Dentro de dos semanas, Estados Unidos elegirá a su próximo presidente. También estarán en juego el Senado y la Cámara de Representantes.
¿Quién ganará?
¿Qué dicen las encuestas?
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Para el partido demócrata, el mejor escenario en este momento sugiere un triunfo apretado de Kamala Harris y la posibilidad de retomar, también por un margen estrecho, el control de la cámara baja. Será muy difícil que los demócratas mantengan la mayoría en el Senado.
Para los republicanos, el escenario más favorable supondría un cambio de rumbo radical para Estados Unidos. Donald Trump está en buena posición para ganar la presidencia de nuevo. Los republicanos probablemente retomarán el mando del Senado y, con suerte, podrían evitar la derrota en la Cámara de Representantes. De ser así, tendrían la trifecta en el poder ejecutivo y legislativo, además del control de la suprema corte del país.
En otras palabras, es enteramente posible que el partido republicano de Donald Trump se haga de carro completo.
La pieza central es la Presidencia.
En este momento, la contienda presencial está dentro del margen de error. Ningún sondeo le da a Harris o Trump una ventaja clara en los siete estados fundamentales que decidirán el resultado dentro de dos semanas.
Pero la dinámica de la contienda favorece a Trump.
Después de un principio prometedor, la campaña de Harris parece haber dejado de crecer. Harris ha hecho todo lo que ha podido, incluido presentarse en una entrevista complicada en Fox News, organización afín a su rival. Pero lo cierto es que la vicepresidenta de Estados Unidos enfrenta un escenario complicado.
Este fin de semana, el analista Nate Silver explicaba en su boletín que Harris tiene que contender con las secuelas de la inflación (que ha disminuido, pero sigue irritando) y el descontento con la situación económica, descontento injustificado de acuerdo con la realidad estadística de la economía estadounidense, pero al parecer no con la percepción de los votantes. También tiene que lidiar con una agenda migratoria que no le favorece, con la impopularidad de Joe Biden y una lista considerable de factores en contra.
A eso hay que sumar una variable oculta y dolorosa... pero indudable: el peso del racismo y la misoginia en la decisión final de los votantes.
Históricamente, las mujeres y la gente de color que han buscado cargos de elección popular en Estados Unidos han enfrentado hándicaps reales. Es más difícil ganar una elección siendo mujer o persona de color. Harris es ambas. Su candidatura les pide a votantes de toda índole que superen dos prejuicios al mismo tiempo. No está claro que el país esté a la altura del parteaguas.
Donald Trump, en cambio, parece haber consolidado una base de apoyo de alrededor de 46 por ciento del electorado. Supera a Harris entre los hombres y sobre todo los hombres jóvenes. La población sin educación universitaria lo respalda con claridad. Parece que Trump podrá jalar un número pequeño, pero suficiente de votantes negros y latinos como para inclinar la balanza en sitios específicos.
Para Trump, la clave está en animar a votantes que no están acostumbrados a sufragar, votantes con poca propensión a participar. Si lo logra, ganará la elección.
Los demócratas pueden encontrar consuelo en esa misma cifra. Es verdad que Donald Trump no parece poder crecer más allá del 46 por ciento de aprobación. Por eso, para Harris, la clave está en convocar no sólo a los demócratas sino también a aquellos que, después de escuchar a Donald Trump por casi una década, están cansados ya de la polarización que el candidato republicano ha provocado.
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Con eso en mente, los demócratas tienen una ventaja, que no es menor: cuentan con una maquinaria de organización local más sofisticada y efectiva que lo que ha logrado construir Trump. En una elección que se decidirá por el más mínimo margen, esa operación diseñada para entusiasmar a la base demócrata y convencer a los indecisos, podría darle el triunfo a Harris.
Lo cierto, sin embargo, es que a dos semanas son los republicanos los que parecen tener mejores posibilidades de volver al poder y consolidar un proyecto que sería indudablemente radical en muchas áreas, incluida la migración, la agenda comercial y la imposición de valores conservadores en la agenda social interna.