¡Aguas con el agua!
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El recién casado se veía pálido, abatido, exangüe, deprimido, laso, exinanido, lánguido, desfallecido, agotado y decaído. Un amigo le preguntó: “¿Por qué te ves así?”. Con feble voz audible apenas respondió el lacerado: “Todos los días mi esposa no se duerme, sino hasta las 2”. “¿De la mañana?” –inquirió el otro–. “No –precisó el recién matrimoniado–. Veces”... Un individuo en competente estado de ebriedad se plantó en medio del atestado Bar Ahúda y profirió, agresivo: “De aquí p’acá son puros pendejos, y de aquí p’allá puros cabrones”. Se puso en pie un hombrón de estatura procerosa y músculos de toro y le dijo: “Oiga usted, yo no soy ningún pendejo”. Replicó el temulento: “Entonces pásese p’al otro lado”... Solicia, célibe madura, invitó a merendar en su casa a unas amigas. De pronto sonó el teléfono. Levantó ella la bocina. Era una llama obscena. Le dijo Solicia al individuo: “En este momento no puedo atenderlo porque tengo visitas, pero déjeme su número y luego me reporto”... “¡Aguas!”. Esa expresión sirve para advertir acerca de un peligro que nos amenaza. El uso de tal término es antiguo: viene desde la mal llamada Colonia. En las casas no podía faltar la bacinica, conocida también con otros nombres: bacín; taza de noche; borcelana; perica; necesaria; tibor; la de una oreja; dompedro; miravisiones; orinal. Su contenido se arrojaba a la calle, y quien lo hacía gritaba “¡Aguas!” a fin de que quienes iban pasando se detuvieran para no ser mojados por ese odorífero diluvio. Pues bien: ahora hay que decir en la Ciudad de México: “¡Aguas con el agua!”, pues es inminente una grave calamidad urbana motivada por la falta del vital líquido, si me es permitido llamar al agua con esa frase inédita. Sucede que damos por asegurada el agua y no la cuidamos, antes bien abusamos de ella y la desperdiciamos neciamente, como si fuera inagotable. No lo es. Hay tiempos de sequía, a veces prolongados, en que las llaves del cielo se cierran, las nubes se van a otros parajes, se secan los manantiales, las presas se vacían, y en las ciudades los sistemas de distribución quedan sin qué distribuir. Recientemente Monterrey afrontó una severa crisis de falta de agua que fue causa de protestas por parte de los ciudadanos y puso en aprietos a las autoridades de los municipios que forman esa gran metrópoli. La población de la capital de la República es mucho mayor, y mayores serán los problemas sociales si no se atiende con oportunidad y tino el tema de la escasez del líquido. Cabe decir entonces con preocupación que ya se vuelve alarma: “¡Aguas con el agua!”... Un tipo pidió empleo de vendedor. Le preguntó el jefe de personal: “¿Tiene usted poder de convencimiento?”. “¿Que si tengo poder de convencimiento? –respondió el sujeto, alardoso–. Mire: desde que me casé le dije a mi mujer que tengo un tío enfermo al que debo visitar todos los viernes en la noche. Llevo 15 años de casado, y todavía me lo cree”... “En vano son tus reiteradas solicitaciones –le dijo la romántica doncella al insistente galán–. Jamás podrás entrar en mi corazón”. Aclaró el temoso tipo: “No es ahí a donde quiero entrar”... Noche de bodas. El joven Meñico dejó caer la bata de popelina verde con ositos rojos que para la ocasión le había confeccionado su mamá, y se presentó por primera vez al natural ante su dulcinea. Le dijo con ternura: “No estés inquieta ni nerviosa, linda. Sé que ésta es tu primera experiencia en la amorosa intimidad, de modo que procederé a consumar nuestro matrimonio con delicadeza”. Le contestó la flamante desposada: “Tú aviéntate, pelao. Con eso que tienes no hay motivo de preocupación”... FIN.
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