Altares como exigencia de justicia y memoria frente a la impunidad

Opinión
/ 1 noviembre 2025

Cuando se mata a un periodista, no sólo se asesina a una persona: se asesina una posibilidad de justicia

Este 2 de noviembre, México honra a sus muertos con flores, papel picado y ofrendas que iluminan la memoria. En un mundo que corre sin detenerse y olvida con facilidad, esta tradición nos invita a hacer una pausa. Nos recuerda que, aunque nuestra vida sea apenas un parpadeo en el universo, hay recuerdos que nos vuelven infinitos.

También en este mismo día, en México y el resto del mundo, se conmemora el Día Internacional para Poner Fin a la Impunidad de los Crímenes contra Periodistas. Por tanto, no existe una fecha más simbólica y elocuente para recordar que aun en la llamada “era de la información”, donde los datos circulan sin descanso, decir la verdad sigue siendo una conducta incómoda. Tanto, que quienes ejercen algún tipo de poder sin límites y se sienten amenazados por su divulgación, la castigan.

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Porque informar con rigor no sólo implica revelar lo que otros prefieren mantener oculto, sino también enfrentar el riesgo de hacerlo en contextos donde la verdad aún se paga caro: a veces con la libertad, otras con la vida. Quienes se atreven a sostenerla –ya sea con la pluma o la cámara– cumplen una función esencial para la democracia, pero lo hacen asumiendo un costo personal que, en muchas ocasiones, ha sido irreversible.

Esa persecución no ocurre al azar: busca silenciar investigaciones sobre actividades ilícitas, redes de corrupción y abusos de poder. En otras palabras, se castiga el ejercicio periodístico cuando revela las estructuras que sostienen la violencia, la desigualdad y la impunidad. Porque empoderar a las personas con información veraz, permitirles comprender y defender sus derechos, sigue siendo una amenaza para quienes se benefician del silencio.

De acuerdo con Reporteros Sin Fronteras, en 2024, 54 periodistas fueron asesinados en el mundo como consecuencia del ejercicio de su profesión. No obstante, la represión no se limita al asesinato: 550 periodistas están encarcelados, siendo Israel la tercera mayor prisión del mundo para la prensa; 55 han sido secuestrados, la mayoría en Siria; y 95 siguen desaparecidos en 34 países. Además, el 45 por ciento de estos casos son desapariciones forzadas, atribuibles a gobiernos autoritarios o negligentes. Como si no bastara, la UNESCO estima que cerca del 85 por ciento de los asesinatos de periodistas a nivel global siguen sin resolverse, lo que significa que sus responsables no enfrentan consecuencias ni rinden cuentas ante la justicia.

En México, la situación de las personas periodistas no es diferente. La organización Artículo 19 ha documentado 174 asesinatos y 31 desapariciones de periodistas desde el año 2000. Además, en lo que va de 2025, seis periodistas han sido asesinados por ejercer su labor informativa. Es por ello que esta columna, a manera de altar, también se enciende hoy por ellos. Esta síntesis busca rendirles homenaje, nombrarlos con respeto y recordar por qué su trabajo era esencial para la democracia:

1) Calletano de Jesús Guerrero. Asesinado el 17 de enero en Teoloyucan, Estado de México. Subdirector de Global México, publicaba noticias sobre delincuencia, violencia y política local. Estaba bajo protección federal desde 2014, tras recibir amenazas por su labor periodística. Fue asesinado a tiros en el estacionamiento de una iglesia, apenas cuatro días después de haber sido amenazado nuevamente en su domicilio.

2) Kristian Uriel Martínez Zavala. Asesinado el 2 de marzo en Silao, Guanajuato. Fundador de El Sinaloense Mx y reportero de Reporte Silao, cubría nota roja y hechos urbanos. Había recibido medidas de protección tras amenazas previas. Fue emboscado y asesinado junto a su conductor.

3) Raúl Irán Villarreal Belmont. Asesinado el 13 de marzo en San Luis de la Paz, Guanajuato. Director del Observatorio Ciudadano, documentaba irregularidades en contratos municipales y programas sociales. Fue secuestrado en presencia de su hija y asistentes, y posteriormente asesinado.

4) José Carlos González Herrera. Asesinado el 15 de mayo en Acapulco, Guerrero. Colaborador de El Guerrero y Opinión Ciudadana, administraba una página de noticias locales con sátira política y denuncia ciudadana. Había sobrevivido a un intento de homicidio en 2023.

5) Ángel Sevilla. Asesinado el 8 de julio en Obregón, Sonora. Fundador de Noticias 644, medio local con amplia audiencia. Cubría operativos, hallazgos de cuerpos y enfrentamientos armados. Fue atacado mientras circulaba en motocicleta; su compañero grabó el hecho sin saber que él era la víctima.

6) Ronald Paz Pedro. Asesinado el 9 de julio en Guerrero. Fundador de NotiExpress, transmitía en vivo denuncias ciudadanas. Minutos después de documentar un socavón, fue asesinado. Había denunciado amenazas desde 2019, incluyendo corrupción y extorsión por parte de autoridades. “Sé que lo que estoy haciendo me va a costar la vida”, advirtió públicamente.

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Cada uno de ellos representa una voz que incomodó al poder, una investigación que no llegó a publicarse, una verdad que no pudo completarse. Y sin justicia, el mensaje es claro: matar periodistas no tiene consecuencias. Pero los altares que se levantan en su honor y el de otras personas periodistas no son sólo homenajes. Son denuncias. Son exigencias. Son resistencia pura. Y en cada vela encendida hay una pregunta que arde: ¿por qué el Estado no protege a quienes protegen la democracia?

El periodismo no es sólo una profesión: es una forma de cuidar lo común. Es el derecho de todos a saber, a entender, a exigir. Y cuando se mata a un periodista, no sólo se asesina a una persona: se asesina una posibilidad de justicia. Este Día de Muertos, recordemos a quienes murieron por contar lo que otros querían ocultar. Y este Día Internacional contra la Impunidad, exijamos que sus muertes no queden en el olvido.

Que sus nombres no se borren. Que sus historias no se callen. Porque donde la justicia no llega, la memoria se vuelve altar y en cada vela encendida ilumina la verdad, con la firme promesa de que mientras haya quien recuerde, nadie ni su legado muere del todo.

La autora es Docente e investigadora de la Academia Interamericana de Derechos Humanos

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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