La estrategia de seguridad del presidente Andrés Manuel López Obrador sintetizada en la frase “abrazos, no balazos”, es una mentira. A lo largo de su sexenio se ha mantenido la guerra contra la delincuencia organizada, lo cual lleva dos reflexiones. Que su estrategia sólo sirvió para la narrativa de que “era diferente” al expresidente Felipe Calderón, que enfrentó a los cárteles y a las bandas criminales en el país, y que la gestión de esa política oculta fue un fracaso, pues los índices de violencia rebasaron ampliamente a los de sus predecesores, y los homicidios dolosos se mantienen en máximos históricos.
Un informe de las organizaciones no gubernamentales Data Cívica e Intersecta, “La Guerra que Cuenta la Sedena”, sustentado en los correos electrónicos del Ejército que fueron hackeados por el colectivo que se hace llamar Guacamaya, exhibe la mentira de López Obrador quien el 30 de enero de 2019 declaró: “Ya no hay guerra. Oficialmente ya no hay guerra”. Apenas iniciaba el sexenio cuando dijo que buscaba la paz y la iba a conseguir. “Pero la guerra no terminó”, concluyeron Data Cívica e Intersecta. “Se siguió peleando y registrando internamente como tal. Incluso, atribuyéndole 11 por ciento más muertes que su antecesor”.
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Los correos hackeados incluyeron una base de datos, analizada por las dos organizaciones, que registran más de 58 mil eventos entre 2017 y 2020, los cuales dejaron 70 mil 898 personas asesinadas y quienes fueron contabilizadas como “vinculados a la delincuencia organizada” con una metodología poco clara, precisaron, y estigmatizantes, similar a la que se empezó a utilizar en el gobierno de Calderón. La estigmatización ha continuado en el gobierno de López Obrador, el cual, bajo la metodología aplicada, ubicó en esa clasificación al 59.3 por ciento de los asesinatos totales en el país, superior en 7.3 por ciento de los que se sumaron en el gobierno de Calderón, y 11 por ciento arriba de lo que se computó en el de Peña Nieto.
La información analizada y sistematizada por las dos organizaciones es un espejo del Waterloo del gobierno en el campo de la seguridad pública, donde desplegó a miles de soldados del ejército y la Marina, y de la Guardia Nacional, que remplazó a la Policía Federal, y que siempre respondió a la Secretaría de la Defensa Nacional. Actualmente hay más elementos en tareas policiales, con mayor presupuesto, equipo y calidad de armamento. Todos los días entre semana, le gusta presumir al Presidente, se reúne con su gabinete de seguridad –“que no se hacía antes”–, para revisar lo que se ha hecho y girar instrucciones. Y cada semana, se vanagloria que los índices de violencia han bajando por el éxito de la estrategia seguida. Pamplinas.
De acuerdo con los datos del primer cuatrimestre del año, los homicidios dolosos van al alza. Las cifras de la Secretaria de Seguridad Pública muestran un aumento de 0.26 por ciento durante el primer cuatrimestre de este año, comparado con el mismo periodo en 2022, para un total de nueve mil 912 este año contra 9 mil 880 el pasado. Como un fenómeno adicional, los homicidios dolosos y el feminicidio crecieron en 15 entidades del país, sugiriendo una expansión de la violencia en el país. Las cifras provienen de la recopilación que hace el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública de las fiscalías estatales, que aparentemente están maquillando los homicidios dolosos para mostrar una reducción en los índices de violencia.
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Recientemente, la organización Causa en Común mostró las falacias de las autoridades, que “hacen creer que los registros delictivos están disminuyendo cuando en realidad se están subcategorizando”. En el primer trimestre de este año, indicó, se reportó solamente un incremento de 2 por ciento de víctimas de homicidio doloso, pero registró un aumento de más de 10 por ciento de víctimas de “otros delitos contra la vida”, que es la forma como han cambiado de categoría el mayor número de crímenes deliberados, “que no reflejan la violencia en México”.
El subregistro puede ser porque no hay denuncias de los delitos, por lo cual no hubo acción de la fiscalía ni investigación. De acuerdo con datos oficiales reportados por Causa en Común, los delitos con mayor cifra negra son la extorsión, el secuestro y el fraude, que dejan sin ser denunciados en más de 9 de 10 incidentes. La otra razón del subregistro, añadió, es porque “los responsables probablemente manipulan y ocultan sus cifras de incidencia delictiva”.
Un ejemplo del actuar gubernamental fue la forma como el martes dijeron las autoridades federales que el promedio diario de homicidios dolosos había bajado en abril 17 por ciento con respecto a 2020, una comparación absurda en términos metodológicos que, además, no habla del efecto por el confinamiento durante la pandemia del coronavirus ni que 2021 y 2022 fueron los años más violentos de la historia. En su investigación, Data Cívica e Intersecta dijeron que las autoridades criminalizan a civiles y justifican, minimizan o encubren la participación del Estado en sucesos violentos, que forma parte de la gran mentira que se vive en México sobre la seguridad pública.
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Tomando todos los estudios, sus conclusiones muestran que el número de delitos federales, y en particular homicidios dolosos, es muy superior al que está reportado. Al mismo tiempo, el total de elementos involucrados en la seguridad pública rebasa ampliamente a los policías y militares dedicados a esas tareas en los gobiernos anteriores. En este sexenio desapareció la Policía Federal, que tenía 38 mil elementos desplegados, y la sustituyó con la Guardia Nacional, que tenía desplegados 106 mil elementos hasta el año pasado. Al mismo tiempo se elevó el presupuesto para Fuerzas Armadas, de 93 mil millones de pesos en 2019 a 102 mil millones para 2023, sin contar los casi tres mil millones para la Secretaría de Seguridad, donde se encuentra adscrita la Guardia Nacional.
La combinación de elementos es tóxica: la lucha contra la delincuencia sigue, como en los gobiernos anteriores, con más recursos presupuestales. Pero el resultado es que hay más violencia y más muertos. El fracaso de la estrategia y su ejecución, quién lo dude, es un rotundo fracaso.
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