Personas luminosas

Opinión
/ 22 junio 2014
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A mi esposa, mujer vitral. Siempre luminosa, siempre generosa. Mi eterna gratitud por caminar junto a mí estos primeros 25 años.

La calidad no está en las cosas que hace el hombre, sino en el hombre que hace las cosas, es así como el finado maestro Carlos Llano nos ubica en el concepto de la calidad y la excelencia. Y ciertamente, si una sociedad desea alcanzar niveles superiores de calidad, en el orden material y en los aspectos sociales, inevitablemente requiere personas que realicen acciones de excelencia. Necesita personas comprometidas con sus quehaceres cotidianos, orgullosas de sus oficios,  gestores de superiores maneras de pensar y emprender.

Y seres humanos de esa magnitud son los que confían en sí mismos, constructores de sus propias existencias, hacedores de puentes, esperanzados en su naturaleza, sabedores que las personas somos seres de encuentros. Personas excelsas son aquellas que se transforman en genuinos guerreros. En personas vitrales, que funden la grandeza y misericordia de Dios en sus actos.

Ámbitos de luz

Vitrales, porque éstos son ventanas mágicas que transforman la luz en expresión exquisita,  sublime; pues la luz, al dialogar con el vidrio y su colorida transparencia, permite crear una sorprendente luminosidad que cautiva al espíritu humano, que acerca a los corazones a la mismísima divinidad. Así los vitrales no se posesionan de la luz, sino la filtran y transforman.

Guerrero de la luz

Les parecerán extraños los comentarios anteriores, pero déjenme clarificar. Esto se me ocurrió después de haber leído un escrito de Paulo Coelho que refiere a un luchador que el mismo denomina guerrero de la luz,  esa narración es una descripción de las cualidades que identifican a esta clase de personas. Así lo dice:

El guerrero de la luz confía. Porque cree en milagros, los milagros empiezan a suceder. Porque está seguro de que su pensamiento puede cambiar su vida, su vida empieza a cambiar. Porque está convencido de que encontrará el amor, ese amor aparece. De vez en cuando se decepciona. A veces, recibe golpes. Entonces escucha comentarios: ¡Qué ingenuo es!

Pero el guerrero sabe que vale la pena. Por cada derrota tiene dos conquistas a su favor. Todos los que confían lo saben. A veces el guerrero de la luz tiene la impresión de vivir dos vidas al mismo tiempo. En una de ellas es obligado a hacer todo lo que no quiere, a luchar por ideas en las que no cree. Pero existe otra vida y él la descubre en sus sueños, lecturas, gente que piensa como él.

El guerrero va permitiendo que sus dos vidas se aproximen. Hay un puente que une lo que hago con lo que me gustaría hacer, piensa. Poco a poco sus sueños van apoderándose de su rutina, hasta que él percibe que está listo para lo que siempre deseó. Entonces basta un poco de osadía para que ambas vidas se transformen en una sola.

El guerrero sabe que las palabras más importantes en todas las lenguas son palabras pequeñas. Sí. Amor. Dios. Son palabras que salen con facilidad y llenan gigantescos espacios vacíos. Sin embrago, existe una palabra (también muy pequeña) que mucha gente tiene dificultad en decir: no. Quien jamás dice no se juzga generoso, comprensivo, educado; porque él no tiene fama de maldito, egoísta, poco espiritual. El guerrero no cae en esta trampa. Hay momentos en los que, al decir sí a los otros, él puede estar diciendo no para sí mismo. Por eso jamás dice un sí con los labios si su corazón está diciendo que no. Entonces insisto:

Por su mirada

Los guerreros de la luz se reconocen en la mirada. Están en el mundo, forman parte del mundo, ya al mundo fueron enviados sin alforja ni sandalias. Muchas veces son cobardes. No siempre actúan acertadamente.

Los guerreros de la luz sufren por tonterías, se preocupan por cosas mezquinas, se juzgan incapaces de crecer. Los guerreros de la luz de vez en cuando se consideran indignos de cualquier bendición o milagro. Los guerreros de la luz con frecuencia se preguntan qué están haciendo aquí.  Muchas veces piensan que su vida no tiene sentido. Por eso son guerreros de la luz. Porque se equivocan. Porque preguntan. Porque continúan buscando un sentido. Y terminan encontrándolo.

