Agua y responsabilidad. Una postura hacia el futuro
Quien haya observado los eventos climáticos durante los últimos meses se ha podido percatar de que los patrones climáticos están cambiando: regiones que antes gozaban de abundante agua ahora enfrentan escasez, mientras que otras sufren inundaciones devastadoras. Además, amplios periodos de sequías son seguidos de tormentas, temperaturas extremas, entre otros fenómenos que están haciendo sonar las alarmas debido a los retos que estos suponen para el ser humano. Los efectos de cambio climático que la ciudadanía observa tienen mucho que ver con la disponibilidad, la accesibilidad y la calidad de agua en sus hogares, sin embargo, la problemática del agua va mucho más allá del acceso doméstico o empresarial al elemento, pues este fenómeno reduce la capacidad de la tierra para sustentar la vida, cubrir las necesidades alimentarias, además de acabar con la biodiversidad de los ecosistemas.
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Siguiendo este argumento, puede notarse la relación entre cambio climático y escasez de agua, la cual puede entenderse como un círculo vicioso: el cambio climático agrava la escasez de agua y la escasez de agua, a su vez, agrava el cambio climático. Romper este ciclo requiere una acción coordinada y una ética de responsabilidad que vaya más allá del presente inmediato. Como explicaba el filósofo Hans Jonas: el ser humano tiene el deber moral de proteger la naturaleza y ese deber aumenta en la medida que sabemos lo fácil que es destruir la vida. Esta ética se centra en la previsión y la precaución, considerando no sólo las necesidades de las generaciones presentes, sino también de las futuras. Según Jonas, la humanidad tiene el deber de proteger la vida y la naturaleza en todas sus formas, asegurando que las condiciones de vida en la Tierra no se deterioren a niveles irreversibles.
En el contexto del cambio climático y la escasez de agua, la responsabilidad implica la necesidad urgente de mitigar los impactos ambientales y adaptar nuestras sociedades a las nuevas realidades. Esto incluye la adopción de tecnologías limpias, la gestión sostenible de los recursos hídricos y la implementación de políticas que fomenten la conservación y el uso eficiente del agua.
Las Naciones Unidas (ONU) han propuesto diversas estrategias y enfoques para promover el manejo responsable del agua, conscientes de que el acceso al agua potable y al saneamiento es un derecho humano fundamental y crucial para el desarrollo sostenible. Algunas de las principales iniciativas y recomendaciones de la ONU para el manejo responsable del agua están relacionadas con el enfoque de la gestión integrada para su manejo sostenible. Este enfoque busca coordinar el desarrollo y la gestión del agua, así como de la tierra y los recursos relacionados, para maximizar el bienestar social y económico de manera equitativa, sin comprometer la sostenibilidad de los ecosistemas vitales.
Las acciones que esta gestión implica deben ser transversales a las políticas públicas, poniendo de relieve la importancia de proteger y restaurar los ecosistemas relacionados con el agua −como ríos, lagos, humedales y acuíferos− dado que estos son esenciales para el ciclo del agua, la biodiversidad y la mitigación del cambio climático. Así mismo, resulta imprescindible garantizar el acceso universal al agua potable y saneamiento para todos, esto incluye abordar las necesidades de las personas en situación de vulnerabilidad y reducir la desigualdad en el acceso y en el saneamiento. Para ello se propone la promoción del uso eficiente del agua, lo que implica la adopción de tecnologías que reduzcan su desperdicio y mejoren la gestión de la demanda, así como la implementación de procesos participativos tendentes a la gobernanza sobre el bien natural.
Otra acción pendiente que debe ser tomada como prioridad consiste en la reducción de la contaminación del agua, esto es, eliminar vertidos de desechos peligrosos, minimizando la liberación de productos químicos y materiales dañinos, disminuyendo la proporción de aguas residuales no tratadas. La solución de esta problemática pasa por la educación y concienciación pública, así como por el desarrollo e innovación tecnológica. Como estrategia debe apostarse por apoyar el desarrollo y la implementación de tecnologías innovadoras que mejoren el acceso al agua potable, optimicen el uso del agua en la agricultura y la industria, y mejoren el tratamiento de aguas residuales.
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Por lo tanto, uno de los mayores retos a futuro será gestionar el agua de manera equitativa y sostenible, en un mundo donde la demanda de agua sigue creciendo debido al aumento de la población y al desarrollo urbanístico y económico. La responsabilidad entendida desde la perspectiva de Jonas, nos obliga a considerar las implicaciones a largo plazo de nuestras acciones y a actuar de manera que aseguremos la disponibilidad de agua para todos, incluidas las generaciones futuras.
Adoptar esta responsabilidad significa que debemos priorizar la sostenibilidad en nuestras decisiones diarias, desde el consumo de agua hasta las políticas energéticas. Este es un llamado a la acción, no sólo para preservar el mundo tal como lo conocemos, sino para garantizar que las futuras generaciones puedan disfrutar de un planeta habitable. En última instancia, la responsabilidad hacia el futuro es una responsabilidad hacia nosotras mismas y hacia la vida en su totalidad.
La autora es Investigadora del Centro de Educación para los Derechos Humanos de la Academia IDH
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH