¿se imagina a John Kennedy retractándose de sus políticas al poco tiempo de anunciarlas?:
"Pues sí, nuestra intención era poner un hombre en la luna, pero nos va a salir muy caro. Así que cancelamos el Proyecto Apollo y mejor vamos a pintar la Casa Blanca de un color más alegre".
De hecho, los líderes más veleidosos pasan a la historia precisamente como malos gobernantes. El capricho y la inconstancia han marcado a los peores regímenes o a los periodos más oscuros de otros.
Un estadista verdadero muestra determinación y consigue que la masa se sume a su proyecto. El que en cambio está ávido de la aprobación popular ni siquiera tiene un proyecto y lo que hace es dar de bandazos con su política, siempre en busca de la aquiescencia de los gobernados.
Los aplausos engríen sin duda (de allí que a muchos artistas les da por morir en escena de ser posible). Pero no son los histriones los únicos que se envician con el atronador sonido de la ovación. Los políticos también se hacen adictos a las muestras públicas de bienquerencia y cuando éstas comienzan a escasear es momento de anunciar cualquier extravagancia que traiga de regreso las porras, las loas y la adulación masiva.
Parecen olvidarse, conforme se asciende en las cumbres de la política, que las aclamaciones son compradas o bien, se reciben a cambio de una promesa, pero difícilmente cautivaron a las muchedumbres por su elocuencia, ideas o carisma.
Nuestro Gobernador, Rubén Moreira, debe extrañar aquellos días en que no podía asomarse por la ventana de su despacho en el PRI Estatal sin ser vitoreado.
Luego como candidato y seguro sucesor también le sobraron las alabanzas, pero otra cosa es sentarse en la silla del burócrata día con día, por muy ejecutivo poder que desde allí se ejerza.
Y es peor cuando la misión primordial de una administración es encubrir los pecados de la gestión precedente pues la gente espera, si no respuestas al menos sí continuar con el mismo estilo de gratuidad al que se le acostumbró.
Ignoro si don Rubén Moreira sabía, cuando decretó el cobro de acceso a parques y museos, que al poco tiempo revocaría esta determinación. Desconozco si anticipó que al menos así se granjearía algún comentario positivo. La verdad es que no sé si todo esto es un bien planeado gesto teatral o reculó en cuanto hizo una evaluación de lo que estos cobros le han costado en popularidad.
No es la primera vez que don Rubén muestra inconsistencia, como fugaz legislador y dirigente de su partido no perdía oportunidad para criticar las políticas fiscales del Gobierno Federal (hasta cacerolazos organizaba y toda la cosa). Pero ya como gobernador se convirtió en un feroz recaudador sin precedentes.
También era un enconado crítico de las acciones calderonistas contra el crimen, y ahora se muestra adherido y solidario con la política del Presidente.
El que Moreira Valdez haya cedido este insignificante punto en su implacable cruzada fiscal, devolviendo el carácter gratuito a parques y museos estatales, no es por supuesto relevante, ni para las arcas ni para los ciudadanos. Se nos han asestado cobros mucho más abusivos y hay asuntos más graves en materia de finanzas públicos que aguardan por un total esclarecimiento.
No, este guiño a las clases menos favorecidas sólo evidencia el apremio con que el proyecto llamado Rubén Moreira busca recuperar aquella gloria de los días en que había menos críticas y más aplausos.
En materia de impuestos, nos describe a la perfección aquel pasaje bíblico: El señor los da, el señor los quita. Bendito sea el señor. Gobernador.