Adopción homoparental: dudas y prejuicios
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Lo que creemos que nos diferencia de otras especies ha sido la razón, aunque nuestros dogmas, prejuicios y esa afición perniciosa que tenemos por aceptar los mitos y dichos sin información y base científica nos hacen pensar lo contrario. La prueba está en que, por milenios, nos hemos perseguido y eliminado por motivos de raza o religiosos. Los conflictos bélicos, limpiezas raciales y persecuciones iniciaron por estos motivos. Gobernados por nuestros deseos, hábitos y costumbres, como decía Hegel, los humanos opinamos con base en el desconocimiento o con argumentos sin sentido y, en el mejor de los casos, inspirados por las historias y leyendas del libro impreso por Gutenberg.
Y es que una cosa es pensar diferente y creer que se tiene la razón, y otra muy distinta es tenerla. Mientras que el saber y la razón hablan, la ignorancia y el error gritan, decía el poeta italiano Arturo Graf. Menciono esto por el debate mundial que despertó una de las reinas de belleza más polémicas de la historia: Ángela Ponce, la primera mujer transexual en representar a España en el certamen de belleza Miss Universo. Su participación encendió el tema con versiones sobre donde sí y no debería de incluirse a homosexuales, lesbianas y transexuales. De nuevo surgieron punto de vista: jamás el uso de la razón, mucho menos el deseo de impulsar la equidad de derechos.
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Luego se pasó al más polémico, el de la adopción de niños por matrimonios del mismo sexo. La presunción de que los niños necesitan una madre y un padre está muy extendida y ha sido utilizada para intentar prohibirlo.
En esta discusión han aparecido los argumentos de quienes están en contra, que hasta ahora se basan en lo que piensan que es correcto, y dicen: “Van a violar a los niños”, “También serán homosexuales o lesbianas” y “Tendrán afectaciones psicológicas”.
Sin embargo, diversas investigaciones han echado abajo estas versiones. Respecto a la primera, un estudio realizado por Carole Jenny, de la Universidad de Colorado, y publicado en la revista Pediatrics, revisó 269 casos de abuso sexual infantil. En el 82 por ciento de los casos, el delincuente fue un heterosexual o un pariente cercano; en sólo 2 de los 269 casos, el agresor era gay o lesbiana.
Respecto a supuestas afectaciones psicológicas de los niños, por lo menos en el desempeño académico, no se demostró nada. Un análisis de niños criados por parejas del mismo sexo encontró que los muchachos adolescentes en hogares del mismo sexo tenían un promedio de calificaciones de 7.9, en comparación con 7.6 para niños en hogares heterosexuales.
Sobre si los niños serían unos “inadaptados sociales”, la ciencia concluyó que los criados por padres del mismo sexo se involucraron en menos actividades ilícitas que los que fueron criados por padres de diferente género. Esto es obviamente incompatible con la afirmación de que los niños deben ser criados por un padre y una madre.
Abbie Goldberg, psicóloga de la Universidad Clark en Massachusetts, quien ha investigado a padres gays y madres lesbianas, dice que los padres/madres del mismo sexo tienden a estar más motivados y comprometidos que los padres heterosexuales. La ciencia indica que los niños de padres gays no muestran diferencias en el rendimiento, la salud mental y su desempeño social, y a eso agreguemos que estos niños pueden tener la ventaja de ser tolerantes.
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En contraparte, habría que analizar el desempeño que hemos tenido como padres heterosexuales. Y es que nuestra entidad ocupa los primeros lugares en incidencia de suicidios; el segundo sitio en divorcios; el primer lugar en obesidad infantil y somos los segundos en la tabla de embarazos entre adolescentes. Así que, preguntémonos de nuevo: ¿de verdad el ser hijo de padres heterosexuales te asegura un buen destino?
La verdad está ahí, en los datos comprobables, pero ¿les será insuficiente para asumirla como cierta y pensar y obrar en consecuencia? Pareciera que un día terminaremos convenciéndonos de que ellos tienen razón, pues queda claro que no todos hemos sido creados iguales. Lo podemos comprobar por sus desigualdades mentales y físicas, tan arraigadas, tan llenas de prejuicios.