Soles por mirar

Ya ven porque digo que los hombres de excelencia son como ese guerrero de la luz  a quien Coelho le da vida, a esas personas que yo denomino vitrales.  

Esta clase de personas saben que existe un profundo sentido de la existencia humana. Significado que no se les esconde en la espesura del bosque diario, que  no se les confunde con las sombras que surgen de ideas o creencias prestadas o preestablecidas.

Personas que materializan su misión de vida, que saben que siempre hay espacios por llenar, vacíos que interpretar, soles que solicitan  ser mirados, noches que descifrar y  magias que requieren emprender para volver a ser niños y así poder recrear la imaginación y a la misma vida.

Estos seres humanos son honestos. Forjadores de sí mismos. No confunden la excelencia con la mediocridad. Aborrecen la rutina. Todos los días se levantan como recién nacidos. Hacen bien lo que tienen que hacer porque así lo han decidido, jamás por quedar bien con alguien, sólo porque honran su oficio y las leyes sagradas que la vida a puesto en sus manos. Por tal motivo, la calidad en sus quehaceres es una cuestión de honor personal.  

Integridad ante todo

Ellos son enemigos de la hipocresía, detestan el poder porque saben que ahí abunda la traición, el quebranto y la rapiña. Saben que, quienes lo sustentan como única razón de la existencia, lo hacen porque en el fondo son débiles, impotentes, tigres de papel, pues alguien, en su niñez o juventud, les mutiló las alas. Por otro lado, para estos hombres guerreros, el dinero no tiene la mayor importancia porque son hartos ricos siendo como son: desprendidos, incorruptibles, compartidos con la vida. Han aprendido que no se requiere tanto para vivir.

Ellos no se quejan, sencillamente emprenden, construyen aún cuando el desaliento ha tocado sus almas. No son guerreros, ni luchadores como el común de la gente entiende estas palabras, pues en el fondo no combaten contra nadie. Han encontrado el orden de las cosas. Viven humildemente, sin  banales pretensiones.

Con la frente en alto

Sus miradas son, al mismo tiempo, de fuego y agua. Expresan sencillez, lealtad a sus ideales y congruencia de acción con sus pensares. Son los hombres que no pasan desapercibidos ante su propia vida. Imposible que así les suceda, porque su existencia la consideran como el inicio de una aventura inmensa - impensable para las mentes endebles y mediocres - que la imaginan enteramente eterna.  

Esta clase de seres humanos de carácter, de excelencia, para Coelho son los guerreros de la luz, yo los vislumbro como mujeres y hombres vitrales, luminosos, en cuyas almas se funde la generosidad y así, a través de ellos, la luz sencillamentefluye transformándose en una esperanza de mil colores. A ellos nada los detiene y nadie puede interrumpir su razón de ser.

Son ellos, las personas vitrales, las ventanas mágicas que aún permiten que nuestro mundo siga siendo habitable. Humano.  

Estos seres humanos son, en definitiva, quienes mediante su translucidez, colorido y luminosidad, brindan tonalidad de vida y amor a nuestro tiempo, haciendo que resplandezcan los corazones de toda persona que se cruza en sus caminos.

cgutierrez@itesm.mx
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey Campus Saltillo





Escritor y cinéfilo de tiempo completo. Actualmente trabajo como colaborador en el periódico Vanguardia de Saltillo, Coahuila, con quienes laboré en diversas áreas durante cerca de seis años, desde mis prácticas en la universidad hasta luego de mi graduación. También realizo reportajes y entrevistas para la revista Newsweek en Español, desde mi llegada a la Ciudad de México en febrero de 2017.

Me apasiona la crítica de cine, labor a la que dedico buena parte de mi tiempo para mantenerme al día con los estrenos más recientes, así como tener un amplio panorama de los clásicos en este mismo ámbito. Escribo y leo por placer. Publico textos en mi blog personal (blogenllamas.wordpress.com), en su mayoría relatos cortos. Tengo dos libros de cuentos publicados por el Municipio de Saltillo: “Demasiado Tarde” (Acequia Mayor, 2016) y “Los Ausentes” (Acequia Mayor, 2017).

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