Ahora resulta... Mariana Rodríguez, Samuel García y Vicente Fox
Le brotaron como gremlins en aguacero los “defensores de oficio” a Mariana Rodríguez
Les platico que en particular me dieron risa unos que le “exigieron” a Fox que tenga la bondad de disculparse con la esposa de Samuel García.
A esos oficiosos de cerebros desamueblados, el expresidente panista ni siquiera los hace en este mundo.
En particular me dio ternura uno que trabaja en cierta Secretaría venida a menos del gobierno fosfo fosfo del nuevo Nuevo León, que en un twitt X le pide a Vicente que se disculpe por la “ofensa” proferida a la esposa del jefe del jefe del jefe del jefe de su jefe.
De ese bajísimo nivel es el puesto que ocupa el mentado funcionario en el gobierno de NL, que se rasgó las medias y las vestiduras por la esposa del conato de candidato naranja a la presidencia de México.
Dan ganas de decirle:
Siéntate, bato, no te vayas a cansar de esperar así, sentadito la disculpa que reclamas al expresidente.
Fox le dijo a Mariana que es una “dama de compañía” y sobraron los interpretadores de oficio que le dieron a tal expresión una mala connotación.
Mariana no necesita guajes para nadar
Es más, ni ella misma hace en este mundo a sus “defensores oficiosos”.
La esposa de Samuel ya le respondió a Fox, tildándolo de misógino y echando por delante la violencia de género y no sé cuántas lindeces
más.
Más exageradas que el twit X de Fox han sido las respuestas de Mariana y las de sus oficiosos defensores, con decirles que hasta Xóchitl se trepó al tranvía.
Mariana y todos los influencers como ella saben el riesgo al que se exponen ventilando en público sus vidas privadas.
La fama que tanto buscan para sus afanes comerciales, o como ella misma dice, de empresaria, trae consigo eventos como el referido.
Si no se quiere ver expuesta a estas cosas, pues que no se exhiba tan públicamente como lo hace ni ande haciendo apología familiar para apuntalar los afanes oníricos de su marido.
Deje a la familia en casa y en su caso apóyelo solita con su presencia.
A menos de que su intención sea jalar simpatías hacia su marido, vendiéndolo como un amoroso padre de familia que carga -solo para la foto- a una infanta que nada tiene que ver ni hacer en este argüende.
Nomás porque la nena aún no habla, pues capaz de que preguntaría a sus progenitores: “y yo que diablos naranjas pinto en este embrollo?”
Fox es un inocente corderito jubilado, comparado con lo que le espera a esta pareja de influencers si siguen haciendo alarde de sus “habilidades publicitarias” -con el dinero de otros- para promoverse públicamente.
Cajón de sastre:
Mariana y Samuel son entes públicos porque ellos lo quieren. Entonces, aguanten vara.