Historias sin engarzar...

Opinión
/ 2 octubre 2015

Educar es un desafío en estos tiempos, sobre todo si se asume que hacerlo implica una responsabilidad. No basta con enseñarles la curricula de asignaturas que manda la Secretaría, refiriéndonos a lo que se aprende en la escuela, o a tender la cama y recoger la habitación, lavarse los dientes y comer con la boca cerrada, por cuanto a lo que se refiere a casa, sino a imbuir a niños y jóvenes en el conocimiento de los valores fundamentales de la existencia, en las virtudes éticas y morales, que hoy han caído en desuso. Educar y formar bajo estos parámetros es darle esperanza al futuro, y hoy día no va por ese derrotero lo que los muchachos están aprendiendo en casa y en la escuela, y mucho menos lo que les enseña la calle.

De una educación tan deficiente como la nuestra ha brotado la corrupción en todas las formas imaginables. A los niños no se les está enseñando a que la repudien, sino todo lo contrario, a que aprendan a vivir con ella porque es parte de la idiosincrasia nacional. La gran tragedia de este país estriba en el subdesarrollo del intelecto, y se explica sin darle muchas vueltas, no somos un pueblo que se le haya enseñado a amar la lectura. Y es que la lectura echa a andar los mecanismos del pensamiento, y cuando esto ocurre el ser humano empieza a transformarse, a crecer por dentro, asume su categoría de ser pensante. Y lo último que se quiere bajo los cánones de la educación arcaica que sigue impartiéndose en las aulas, es que haya seres pensantes, y es que pensar es un peligro.

He caminado mucho estas semanas de campaña, he dialogado con muchas personas, he visto escenas que cuentan historias completas sin necesidad de utilizar palabras, retratos vívidos de una sociedad en la que la inequidad material - que ya es tragedia - es abrumadora. Hay ausencias que pesan también, como la de motivos para aspirar a mejores niveles de vida, acicates para salir del medio y buscar alternativas que ahí no van encontrarse.

He subido a los cerros de lomas repletas de piedras y arena sueltas, sin pavimento, por los que diario transitan seres humanos, he entrado a casas hechas de todo el material imaginable con el que los pobres se fabrican un refugio, la marginación las habita, pero toda...en todo sentido. Niños hay por montones, de todos los tamaños y colores, y usted les mira a los ojos y da gracias a Dios por su bendita inocencia, que les impedirá, al menos por un tiempo, darse cuenta de que el mundo no es color de rosa.

"Ahí - nos dice una señora - se venden drogas y se prostituyen niñas de 10, de 11 y de 12 años, unas son huérfanas y otras siguen el mismo camino de sus madres." "Ahí vive una familia que le quitó su casa al viejito que era el dueño y ahora se dedican a puras cosas feas". "Ahí - apunta otra - entre, está un muchacho al que se levantaron los malos, le pusieron una madriza y luego lo soltaron." Entré y platiqué con él, no quiere ni hablar del asunto, sólo repite que no va  a denunciarlos, porque se lo "ch...otra vez" y hasta lo matan. "Aquí ni siquiera vale la pena andar poniendo denuncias, la policía es igual o peor que los que nos fregaron".  La gente tiene miedo y mucho. Nomás oscurece y nadie sale a la calle. "La calle se lo traga a uno y no hay nadie que lo defienda, y nunca se sabe quien se lo tragó, de modo que "pa" andar haciéndole al valiente."

"A mija de 14 años la violó un profe...y la infectó...y no ha sido la primera ¿Sabe qué le pasó al profe?...Nada, ya lo mandaron a otra parte del Estado." Ahí las niñas se embarazan a los 13 o 14 años. Niñas teniendo niños. Toparse con jóvenes alcoholizados o drogados no tiene nada de extraordinario, igual que la vagancia institucionalizada, caldo de cultivo para la delincuencia que se multiplica sin control alguno. Y los que se acercan buscando trabajo, y los que le piden a una que les compre la medicina, y los que quieren una despensa...y sin duda hay quien realmente amerita la ayuda, pero el grueso de los pedigüeños han hecho de eso su modus vivendi. Es la soga con la que PRI amarra a sus cautivos. Ahí está, en ese submundo de dependientes eternos, de castrados por el paternalismo, el grueso de sus votos duros.




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