De dictador a bufón

Opinión
/ 2 octubre 2015

Lo destacable en la biografía de Trudl Junge (1920-2002) es que, durante el tiempo en que se desempeñó como secretaria en su Alemania natal, lo hizo al servicio de Adolf Hitler. (¡Menuda carta de recomendación debe haber presentado en su siguiente trabajo!).

Las memorias de Junge como asistente personal del Anticristo las recopiló en un libro que sirvió de base para el guión de la película "Der Untergang" (2004), que detalla los últimos y decadentes días del Tercer Reich.

Destaca por encima de todo en esta excelente producción, el trabajo del actor Bruno Ganz, quien materialmente trae de regreso a la vida al dictador, aunque en su más decrépita postrimería.

Y cada vez que al personaje se le sube lo Führer, es una experiencia que deleita y sobrecoge al espectador por la intensidad y verosimilitud que Ganz le imprime a esta personificación.

Por alguna razón, una de las escenas selectas de esta cinta, una en la que el tío Adolfo cuece a regaños a su atribulado gabinete militar -incapaz de contradecir a su líder aunque ya le patina el juicio y se le intrinca el discernimiento-, ha sido escogida por los internautas para pitorrearse y hacer crítica sobre cualquier tema candente e incómodo de la política, los deportes, los espectáculos, etcétera.

La mecánica es simple: como la escena está hablada en alemán, se subtitula para que parezca que el furioso dictador despotrica con un lenguaje florido por la excusa más tonta imaginable.

Parece una simple puntada, y lo es, pero se ha replicado incontables veces en todos los países e idiomas (excepto en alemán, por supuesto).

Así, "Hitler se entera .": que Liz Vega canta la canción de Adele, del gasolinazo, que Hannah Montana es Milley Cyrus, que Peña Nieto no lee, de la lista de convocados por el Vasco Aguirre (en el Mundial pasado).

 "Hitler se entera" o en inglés, "Hitler reacts" (Hitler reacciona) es sólo un inofensivo "meme"; neologismo que designa a las ideas que se esparcen de manera viral. Sin embargo, lo que quería destacar es cómo, el dictador que cometió cualquier cantidad de aberraciones para instaurar un imperio de mil años (al tiempo que ponía de moda el corte de pelo emo), terminó convertido en el bufón del mundo. Justicia no es, pero al menos sí es divertido.

Yo siempre he defendido la idea de que la desacralización por medio de la risa es el mejor aliado que tiene el hombre común para mantener la perspectiva con respecto a quienes -por una razón democrática o casual- se ha instalado en la cúspide de la pirámide alimenticia, en algún cargo de poder.

Sucede que el hombre parece tener una natural tendencia a rendir pleitesía a cualquier investido. Es decir, la autoridad despierta en el individuo lo que parece ser un reflejo del instinto de supervivencia que le dicta mostrarse sumiso y, si no se hace nada al respecto, se llega al servilismo.

Ridiculizar a nuestros líderes no es sólo un gratuito afán subversivo, no son las puras ganas de ser la piedra en el zapato de un régimen. Es la manera más eficaz de mantener a nuestros dirigentes, representantes y gobernantes dentro de la liga de los mortales.

Porque si los dejamos solos, se van desapegando de la condición humana y como suelen rodearse de puros vasallos que obedecen sin resistencia aquel impulso de reverencia del que hablábamos, los führer comienzan a levantar ambos pies del suelo y a creerse de verdad que figuran en un plan divino.

Claro, no es que tenga nada de malo sentirse parido por Zeus, cada quien sus delirios, pero en combinación con el poder se vuelve causa probable de tropelías y atrocidades.

Y si a ello le agregamos unos súbditos pasivos, con una pizca de autoridad cualquier enano se vuelve un tirano. Desde un presidente hasta el "Lic" de la oficina.

De tal suerte que el mejor antídoto contra esto es la risa. Mofarse -siempre con estilo y un sentido crítico- de quienes ocupan los cargos relevantes nos recuerda a nosotros y a ellos que son tan pedestres como el que más.

Los cartonistas hacen mucho a favor de esta causa, pero no son los únicos. Hay muchos artistas que han ejercido la crítica desde sus respectivas formas de expresión lo cual cumple para la sociedad no sólo con una función liberadora, sino de hecho nos refrenda esa noción de que ningún líder está tan por encima de la condición de mortal como para que lo podamos dejar sin vigilancia permanente.       

Así que, tal como dijimos, -siempre con elegancia, estilo y un sentido crítico- haga cuanto chiste pueda. De nuestro Presidente y el del país vecino, de nuestro Gobernador y otros que anden por allí haciendo y diciendo despropósitos, de quienes están en el poder y de quienes buscan sucederlos. Agarre parejo y no haga distinciones por su origen o afiliación política. Todos merecen que de vez en diario les recordemos lo más patético y falible de su condición de primates. Aprovechemos que de hecho sí tenemos aquí y ahora esa libertad y posibilidad (antes ni eso se permitía en este País).

Ríase de ellos y hágalo a tiempo, no vaya a ser luego demasiado tarde como en el caso del tío Adolfo al que muy a destiempo le llegó el escarnio sobre su detestable humanidad.

petatiux@hotmail.com

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