Chínguere, tanguarniz y alipús
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¿Qué hace el gobierno cada vez que estima inconveniente que nos embriaguemos a nuestro gusto y modo, como ocurre, digamos, en cada jornada electoral?
Mantenemos fuera del alcance de bebés y niños pequeños tanto objetos como sustancias nocivas y potencialmente letales, por una sencilla razón: No podemos explicarles los riesgos asociados a dichos artículos.
Mejor dicho, podemos explicarles tan detalladamente como queramos, pero no están ellos en facultad de entendernos ni jota. No habiendo acuerdo posible, les retiramos los referidos objetos.
¿Qué hace el gobierno cada vez que estima inconveniente que nos embriaguemos a nuestro gusto y modo, como ocurre, digamos, en cada jornada electoral?
¿Nos explica las razones del por qué hemos de guardar sobriedad? ¿Apela acaso a nuestro juicio y madurez?
¡No vaya siendo! Muy al contrario y dándonos ese privilegiado trato de bebés, nos quitan toda la bebida alcohólica porque estiman que el chupe se puede volver en contra de nosotros y de nuestro glorificado sistema democrático-electivo.
Muy bien, vamos aceptando el hecho de que nos traten como ciudadanos de pañal, a los que hay que retirarles de su alcance todo lo que entrañe un peligro para ellos.
Y aceptemos que no nos compartan o participen las situaciones que tanto se temen y buscan evitar porque somos tan débiles mentalmente que, para qué habrían de molestarse.
¿Pero qué hay entonces si, previniendo las estrictas medidas impuestas para cada elección, los parroquianos no sólo se abastecen como normalmente lo harían, sino que adquieren dos y hasta tres veces el volumen de alipús habitual?
Pues nada, que los expendedores triplican sus ventas, con la ventaja adicional de que descansan todo el sábado. De hecho se pueden ir de puente a Disneylandia (yo lo haría).
Si los consumidores se bastecen de tanguarniz, no digamos ya para una jornada electoral, sino como anticipándose al apocalipsis zombi. ¿Cuál es la condenada ventaja de decretar una ley seca que además nos rebaja al estado más pueril de la ciudadanía? No me cabe la menor duda de que un día conoceremos la respuesta, pero al día siguiente probablemente se acabe el mundo.
Quizás usted mismo se tuvo que sobresurtir anticipando incluso la falta de prevención de otros, y es que un amigo no puede negarle la cheve a un camarada sediento (a menos que sea la última, en cuyo caso deben pelear a muerte por ella).
Habrá multiplicado su desembolso, se bebió todo lo que quiso -o pudo- y el domingo fue a votar (o no lo hizo) y no armó ningún pancho, argüende, mitote o desaguisado (al menos en términos electorales). Hay más posibilidades de que se haya metido en líos buscando alcohol que consumiéndolo.
Otra vez, cuál es el sentido de estas disposiciones arcaicas si de hecho son contraproducentes (lejos de desalentar el consumo, lo fomentan) y nos colocan, respecto al Gobierno, en una relación "adulto-bebé", en la que curiosamente, pese a que nosotros somos los lactantes, son nuestras autoridades las que viven pegadas a la ubre.
Recordemos además que un político que se precie de serlo (un Garnier, un profe Moreira y de allí pa' abajo, siempre tendrán sus cavas llenas con chínguere de primera)
Y total que a los ciudadanos que pagamos impuestos, ni leche, ni chupe.
petatiux@hotmail.com