La mujer dividida

Opinión
/ 6 marzo 2015

Recuerdo que alguna vez Edmundo OGorman, que conducía un taller de lectura en un grupo de mujeres donde se leía en voz alta a D.H. Lawrence, entre otros, dijo que no entendía por qué queríamos trabajar y nos perdíamos la oportunidad de estar en la casa leyendo.

Lo decía con ironía, se refería a esa conquista del acceso al empleo, de tener una vida fuera de casa algo que había empezado a suceder desde los años 60 cada vez con más notoriedad, cuando la opción de estudiar comercio, para secretaria, corte y confección, o educadora se abrió hacia la vida universitaria. (No es que antes no fueran las mujeres a la universidad, pero eran pocas). Todavía hace unos años se denostaba a las mujeres que estudiaban y algunas licenciaturas llevaban el sobrenombre de MMC: Mientras me caso. Claro, esto sucedía en una clase media o media alta, que se podía dar el lujo. Ya es la realidad de muy pocas mujeres, que incluso aunque su ingreso no sea necesario en casa, quieren tener un proyecto de vida más allá de lo familiar. Bien mirado, las mujeres del mundo trabajamos. Nos ganamos la vida (y uno que creía que la tiene ganada sólo con nacer) Por eso es interesante, en el vertiginoso aumento en la participación y presencia de las mujeres en todas las esferas (hasta que se deje de pensar en una cuota de género no habremos llegado a la verdadera igualdad de oportunidades), el diseño de nuevas formas de trabajo que contemplan que ser mujer implica, entre otras cosas, la posibilidad o la realidad de la maternidad. Todo esto viene a cuento porque conozco a una chica que está trabajando en una empresa joven, dirigida por una mujer, donde las mujeres pueden llevar a sus hijos pequeños y hay un espacio para ellos con una cuidadora. Podría decirse que es una guardería integrada al espacio laboral. Si tienen bebés pueden amamantarlos, si es necesario atenderlos, se puede hacer. Pregunto si tienen permiso de faltar a quienes la menstruación indispone. Se está discutiendo, me responde mi hija, cuya amiga es la que está en esta empresa feliz. Claro, no se trata de igualdad a secas, se trata de incorporar las condiciones que nos hicieron quedarnos en la cueva en vez de ir a cazar al mamut, a los deseos y necesidades laborales. Que pueda coexistir la crianza y los cambios hormonales con el desempeño y el crecimiento personal en el trabajo. Para ello se necesita imaginación. Y disposición. Reconocer que muchas veces es inoperante la presencia física en el espacio de trabajo. No todos los trabajos lo requieren y mucho menos todos los días. Con menos movilización, la ciudad se vuelve un espacio más amable. Más eficiente. No es el caso de la Ciudad de México, donde la oferta de empleo y la ubicación de la vivienda no están relacionados. Y sólo algunos podrían resolver la ecuación de mudarse a donde esté el empleo. La mayoría no tiene más remedio que atravesar de Ecatepec a Tláhuac (y sin Línea 12).

Me encuentro en Internet un aviso oportuno sin duda interesante. El espacio está diseñado sólo para mujeres; mujeres de cualquier parte del mundo. Normalmente se requiere que se hable inglés, pero la oferta de trabajos es para realizarse desde casa, a través de Internet, en ocasiones la oferta es por proyecto, en otras, tiempo completo. Hay empleos de ingeniería, diseño, edición, relaciones públicas, dirección de proyectos. Me parece fascinante. Y pienso de nuevo que la ausencia por maternidad que a las mujeres nos corresponde por ley, esos tres meses para reponerse del parto y atender las demandas urgentes y continuas del recién nacido, no son suficiente solución. Por algo se dice que los hijos son para toda la vida. Me alegra también que la ley abarque ahora a los padres que hacen equipo y atienden también a sus bebés para que la madre que amamantará a la criatura, descanse, o se distraiga, o tenga tiempo para bañarse. O simplemente para que los dos disfruten ese periodo. ¿Y luego qué? Las opciones de trabajo se reducen, se enmarcan en las horas que el pequeño puede estar en guardería o al cuidado de alguien, se vive el tiempo con angustia, siempre una mujer dividida, perdiéndose de algo en los dos lados, el doméstico y el laboral. Hay mucho que resolver aún en el asunto del trato igualitario de hombres y mujeres en lo laboral. Mientras no haya modelos más imaginativos y diseñados pensando en las mujeres, no habrá una real igualdad.




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