El otro debate sobre migración

Opinión
/ 3 abril 2013

Si bien la migración ha sido un fenómeno que permanentemente ha influido la economía y la sociedad estadounidense, durante la última década se ha seguido con detenimiento una nueva forma de migración que ha conducido a ciertas ciudades a convertirse en importantes polos de atracción para el segmento catalogado profesional, creativo y calificado de la sociedad.  

El urbanista Richard Florida ha seguido de cerca este fenómeno, registrando desde hace algunos años una tendencia a la concentración de nacionales y extranjeros con estudios universitarios alrededor de ciertas zonas metropolitanas como Washington, Boston, San José, Raleigh-Durham y San Francisco. El desarrollo de zonas metropolitanas comparativamente más prósperas fue consecuencia de atraer a un segmento mejor educado y con mejores ingresos de la población.  

En teoría, el talento y la creatividad tienden a aglomerarse alrededor de compañías con alta productividad y tecnología, y viceversa. En la práctica, el cocktail de consumidores sofisticados, emprendedores e innovadores conduce a nuevas ideas, nuevas tecnologías, nuevos productos, multiplicando la riqueza de la ciudad que los alberga. El resultado fue una nueva economía geográfica de clase.

Sin embargo, Florida concluyó recientemente que esta nueva economía geográfica americana había traído más perdedores que ganadores toda vez que los altos costos de vida que traía consigo la prosperidad eran -en proporción a su ingreso- mucho mayores para el segmento más débil de la población.  

En este contexto, el debate se ha centrado entre quienes argumentan que la estrategia de atracción de capital humano no estaba diseñada para reducir la pobreza sino para desarrollar económicamente una región, y entre quienes tradicionalmente se han opuesto al "aburguesamiento o gentrificación".  

En este plano, una visión más ecléctica y conciliadora, considera que si bien ahora es presumible que el desarrollo económico no necesariamente distribuye equitativamente sus beneficios, hay externalidades positivas que aunque no es fácil contabilizarlas, no se deberían desdeñar como la oferta de mejores bienes y servicios. En el ámbito de la políticas públicas, el reto será conjugar incentivos e intereses de urbanismo y fomento económico que conduzcan a economías geográficas más eficientes desde todos los puntos de vista.

@felipecarrera1

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