Gloria y caída de Monterrey

Opinión
/ 2 octubre 2015

Amo a Nuevo León. Siendo reduccionista, amo a Nuevo León porque aquí está Monterrey y en este estado de tierra bella y caliente, nacieron los inconmensurables "Cadetes de Linares"; también, claro, "El palomo y el gorrión", "Los Rancheritos del Topo Chico" y en un más acá reciente, "Límite." Aquí y no en otra parte, he tenido mis novias (sí, lo leyó bien lector, en plural, "novias". Me deja una y empiezo con otra, ni modo) más regias, más guapas y más aguerridas de mi vida.

Amo Monterrey y jamás le he tenido miedo a su mítica Calzada Madero, la cual arde de día y de noche. Amo Monterrey y sus bares donde se intercambian pesos por caricias fingidas de sus meseras de tacones afilados y minifaldas de satín y seda. Hoy, estos bares ya son una especie en vías de extinción. Amo a Monterrey y su gloria de apenas hace años. Gocé sus mejores noches; hoy, me duele su agonía.

Aquí sigo escribiendo y viviendo. Publico semanalmente una columna y reportajes y entrevistas para BIZNEWS, un semanario de negocios en inglés y español capitaneado por el atildado periodista canadiense, don Luke Betts. En ocasiones me sé más y al dedillo, la grilla y política regia, que la coahuilense. Amo y detesto el pesado y pegajoso calor de Monterrey, como amo y condeno a mi pueblo, Saltillo, y sus días y noches sin diversiones ni lugar público agradable, negada la alegría al nativo o al turista. En Coahuila está prohibido ser feliz: prohibido vivir.

Tengo un libro ajado por el paso del imbatible tiempo. Sus tapas de piel de becerro muestran filigranas doradas y un frontispicio repujado en oro. El libro ha dejado de ser intonso. . Monterrey fue un paraíso idílico. En el siglo 17, el capitán Alonso de León, dice mi crónica, "(En Monterrey) los ríos son claros; el agua buena, sin color, sabor ni olor, como dicen los filósofos que ha de ser. Hay muchas ciénagas muy útiles y ojos de agua; y en especial el que sale de la ciudad de Monterrey." El paraíso.

Luego, los regios cambiarían la naturaleza por industria. Ya no serían regios, sino emprendedores. Se volvieron millonarios y se olvidaron de cultivar a la familia. Tenían harta lana, pero pocos libros y bibliotecas.
Empezaron a tener pantallas planas en sus hogares, pero se olvidaron de cultivar su intelecto, menos a la familia. El dinero, pensaban, lo podía comprar todo. Craso error: el éxito los condujo a la soberbia y la soberbia al fracaso.

Esquina-bajan

¿Cuándo empezó a joderse Monterrey y Nuevo León todo? Cuando el crimen tocó las puertas de su emblemático ITESM y no, nadie los detuvo. Se pensaba que sus empresarios, sus ejecutivos y políticos, se alzarían a tal grado, que de un manotazo y con un solo golpe, cambiarían todo. No pasó nada. Los millonarios cambiaron sus cuentas y residencias a EU. Nunca volvieron.

En días pasados asesinaron al exlegislador panista, Héctor Belden Elizondo, la dirigente estatal del PAN, Sandra Pámanes, le enderezó al Gobernador Rodrigo Medina: "¿Cuándo perdimos la sensibilidad para convertir lo que nos está pasando en estadística? ¿En qué momento dejamos que Nuevo León perdiera su brillo ante México y el mundo?"

Habitamos la misma tierra, saltillenses y regios somos hijos del mismo desierto. Aquí se da, escribió el capitán De León en el siglo 17: "muchos pastos y casi siempre verdes. Danse los panes muy bien; todas semillas y géneros de árboles frutales, de muy gran sabor y gusto; muchos melones, sandías y todo géneros de semillas. Sólo falta. hombres curiosos y trabajadores."

Letras minúsculas

Faltan, sí, políticos y hombres aguerridos que lleven a sus pueblos a un derrotero ya perdido: la paz. Monterrey: ángel caído de su cornisa y pedestal.

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