MIRADOR

Opinión
/ 2 octubre 2015

-Ya me alegraste el día, la semana, el mes y todo el año.

Así le dije a Ernesto Cordero Martínez, amigo queridísimo, que me llamó ayer por teléfono.

Fuimos compañeros de bachillerato en el glorioso Ateneo Fuente de Saltillo, y juntos viajamos a la Ciudad de México a presentar el riguroso examen que entonces se debía aprobar para obtener la licencia de locutor de radio. Nunca fui tan buen locutor como él, he de decirlo, pero él me ayudó siempre, pues poseía la calidad humana de su padre, don Ernesto, maestro mío inolvidable de Derecho Romano en la Escuela de Leyes, y la bondad y gentileza de su mamá, doña Toñita.

He aquí que tienes un amigo. Y pasan 50 años, y más, y el amigo ahí está, siempre tu amigo. Algo bueno hice quizás alguna vez, el caso es que la vida me ha dado amigos buenos. Ernesto es uno de ellos, entre los mejores. Agradezco a la vida la amistad de este querido amigo a quien tantos recuerdos gratos debo y que con su llamada telefónica me alegró el día, la semana, el mes y todo el año.

¡Hasta mañana!...

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