“Lo que mal empieza, mal termina” dice un famoso refrán. En ese deplorable estado se encuentran actualmente las relaciones diplomáticas de México con el exterior bajo la administración saliente de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). A base de ocurrencias ha tratado de relacionarse con el mundo con meros siete viajes oficiales fuera del país que ha celebrado desde que asumió el cargo, un mínimo histórico y sin avión presidencial que por capricho personal vendió al dictador de Tayikistán a menos de la mitad de su valor original.
Una larga letanía de errores caracterizan su proceder. Calibró mal cuando tardó hasta mes y medio en reconocer a Joe Biden como ganador en EU durante la contienda que éste libró contra Donald Trump. En marzo de 2019 –debido a un evidente lapso de lucidez mental–, envió una carta dirigida al Rey de España donde solicitó una disculpa explícita por la conquista de México ocurrida hace 500 años. Repitió lo mismo con el Papa Francisco al considerar que la Iglesia Católica fue cómplice de ese suceso. El primer caso condujo al congelamiento de las relaciones diplomáticas con la madre patria, y el segundo eventualmente pasó al olvido.
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En América Latina el panorama ha sido igual de desolador para el prestigio de México con el tabasqueño. A finales de 2019 Bolivia protestó enérgicamente ya que un jet de la Fuerza Aérea Mexicana extrajo al expresidente Evo Morales en calidad de “exiliado”. El radical indígena socialista llevaba enquistado 13 años en el poder e iba por su cuarta elección consecutiva hasta que una insurrección popular con apoyo de la cúpula de seguridad frenó sus planes de permanecer en la Presidencia de manera indefinida. Morales fue recibido con honores por la judía socialista Claudia Sheinbaum en el aeropuerto capitalino, al tiempo que Bolivia se sumía en una grave crisis constitucional.
En 2021 el gobierno mexicano honró a otro tirano en plena conmemoración de nuestra independencia. Se trató de Miguel Díaz Canel, el mandamás de la empobrecida, aislada y moribunda isla comunista de Cuba donde abunda la represión pero escasea la comida. Un año después, AMLO desairó al Presidente de EU al negarse acudir a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles con la justificación que no fueron invitados sus amigos autócratas de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Por si no resultaran suficientes sus berrinches personales que dejan entrever la clara ideología bolchevique de su agenda, recientemente López Obrador se reunió con su homólogo Gabriel Boric de Chile para conmemorar el golpe de Estado contra Salvador Allende. Éste fue un marxista fracasado que arruinó la economía chilena en los años sesenta con nacionalizaciones, sindicalizaciones y expropiaciones fuera de control, con asesoría de Fidel Castro; su caída y la precaria situación de esa nación sudamericana lamentablemente dio paso a una brutal dictadura comandada por el general Augusto Pinochet.
En 2022 AMLO canceló la Cumbre de la Alianza del Pacífico –un dinámico bloque comercial conformado por México, Chile, Colombia y Perú. La razón: el acomplejado de Macuspana insultó a los peruanos y justo como en el caso boliviano, apoyó a un enemigo de la democracia. El expresidente Pedro Castillo se disponía a disolver el Congreso de su país de manera ilegal para gobernar por decreto y así evitar una investigación por corrupción en su contra. Afortunadamente el usurpador fue retenido a tiempo y puesto tras las rejas por quebrantar el orden constitucional en Perú. Dada su mala apuesta, el fundador del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) fue declarado “persona non grata,” el peor distintivo que puede recibir un Jefe de Estado. Hasta la fecha López Obrador tiene prohibido pisar suelo andino por instrucciones de los congresistas peruanos.
Además de dañar las relaciones de México con EU, España, El Vaticano, Bolivia y Perú por mera verborrea, el inquilino de Palacio Nacional arremetió desde inicios del presente año contra el nuevo Presidente electo de Argentina, Javier Milei. Un intercambio de insultos sucedió. Al sudamericano lo llamó “facho conservador”, pero el porteño reaccionó con dureza y describió a López Obrador como lo que es: “¡verdaderamente patético, lamentable, repugnante!”.
Después advirtió al comentar “es un problema de los mexicanos si eligen a los socialistas”, en referencia a las elecciones de este 2024 que parecen dar ventaja a la candidata del partido gobernante, la judía comunista de Claudia Sheinbaum, quien ha usado sumas billonarias del erario público para comprar voluntades tal y como hicieron los peronistas argentinos durante décadas con el objetivo de eternizarse en el poder. Solo que les fue imposible seguir engañando a la gente con una hiperinflación anual de 300 por ciento que generó millones de pobres en la tierra del bife, el mate y el tango.
Por último, pero no menos relevante, el gobierno federal erró de nueva cuenta con otro aliado tradicional. La violación de las instalaciones del cuerpo diplomático mexicano acreditado en Quito para sustraer al exvicepresidente Jorge Glas por la fuerza, fue un hecho inédito y repudiable por parte de la policía ecuatoriana. Pero también lo fue la provocación de AMLO al conceder asilo a un criminal convicto que ya había estado en la cárcel y era buscado para cumplir una segunda sentencia.
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Sus penosas declaraciones sobre el difícil proceso electoral en Ecuador –en el cual fue asesinado el principal contendiente presidencial– sepultaron las buenas relaciones entre los dos países. Irónico que López Obrador señale a sus pares ecuatorianos como coludidos con los cárteles de la droga, siendo que él ya ostenta el apodo de “Narco Presidente” en redes sociales con más de 20 millones de menciones en solo 60 días. Detrás del sobrenombre digital no olvidemos que también hay más de 170 mil cadáveres en lo que va de su trágico sexenio debido a la “estrategia” de “Abrazos No Balazos” que ha resultado en el fortalecimiento del narco-terrorismo en México.
En conclusión, estos cinco años con Morena en la Presidencia han resultado catastróficos para el prestigio de la diplomacia mexicana. Hemos perdido importantes aliados históricos y ganado sustanciales desdenes con jugadores relevantes en el escenario mundial. La locuacidad de López Obrador, ahora el “Narco Diplomático”, ha puesto siempre a México del lado equivocado de la justicia, la democracia y la libertad ahí donde se le ocurre intervenir sin ser requerido. Y donde realmente debería interceder por obligación moral –las guerras de Siria y Ucrania, la ingobernabilidad en Haití, la opresión política en China, Cuba y Venezuela, el genocidio deplorable en Palestina–, no lo hace por ignorancia u omisión. Aún le resta medio año para seguir avergonzándonos a los mexicanos con su insensatez que no tiene límites.