Una ciudad siempre joven

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Urbe, ciudad, población, metrópoli son denominaciones graduales.
Se puede abusar de su sinonimia y hacer un uso arbitrario sin exactitud semántica. Civitas, dijeron los latinos. Y eso llegó a ser un nombre que todo abarcaba. Ahora se reconoce como ciudad esa aglomeración conurbada que se llama Distrito Federal. Se nombra así a Tokio y a Hong Kong, a Londres, a París y a Santiago del Saltillo.
Cumple años nuestra ciudad. Que si la fundó Del Canto o Urdiñola, que si son 437 o dos años más sigue siendo motivo de discusión entre los investigadores minuciosos.
Pero eso sí: el 25 de julio nadie lo discute. Ese día nació la ciudad.
Nuestro Saltillo de tiempos estudiantiles tenía todavía, frente a San Esteban, el sitio de aquellos tílburis tirados por caballo y guiados por cochero con largas riendas de cuero. Y se podía comprar nieve de La Chula, carretita tirada también por mansa bestia. Todavía no se quemaba el mercado y la placita tenía su estatua de Manuel Acuña. Era tiempo de tardeadas y de buenas bullas de los de Agricultura. Era el tiempo de la lucha para conseguir la autonomía universitaria.
Muchos cursaban la secundaria con los primeros tres años de la Normal y luego hacían el bachillerato en el Ateneo. Ciencias Biológicas, Ciencias Matemáticas o Ciencias Sociales. Sin agraviar lo presente, fue aquel tiempo en que brilló una constelación de maestros y maestras de una calidad poco común.
Ahora se encadena la fiesta del santo patrono de la ciudad Santiago Apóstol, el Mayor, que es también patrono de España y que se venera en Santiago de Compostela. Ahí desemboca el famoso Camino de Santiago. Lo recorren peregrinos de todo el mundo. En el trayecto pernoctan en los monasterios hasta llegar a venerar al santo, admirar el botafumeiro, extasiarse ante el pórtico de la gloria y gozar de la portentosa sinfonía de las campanas seculares.
Es el primer eslabón de la cadena celebrativa. Se practica anualmente en Saltillo esa excelente muestra de religiosidad popular: un novenario que ha incorporado, concurso de canción, carrera deportiva, asamblea litúrgica, comunión eucarística, predicación evangelizadora y reconciliación sacramental. Y todo desemboca en un 6 de agosto salpicado de eucaristías y con el remate de la verbena popular y la asombrosa pirotecnia de la noche.
En simultaneidad, a pesar de lluvias, se organiza la concurrida feria de juegos mecánicos, espectáculos artísticos, muestra de productos y gastronomía regional. En pleno verano, esta ciudad noresteña, vive su paréntesis festivo de aniversario de fundación, feria regional, fiesta patronal y novenario cristocéntrico.
Su nombre no quedó en diminutivo. Nunca fue Saltito ni en ningún aumentativo o despectivo. No quiso la adultez de llamarse solo Salto y quedó en esa perenne juventud de ser Saltillo Y en su cumpleaños recibió este año el abrazo pluvial del hijo del trueno, su patrono, Santiago Apóstol, el Mayor