La lactancia materna es una de las formas más efectivas para garantizar la supervivencia y buena salud de las niñas y niños. Además, es el alimento más completo y sustentable que pueden consumir las personas durante los primeros meses de vida.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) consideran la lactancia materna un derecho de niñas, niños y madres, lo que supone iniciar y prolongar una nutrición adecuada de los bebés y el derecho de las madres a decidir la forma de amamantar, a tener una información completa y tener condiciones adecuadas que les garantice la materialización de este derecho.
La lactancia materna tiene muchos beneficios, entre los que destaca proporcionar los nutrientes y la energía que necesita las personas al nacer. La leche materna es un producto biológico natural con numerosos componentes inmunológicos que tienen una función protectora de las infecciones para el lactante, asimismo, permite un mejor desarrollo neurológico, físico y emocional de niñas y niños.
La OMS recomienda que todos los bebés sean alimentados exclusivamente con leche materna desde el nacimiento hasta los 6 meses y que se mantenga de forma complementaria, al menos, hasta que cumplan 2 años. Se debe tomar en cuenta que amamantar presenta innumerables ventajas tanto para el lactante como para la madre a corto y largo plazo. Por ejemplo, en la salud física protege contra la muerte súbita del lactante, favorece la liberación de hormonas del crecimiento, disminuye los riesgos de la hipertensión, obesidad y fortalece la función inmunitaria; mientras que las mujeres que amamantan también presentan menores riesgos de padecer cáncer de mama y de ovario. Por lo que hace a la salud emocional, está probado que disminuye los riesgos de depresión, favorece el vínculo afectivo madre/hijo, fortalece la seguridad, el consuelo y la ternura entre ambos.
Por increíble que parezca, la lactancia materna también tiene beneficios sociales porque es una fuente de alimentación económica y ecológica que disminuye el gasto sanitario y familiar. Esta situación genera una disminución en las visitas a los servicios de salud y consultas médicas de los lactantes, y una menor ausencia laboral de los progenitores por enfermedades de sus hijos. Por lo que hace al medio ambiente, el menor consumo de leche y biberones se traduce en un ahorro de energía y residuos que contribuyen al cuidado del planeta.
El reconocimiento e importancia de la lactancia materna es tan antigua como la propia humanidad. No obstante, la comercialización inapropiada de los sucedáneos de la leche materna sigue socavando los esfuerzos para mejorar las tasas de lactancia, esto debido principalmente a la desinformación, a los mitos y costos laborales que supone mantener este importante periodo en madres trabajadoras principalmente.
Desafortunadamente, existe una baja tasa de lactancia materna y un abandono temprano de la misma a nivel mundial. De acuerdo con la OMS, solo 38 por ciento de los lactantes entre 0 y 6 meses reciben leche materna exclusiva, mientras que 34.8 por ciento de los lactantes lo hacen durante los primeros 4 meses de su vida. En México la lactancia materna exclusiva de 0 a 6 meses es de 33.6 por ciento (Ensanut Continua 2021-2022), cifra que se encuentra muy por debajo de las metas de desarrollo sostenible (50 por ciento a 2025 y 70 por ciento a 2030).
Esta problemática se acentúa porque más de quinientos millones de mujeres trabajadoras no se beneficia de medidas de protección de la maternidad, esenciales en la legislación nacional. Pocos países exigen a los padrones que ofrezcan a las madres trabajadoras pausa remunerada e instalaciones adecuadas para la lactancia o extracción de leche, provocando que menos de la mitad de los menores de 6 meses, hijos e hijas de madres trabajadoras, se alimenten exclusivamente de leche materna.
No es posible continuar con el discurso de apoyar acciones que favorezcan la práctica de la lactancia materna sin inversión y con ausencia de políticas que las promuevan y las protejan. Es indispensable que las prácticas de alimentación infantil en México sean confeccionadas e impulsadas en un ambiente político, social y laboral apto para que las mujeres y cuidadores principales puedan iniciar, establecer y continuar con la lactancia materna y una alimentación complementaria adecuada.
La lactancia materna requiere un enfoque multifactorial para facilitar su implementación y permanencia. Se requiere priorizar el derecho de las niñas y niños lactantes como primer motor de un pleno desarrollo de las infancias. Esto se puede materializar a través de esfuerzos conjuntos del sector público, privado y social para facilitar la lactancia en lugares de trabajo, ampliar licencias de maternidad, contemplar instalaciones de salas de lactancia y talleres de sensibilización que fomenten una cultura de respeto a la lactancia materna. Estas y otras acciones podrán contribuir en la mejora nutricional y afectiva en la primera infancia de nuestras hijas e hijos.
La autora es Directora del Centro de Derechos Civiles y Políticos de la Academia Interamericana de Derechos Humanos
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH