Aciertos y absurdos tras las manifestaciones en defensa del INE

Opinión
/ 28 febrero 2023
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La marcha de la derecha empresarial y partidista emprendida el domingo pasado en el Zócalo de la CDMX fue considerada por los organizadores como todo un éxito por la cantidad de participantes, aproximadamente 300 mil. Los dirigentes desplegaron una retahíla de discursos que presagian peligros, con lo que se está prácticamente adelantando un fraude para el 2024, y no estoy diciendo algo que no haya emitido en su arenga la madracista Beatriz Pagés y otros discursistas en el Zócalo.

Es preciso reconocer que la marcha mostró una imagen de un México nuevo que se adentra hacia las democracias políticas liberales dejando atrás el autoritarismo que corrió durante todo el siglo 20 surgido de la Revolución y en ella la derecha era marginada, fuera totalmente del sistema político que se centra en un solo partido y posteriormente en el presidencialismo, de manera que presidente y partido de Estado-PRI son los pilares, que durante décadas dieron rumbo al país en una cultura cívica de súbditos del sistema, ahora se presentan los prolegómenos de un sistema político plural de ciudadanos que se encaminan a decidir con el voto cuál es el proyecto y personas que deben encausar a este país.

Estamos en un contexto en el que por ahora hay dos proyectos para la nación. Por un lado el de Morena con la 4T, y por el otro el de la oposición, Va por México (PAN, PRI, PRD) al que le falta trabajo para borrar la sospecha del fraude de 2006, que tiene fundamentos. Hoy el PRI se mantiene sólo en algunos estados como Coahuila, Durango, Aguascalientes y el Estado de México, aunque la credibilidad se va abriendo paso, por lo que la alianza entre PAN y PRI enfrentará en mejores condiciones la elección del 2024, aunque hay que reconocer que no atraen mucha emoción en los ciudadanos, ni se ven ahí liderazgos que llamen la atención, están Lilly Téllez, Marko Cortés, son los que más se ven y Maru Campos, gobernadora de Chihuahua.La unificación del PRI-PAN se ve como natural, hace tiempo que se veían como iguales, de ahí lo de PRIAN. Aún no encuentran programa en contra de la 4T, no obstante, se vislumbra que la vida política de este país ha iniciado una trayectoria hacia la normalidad democrática. La ruta apenas comienza, no es sencilla porque la costumbre era la opción única, el PRI.

La oposición partidista y la ciudadanía debieran aceptar que el INE debe cambiar. Defender que no pueden modificarse o desaparecer algunas de las 300 organizaciones distritales augura un desastre, dicen los opositores al plan B de la reforma electoral, el que en realidad es el principio a una política de mayor justicia social para impulsar una mayor igualdad entre la población lo cual es la médula espinal de la política.

El INE podría quedarse como está, aunque sería bueno que dejara de ser una institución aristocrática, plutocrática, pero el país sí necesita cambios, vencer la corrupción, la desigualdad, el clasismo, la discriminación.

Es disparatado afirmar que este gobierno pretende destruir al INE, acabar con la democracia e imponer una dictadura, argumentos que se manejaron por algunos oradores en la marcha del domingo pasado, cuando en realidad lo que la 4T pretende es avanzar en la construcción de una democracia participativa y directa en la que los ciudadanos sean protagonistas permanentes, y no sólo cuando acudan a las urnas, en la que las decisiones relevantes se tomen previa consulta entre la población, en la que la permanencia del mandato esté condicionado a la confianza en los mandatarios –y no únicamente el titular del Ejecutivo federal– y en la que el poder del dinero quede excluido como factor en la conformación del poder político.

La cultura política es lo más difícil de cambiar en una sociedad, aunque la marcha del domingo pasado es una esperanza, hay mucho que hacer para fortalecer la participación popular fundada en el análisis, en el conocimiento del bien común.

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Columna: Horizonte ciudadano

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