El mirreynato, ¿por qué?
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“Mirreyes”, término acuñado por Ricardo Raphael en su libro “Mirreynato, La Otra Desigualdad”. No había oído hablar del libro hasta que apareció el video de graduación de unos bachilleres del Instituto Cumbres del DF.
Por tratarse de un plantel de los Legionarios de Cristo, abona cierta morbosidad y escándalo, aunque la actitud mostrada en ese video, no es exclusiva de los alumnos de la Legión, ni de los capitalinos.
Es preciso no caer en generalizaciones. Los juicios absolutos hacen mucho daño y suelen incluir, injustamente, a personas honorables. Eso no quita que los “mirreyes” existen en escuelas de los Legionarios de Cristo y en otras escuelas particulares de México, confesionales o laicas.
Estudié tres años en el Instituto Cumbres de Piedras Negras.-¡Oh, herejía, ja ja ja!-. Aquello estaba a años luz de la Ciudad de México o de Monterrey, tanto por lo que hace a las dimensiones de esas metrópolis, como en lo relativo a los ingresos de mi familia. Conocí de cerca muchos Colegios de la Legión de Cristo y, en su mayoría, mi experiencia fue positiva. Claro que mi experiencia personal no borra los aspectos negativos que vi y viví, muchos de los cuales refleja, en su crudeza, este video.
Al principio, antes de ver el video, tanta atención al asunto me pareció exagerada. Me pareció un lugar común entre las usuales críticas a la Legión y a sus diferentes grupos, escuelas u organizaciones. Algunas tienen fundamento; otras carecen del menor sustento. Pero la insistencia en las redes sociales me hizo poner atención al tema.
Primero me causó risa, casi burla, esta clase de personajes. Por lo general, estas actitudes no me indignan; me provocan, más bien, lástima o burla. “Pobres cuates”, suelo decirme, con lástima o con ironía. Pero ante las reacciones del público, me adentré en un proceso de reflexión.
Primero descarté las críticas típicas, basadas en prejuicios, odio o rechazo a todo lo que significa “ser rico”, o estudiar en colegios particulares. Lo mismo hice respecto a ciertas actitudes propias de algunos exalumnos que suelen desahogar sus frustraciones, como si así ganaran una calificación que no obtuvieron como estudiantes; o de aquellos que pretenden vengarse de un maestro injusto, o de un compañero abusivo que, en los ochenta, le echó tanta “carrilla”, hoy llamada “bullying”.
¿Dónde radica, pues, el problema? ¿Por qué muchachos de 17 años actúan de manera machista, prepotente y presuntuosa, como si el mundo no los mereciera, como si fueran el principio y fin de su triste realidad? ¿Acaso habrá un curso para perfeccionar estas actitudes? ¿Dónde se imparte?
Existe, sí. El curso se imparte todos los días, en muchas escuelas privadas, confesionales o laicas; no en todas, ni lo cursan todos los alumnos, pero se imparte, de eso no hay duda. Se imparte en el recreo, los fines de semana, en los bares de moda; al encender la televisión, al visitar al amigo, al abordar el auto nuevo, al recibir un premio o soborno por complacer a papá. Este “curso de inmersión” que viven miles de jóvenes, futuros “mirreyes”, asfixia toda formación académica, cívica, ética, moral o religiosa que se imparta en cualquier institución educativa.
No resto responsabilidad a estos bachilleres, aunque su inmadurez es evidente, pero sostengo que sólo están siguiendo el patrón de conducta que conduce al “éxito” en nuestro País. “Éxito” que, una vez alcanzado, se sostiene y conserva así: siendo y actuando como un “mirrey”.
¿A quién tomar como ejemplo? ¿Al modesto y sabio maestro de filosofía, civismo, moral o historia; o al burro, ignorante, sin visión o misión en la vida, pero triunfador, acaudalado, con casa grande, auto de lujo y “carita”? ¿Al que te recomienda portarte bien, aunque ello implique sacrificios y dificultades; o al que roba, presume y disfruta de lo robado y no le sucede nada? ¿Al maestro humilde y sencillo o al padre ausente que cubre sus vacíos con regalos dispendiosos? ¿A los esforzados honestos; o a los corruptos encumbrados en el poder y el dinero? ¿A los escasos políticos honestos y sin fortuna; o a los que acuñan frases como “Ánimo Montana” y sostienen que “un político pobre es un pobre político”?
No nos extrañemos, el mirreynato es producto de lo que con tanto ahínco y desfachatez se ha sembrado en nuestra sociedad. La única respuesta está en la familia, en padres de familia comprometidos, dedicados e involucrados en lo más importante que tienen: sus hijos..
Facebook: Chuy Ramirez
Twitter: @wchuyramirezr