70 años del edificio del Colegio La Paz, construido para el Colegio Saltillense

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Hace muchos años que esta escribidora dejó el Colegio Saltillense para ingresar al Ateneo Fuente, un cambio radical que significaba dejar atrás el camino de la educación religiosa y una rígida disciplina formal, aunque no tan implacable que impidiera quebrantarla alguna vez para hacer una travesura sin mayores consecuencias.
Primaria y secundaria pasamos las niñas de mi generación en el Colegio Saltillense, bajo la mirada estricta de las religiosas del Verbo Encarnado: sor Adela, sor María de Asís, sor Jovita, sor María de la Paz, sor María Estela, y algunos maestros seglares inolvidables: Olga Villegas Rico, Alba María Rebonato y Marisol Valdés, el padre Humberto González y el doctor Jorge Fuentes Aguirre.
Para esos años, el Colegio era ya de noble y prestigiosa tradición en Saltillo. En 1885, apenas 16 años después de fundada la Congregación de las Hermanas de la Caridad del Verbo Encarnado en Texas, por el obispo francés Claudio María Dubuis, llegó a esta ciudad la reverenda madre Saint-Pierre, acompañada de tres religiosas: sor Úrsula, sor María Asunción y la mexicana sor Mónica, con el propósito de fundar el primero de sus colegios para niñas y jovencitas en México. La educación de los varones ya era atendida en Saltillo desde 1878 por los jesuitas en el Colegio de San Juan, y los hermanos Lasallistas fundarían el Colegio Zaragoza en 1933. El padre Thomas Maas S.J. se ocupó de arreglar una casa para recibir a las religiosas, de modo que iniciaron cuanto antes su tarea. La venida de las madres del Verbo Encarnado se dio en una época difícil para la Iglesia mexicana, en la que persistía la persecución religiosa derivada de las leyes de Reforma y las ideas liberales en pro de la educación laica que mandaba la Constitución de 1857.
La casa, ubicada en la esquina de Aldama y General Cepeda, alojó a las religiosas y a la nueva institución bautizada con el nombre de Colegio La Purísima. Posteriormente se llamó La Corregidora, y al cambiar sus instalaciones a Victoria 415, cambió a Colegio Saltillense. El 16 de junio de 1953 inauguró el edificio construido ex profeso en la Avenida Universidad, en donde funcionó hasta hace unos 50 años. Al dejar Saltillo, las madres del Verbo Encarnado lo cedieron a la Congregación de Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, quienes instalaron en el edificio del Saltillense el Colegio Antonio Plancarte con el nuevo nombre de Colegio La Paz.
La misa y las oraciones en la capilla del Verbo Encarnado; la Asociación de Hijas de María; los ejercicios espirituales; el cuarto de piano de Sor María Estela; las clases de canto en el comedor; el recreo cotidiano y la tiendita donde vendían lonches calentitos de mortadela y unos deliciosos coquitos; los encarnizados partidos de volibol; las lucidas fiestas de fin de año cuyos bailables preparaba Carmela Guerra de Webber; las luminosas posadas y las divertidas pastorelas; las kermeses anuales con su tómbola, su arca de Noé llena de pollos y conejos y su registro civil para casamientos de mentiras; el closet de los misterios en la parte trasera de los salones; la jaculatoria de saludo intercambiado con las madres; la imagen religiosa que presidía el salón, guardada apresuradamente cuando llegaba el inspector de Educación, don Zeferino Calderón; las siglas LVI (Laudates Verbum Incarnatum) que encabezaban los cuadernos y los trabajos escritos; el botón con la flor de lis que simboliza el origen francés de la Congregación; el uniforme azul marino con puños y cuello blancos, los listones blanco y rojo colgando del hombro izquierdo en las ocasiones de gala y el mandil del diario en céfiro a cuadros y con holanes almidonados en las bocamangas; los muchachos del Zaragoza atisbando la salida de las alumnas en el lado oriente del edificio; las amigas que nos han durado toda la vida... eso y más nos dejó el Colegio Saltillense, cuya comunidad se reunió el pasado 25 de marzo, como cada año, en la celebración de la misa: “Alabado sea el Verbo Encarnado. Para siempre amén”.
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