La Merced, centro del centro

Opinión
/ 2 octubre 2015

El barrio de la Merced cuenta con testimonios de ocupación desde el siglo XIV y ha sobrevivido a los cambios sufridos por el pueblo que la fundó

Miguel Angel Mancera, jefe de Gobierno del DF presidirá hoy a las 9:30 a.m. la Sesión de Instalación y Primera Sesión de Trabajo del Consejo Consultivo para el Rescate Integral de la Merced, al que fui invitado como Consejero Vocal.

El barrio de la Merced cuenta con testimonios de ocupación desde el siglo XIV y ha sobrevivido a los cambios sufridos por el pueblo que la fundó y desde entonces la habita sin interrupción, a pesar de luchas tribales, el trauma de la conquista con la destrucción de sus ídolos, el dolor de la derrota y la servidumbre, los cambios por la Independencia, la instalación de un emperador extranjero, la Reforma con el laicismo y la educación, la Revolución, la presencia en sus calles de Villa y Zapata, inundaciones y terremotos, el éxodo de vecinos y gobernantes, la transformación de los usos mercantiles, las herramientas de la educación, del trabajo, la vida urbana y el entorno vital. Se intenta remediar la pobreza de la gente, eterna espirante a clase mediera, digna, tenaz y merecedora, desde hace mucho, del plan de rescate puesto en marcha este día.

En la parte trasera del Palacio Nacional se ubica la zona antigua de la Merced, de 97 manzanas. Alrededor de su núcleo el único y maravilloso resto del Convento de los mercedarios: el patio mudéjar, más bello que el famoso de Pilatos en Sevilla, salvado de la destrucción gracias a que nunca han sabido qué hacer con él. En ese lugar nació el primer mercado. Los límites desde este barrio fundacional son al sur San Pablo, al norte Corregidora, al este Circunvalación y al oeste Pino Suárez.

Se extendió en 1957 al construirse las naves del nuevo mercado y abrirse avenidas y plazas comerciales de modo que el actual polígono irregular tiene un perímetro de 4 mil 520 metros y una superficie de poco más de 120 hectáreas, más o menos el 14 por ciento del territorio del Centro Histórico, limitada al norte por la Candelaria y Venezuela, al sur Fray Servando, al este Congreso de la Unión y al oeste Correo Mayor. Son límites aproximados, en constante crecimiento.

La literatura y las investigaciones sobre la Merced son tan numerosas como las oportunidades perdidas por funcionarios sin voluntad política firme de resolver sus grandes problemas: la falta de habitación adecuada a quienes en ella trabajan; la prostitución; la corrupción agobiante sobre los comerciantes; el aislamiento frecuente por marchas y plantones que han causado la quiebra de tienditas y fondas; la carencia de jardines y de servicios urbanos como alumbrado público, vigilancia honesta, protección contra la penetración de grandes tiendas de autoservicio, la ausencia de cines, teatros y otros lugares de esparcimiento. La lista de mejorías inaplazables e indispensables es tan larga como la paciencia de quienes decidieron no abandonar sus querencias.

Acepté la invitación a pertenecer al Consejo, creado el 20 de septiembre de 2013, Gaceta Oficial del DF, con el mismo entusiasmo de hace dos sexenios, cuando el presidente Vicente Fox y el Jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador nombraron a los cuatro miembros del Consejo Consultivo Centro Histórico, entre ellos yo, mediante una carta insólita donde los gobernantes federal y de la Ciudad conjuntamente, a pesar de militar en distintos partidos políticos, inician el rescate venturoso de ese tesoro de la humanidad del que ahora nos enorgullecemos todos los mexicanos.

Salomón Chertorivski, Secretario de Desarrollo Económico, explicará esta mañana los propósitos del nuevo Consejo y la apertura del Concurso de Anteproyecto para el plan maestro de la Merced, básico en la recuperación del valor histórico, la riqueza cultural, la reactivación económica, el mejoramiento urbano y el crecimiento ordenado de la zona.

Espero que los trabajos iniciados hoy tengan un resultado por encima de la protección de casas y monumentos y vaya más allá de mitigar algunas angustias y carencias de los residentes fijos y de quienes cada amanecer llegan con sus tenderetes y cada tarde, recogida la mercancía restante, regresan a sus ciudades dormitorios. Espero que la Merced conserve su arraigada vocación de puerto de cobijo de náufragos, parias, perseguidos, derrotados, expulsados o hambrientos. Espero sea, como para una familia errante que en los años 20 ahí se instaló sin más caudal que su esperanza, el sitio donde grupos extraños, de distintas lenguas y religiones se entiendan. Que conserven sus mil maneras de amasar el pan y compartirlo.

Espero que la calle recobre su principal razón de ser en los siete siglos de vida del barrio: escuela donde la asignatura única es la de aprender a vivir.




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