`Cuando mi cuerpo muera, haz que a mi alma se le conceda la gloria del paraíso.'

Opinión
/ 2 octubre 2015

Queridos lectores:

La tarde del domingo 25 del pasado marzo asistí a un concierto que se celebró en el Templo de la Virgen de Fátima de esta ciudad.  El Coro de Cámara de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado, dirigido por la Maestra Teresa Guillermo Arriaga y con el Maestro Sergio Arrieta Cantú, al piano, cantaron el "Stabat Mater" de Franz Joseph Haydn. 

El concierto estuvo hermoso, y para comprenderlo mejor, se repartió el programa, en el cual está impresa la letra del mismo  con la traducción al español. Y como en él se expresa la grande, enorme pena de la Santísima Virgen María por la Pasión de su Hijo, quise compartirlo con ustedes. Y aquí está:

Stabat Mater

1.- Estaba la Madre dolorosa junto a la Cruz, llorosa, en que pendía su hijo. Su alma gimiente, contristada y doliente atravesó la espada.

  2.- Oh, cuán triste y afligida estuvo aquella y bendita Madre del Unigénito. Languidecía y se dolía la piadosa Madre que veía las penas de su excelso Hijo.

3.- ¿Qué hombre no lloraría si a la Madre de Cristo viera en tanto suplicio?

4.- ¿Quién no se entristecería contemplando a la Madre con su doliente Hijo?

5.- Por los pecados de su gente vio a Jesús en tormento y doblegado por los azotes.

6.- Vio a su dulce Hijo muriendo desolado al entregar su espíritu.

7.- Ella, Madre, fuente de amor, hazme sentir tu dolor, contigo quiero llorar. Haz que mi corazón arda en el amor de mi Dios y cumplir su voluntad.

8.- Santa Madre, yo te ruego que me traspases las llagas del Crucificado en el corazón. De tu Hijo malherido que por mí tanto sufrió,  reparte conmigo las penas.

9.- Déjame llorar contigo, condolerme por tu hijo mientras yo esté vivo. Junto a la Cruz contigo estar y contigo asociarme en el llanto es mi deseo.

10.- Virgen de Vírgenes preclara, no te amargues ya conmigo, déjame llorar contigo. Haz que lleve la muerte de Cristo. Hazme socio de su Pasión, haz que me queden sus llagas. Haz que me hieran sus llagas, y en la Cruz me embriague con la sangre de tu Hijo.

11.- Para que no me queme en las llamas, defiéndeme Tú, Virgen, en el día del juicio.

  12.- Cuando haya de irme, Cristo, concédeme la gracia de la victoria.

13.- Cuando mi cuerpo muera, haz que a mi alma se le conceda la gloria del paraíso.

Amén

 -0-0-0-0-0-

  El Viernes y Sábado Santos, por una antiquísima tradición, la Iglesia Católica omite por completo la celebración del Sacrificio Eucarístico. El altar debe estar desnudo por completo: sin cruz, sin candelabros y sin manteles. Después del mediodía, alrededor de las tres de la tarde, se celebra la Pasión del Señor. El Evangelio de este día, escrito según San Juan, relata la Pasión, y por la brevedad del espacio, transcribo solamente lo siguiente:

"Y dijo Pilato a los judíos: "Aquí tienen a su rey". Ellos gritaron: "¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!" Pilato les dijo: "¿A su rey voy a crucificar?" Contestaron los sumos sacerdotes: "No tenemos más rey que el César". Entonces se los entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz se dirigió hacia el sitio llamado "La Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado y en medio Jesús. Pilato mandó escribir: "Jesús el Nazareno, el rey de los judíos". Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes le dijeron a Pilato: "No escribas: "El rey de los judíos", sino "Este ha dicho: Soy rey de los judíos". Pilato les contestó: "Lo escrito, escrito está".

Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: "No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quien le toca". Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella a su discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre: "Mujer, aquí está tu hijo", luego dijo al discípulo: "Ahí está tu madre". Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a vivir con él.

Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la escritura, dijo: "Tengo sed". Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo: "Todo está cumplido", e inclinando la cabeza, entregó el espíritu".

TEMAS

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM