El camino del adviento

Opinión
/ 10 diciembre 2012

Es un tiempo en que hay aceleraciones.

Y anticipaciones. La festividad navideña es un agujero negro que parece devorar todo diciembre. Sin embargo, hay segmentos claros. 

La espera de la Nocheuena tiene un día 8 en el que se recuerdan los privilegios de María en su concepción. Y un poco después, acá en nuestra tierra, se da la fiesta de las apariciones de la Madre de Dios por quien se vive, en el cerro de Tepeyac. Es fiesta imantadora de peregrinos que van atraídos por el ayate original de san Juan Diego o las réplicas veneradas en todo el territorio nacional.

Son dos paréntesis marianos en el avanzar hacia el misterio del nacimiento en Belén. Se ven como prematuras, dislocadas y adelantadas las cenas y convivencias navideñas que se organizan en la primera quincena decembrina. 

El verdadero tiempo prenavideño empieza acá con las posadas, desde el día 16.

No es todavía la alegría propia de la llegada del Salvador. Los misioneros inventaron las posadas. Querían invitar a las familias a experimentar la alegría de dar hospitalidad a los peregrinos que buscaban un albergue para que naciera Jesús.

Cantos de adentro y de afuera, de los que piden posada y de los que, al final, la otorgan. La piñata en aquellos tiempos de la evangelización misionera era un recurso pedagógico. No eran, como ahora, figuras humanas o estrellas o personajes de historietas sino monstruos horribles que representaban a los demonios. Por eso tenía sentido la lluvia de garrotazos conque los niños, vendados de los ojos (significando la actitud de fe), rompían el vientre de barro del maligno. Como premio de esa victoria caían las frutas y los caramelos. Significaban la gracia y las bendiciones.

El adviento no es solamente religiosidad popular y jolgorio folklórico. Es también  invitación a preparar el espíritu. Con la plegaria, con la Palabra revelada, con la búsqueda sacramental de la gracia y, sobre todo, con las obras de ayuda y de servicio a los necesitados.

A pesar de los adelantos y las posadas convertidas en bailazos, se conserva en muchas comunidades, barrios y hogares, un Adviento que distingue lo guadalupano, las posadas y el tiempo estrictamente navideño Y no pocos creyentes hacen del camino del Adviento una senda de victorias interiores que los liberan y los mejoran porque quieren ser un regalo viviente para el que viene a regalarse para salvación de todos... 

El autor de Claraboya, quien ha escrito para Vanguardia desde hace más de 25 años, intenta apegarse a la definición de esa palabra para tratar de ser una luz que se filtra en los asuntos diarios de la comunidad local, nacional y del mundo. Escrita por Luferni, que no es un seudónimo sino un acróstico, esta colaboración forma ya parte del sello y estilo de este medio de comunicación.

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