Pasivos, pasivos, pasivos

Opinión
/ 2 octubre 2015

Conforme se revaloró el papel de la sociedad civil en la toma de decisiones, `pasivo' adquirió una fuerte carga negativa

El término "pasivo" ha ganado diversas acepciones con el paso del tiempo.

Originalmente, es fácil suponer, se refería al sujeto que no interviene en la acción; "Permaneció pasivo mientras los demás se agarraban a trompadas".

Luego, conforme se revaloró el papel de la sociedad civil en la toma de decisiones, "pasivo" adquirió una fuerte carga negativa, al emplearse como una condición indeseable para el ciudadano: "Esos saltillenses consienten cualquier cantidad de abusos sin quejarse, son unos auténticos apáticos y unos pasivos de primera".

También, en años recientes, cuando se destapó y dejó de ser tabú el asunto gay, descubrimos que la palabreja que hoy nos ocupa designa ni más ni menos que una subdivisión en el abanico de las preferencias sexuales o, mejor dicho, al papel que se desempeña en la actividad sexual entre machos del mismo calibre.

-"Papá, tengo que confesarte algo: soy homosexual pasivo".

-"¿O sea cómo. eres gay pero no ejerces?".

No hay sin embargo acepción más negativa y aciaga para el término "pasivo" que el que recibe en las ciencias económicas.

Mientras que los activos son el conjunto de bienes que posee una persona o entidad (dinero, recursos, propiedades), el pasivo es todo lo opuesto, es decir, el conjunto de sus deudas.

En finanzas pasivo es igual a débito, eso no tiene doblez o vuelta de hoja.

Y como ya apuntamos, vale para usted, para mí, para el Estado de Coahuila y para el Vaticano.

Son sus activos su casa, su coche y posesiones diversas, lo que tiene en el banco y en su cartera, lo que le dejaron sus padres (sin contar los traumas) y en fin, todo aquello tangible que pueda reclamar como legítimamente suyo.

Ahora bien, lo que le queda a deber a la inmobiliaria, a la auto-financiera, al banco, a la mueblería y al carnicero de la esquina constituyen sus pasivos. Usted podrá dar distintas categorías a sus drogas de acuerdo a su importancia, fecha de vencimiento o agresivo de sus cobradores. Pero todos son, sin más ambages, deuda vil.

Así, cuando la suma de activos es menor a la de los pasivos, decimos que estamos en números rojos o, más coloquialmente, que estamos jodidos.

Y si me sigue dispensando lo coloquial, sería de suponerse que con el pinche deudón que nos dejó el tres veces maldito sexenio anterior, contará el Estado con activos proporcionalmente montruosos: infraestructura, inmuebles públicos, programas sociales sustentables, instituciones gubernamentales bien equipadas, cualquier cantidad de cosas, todo debidamente liquidado.

Pero resulta que no, la administración del maistro infame, ni siquiera terminó de pagar a los proveedores que prestaron bienes y servicios al Gobierno del Estado durante su ominosa gestión.

En términos llanos, además de lo que le debemos a los bancos por un concepto llamado "Megadeuda", debemos también a diversos empresarios de distintos giros que no han visto su lana desde hace más de tres años.

¿Y qué planea hacer el Gobierno sucesor de aquella catástrofe para poderle pagar a dichos proveedores?

¡Claro! Adquirir más deuda con un banco. "¡Faltaba más! Todo fuera como firmar más pagarés".

Una fuente de Gobierno consultada por VANGUARDIA que permaneció anónima (quizás para no recibir la rechifla del respetable) hizo la siguiente distinción: Que pese a que el Gobierno busca un crédito por mil 400 millones de pesos para liquidar a proveedores, en ningún momento el Estado estaría buscando aumentar su nivel de endeudamiento, pues no deben confundirse los pagos pendientes a proveedores con la deuda pública.

Pero enseguida, puntual y categórico, un lector hizo la observación contundente en el apartado de comentarios: "¡Genial! Si le debo al abonero no es deuda, sólo si le debo al banco". Y en el apropiado tono irónico aludió a la brillantez de nuestras fieras de las finanzas públicas.

Es obvio que a la hora de la hora todo se suma en una misma columna de deuda. La única distinción pertinente es que en efecto, esta parte de la deuda pública no es con las instituciones bancarias, sino con empresarios y gente trabajadora -al menos muchos de ellos- que por fiarse del Gobierno de la Gente dejó de llevar el sustento a casa.

Y si con la orgía financiera de Humberto Moreira no se liquidó ni siquiera a los proveedores, entonces ¿en qué carajos se nos fue tanta lana?

En síntesis: el Gobierno no deja de acumular pasivos; nosotros continuamos siendo un hato de ciudadanos pasivos y así, por consiguiente, nuestro Gobierno nos pone en una posición semejante a la que, en el plano sexual, asume el individuo pasivo.

petatiux@hotmail.com




TEMAS

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM