Alemania, al rescate de la democracia

La extrema derecha que se apoderó del Partido Republicano en Estados Unidos, sin pudor ni rubor alguno, ha desplegado una campaña para extender su movimiento por el mundo entero.

Los acontecimientos de la semana anterior son sintomáticos de dicha ofensiva: Se llevó a cabo en Washington D.C. la reunión anual del Comité de Acción Política Conservador (CPAC, por sus siglas en inglés). Las figuras más notorias de la extrema derecha mundial acapararon el escenario. Envalentonados por el triunfo electoral de Donald Trump, redoblan su ofensiva y no pierden un sólo minuto.

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En el evento no podía faltar Elon Musk, el hombre más rico del mundo. Ostentando la motosierra que le regaló Javier Milei, presidente argentino, quien la utiliza como divisa en su campaña para achicar el Estado; un rol que Trump encomendó a Musk. Lo presumen, lo celebran y, de pasada, humillan a sus adversarios.

La mayoría gobernante en Estados Unidos aplaude y celebra. Pero ojo, no es más que la consecuencia, el pendulazo provocado por los excesos del Partido Demócrata, cuyos gobiernos abandonaron sus banderas sociales y las cambiaron por una agenda “woke” que fue barrida en las elecciones de 2024.

Tras el regreso avasallador de Trump a la presidencia, la primera prueba de fuego para la derecha mundial se dio en Alemania el fin de semana pasado. Elon Musk y la derecha radical apostaron por Alternativa para Alemania (AfD), el partido de ultraderecha que ha venido creciendo elección tras elección. Musk llegó a publicar que sólo el AfD podría salvar a Alemania. Por fortuna, y al igual que en Reino Unido, Francia y España, los ultras fracasaron en su intento, pero cierto es que el AfD conquistó el segundo puesto en detrimento de los socialistas del SPD.

En Europa, el sistema parlamentario y multipartidista contribuye a moderar los extremismos. Es muy difícil que una sola formación obtenga una mayoría. Es así como los partidos se ven obligados a negociar la agenda y las posiciones de gobierno, a formar coaliciones. En esta ocasión, la derecha radical alemana creció 10 por ciento para llegar a 20 por ciento, y se convirtió en la segunda fuerza política, su mayor crecimiento desde la era Nazi; la izquierda radical también creció 4 por ciento para llegar a 8.5 por ciento. Ambos lo hicieron a costa de los socialdemócratas que gobernaban y que hoy son tercera fuerza política.

Los grandes ganadores de la elección alemana fueron los demócrata-cristianos, la centroderecha, de Friedrich Merz, heredero de Angela Merkel. Por sí solos no podrán formar gobierno, pero están sobrados con el apoyo de los socialistas, que alcanzan cerca del 17 por ciento, y quizá algún otro partido minoritario. Si alguien conoce los estragos que puede dejar el fascismo, son precisamente los alemanes. De ahí que la centroderecha y la centroizquierda, a pesar de sus diferencias, suelen unirse para bloquear el ascenso de los ultras.

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El extremismo destruye; su base es el odio. Independientemente de cuáles sean las causas que dice defender, suele atacar a los más vulnerables. Hoy la democracia no está de moda porque los demócratas hicieron muy mal las cosas. Las recetas simplistas que proclama la ultraderecha son una tentación para sociedades enteras, es muy reconfortante tener a un chivo expiatorio para cargarle las culpas.

Llegan, se apoderan de todo, acaparan el micrófono. Regalan dinero a raudales y el pueblo les aplaude, pero todo tiene un límite; cuando el dinero se acaba, se cierra el chorro de dádivas y el gobierno se debilita porque con discursos los países no progresan. La justicia sólo llega con el tiempo y se da a base de esfuerzo, organización, Estado de derecho, desarrollo económico y respeto a los derechos de todos, en especial de los más pobres y vulnerables.

@chuyramirezr