AMLO: El pato (o ganso) cojo, ¡a su rancho!
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La expresión en inglés “lame duck” hace referencia a un pato que cojea de una pata y, por lo tanto, no puede mantener el paso respecto a los otros, quedándose atrás del grupo. Sin embargo, la aplicación de este término es normalmente encontrada en la política y se refiere a un político electo cuyo sucesor o sucesora ya ha sido electa y, por lo tanto, tiene el tiempo en su cargo contado; va de salida y su influencia se espera decrezca conforme su periodo termina y su sucesora toma poco a poco el control de la comunicación, de las ideas y propuestas.
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Es habitual que un gobernante “lame duck” o el pato cojo, lisiado, débil o inútil, eventualmente reconozca que su influencia y su capacidad de acción se reduce, aun cuando su sucesor sea afín o incluso su protegida. Una vez electa la sucesora, se espera que poco a poco el “pato débil” dé oportunidad a su reemplazo para una transición ordenada y para empezar a cederle el poder (especialmente en las formas, aunque no oficialmente), los reflectores y escenarios. Es generalmente una señal de civilidad que el político saliente amablemente ceda su espacio y consideración al entrante aun cuando permanezca oficialmente en el cargo por unas semanas o varios meses más.
Bueno, en el caso de México, una vez pasada la elección del 2 de junio y sabiendo que es mero trámite que Claudia Sheinbaum sea declarada presidenta electa, habrá que voltear a ver qué (y cómo) hace y dice el presidente López Obrador de aquí al 30 de septiembre, día en que termina su mandato. Será importante ver su comportamiento, dichos y acciones, comparado al discurso calmado, unificador y hasta esperanzador que dio la candidata ganadora el domingo por la noche. Porque no será razonable esperar que ella se modere o module y aleje la gasolina del fuego de la polarización (como bien dijo Denise Maerker) mientras su padrino político y quien la eligió para sucederlo no sólo mantiene el discurso polarizador, sino que se aproveche de que la nueva legislatura tome posesión el 1 de septiembre para cerrar su sexenio con iniciativas y cambios a la ley durante septiembre que debería dejar en manos de la nueva presidenta.
Sería una excelente señal que AMLO se distancie del micrófono, empiece a guardar su tanque de gasolina y le dé espacio y ancho de banda a Sheinbaum para demostrarnos que cumplirá su promesa de retirarse de la vida política al final de su mandato, yéndose a su rancho o no. También, pondría la mesa para que el mentado “segundo piso” de su proyecto transformador se fragüe con cimientos sólidos e incluyentes, donde se deja a un lado los 6 años de constantes insultos, divisiones, verdades a medias y mentiras completas.
Bien haría la nueva Presidenta en tomar el poder por completo, no dejar lugar a dudas de que existe un titiritero detrás de la silla y hacer valer su condición de ser la Presidenta con más votos de la historia de México, y muchos más que su antecesor, para lograr una versión cuatrotera de “la sana distancia”, una sana distancia que le permita ser ella y sumar a muchos más a través de las ideas, las propuestas y las acciones.
Mal haría la Dra. Sheinbaum en montarse en el mismo tren de ideas, rollo y división que su antecesor puso de moda. A México le hace falta un cambio de chip, un cambio de tono, un cambio de formas y estilo, y la candidata ganadora tiene una oportunidad única de poner todo ese poder al servicio de una transformación que no sea de papel o pasajera. No, no se trata de que ellos cambien lo que les ha funcionado, simplemente reconocer, una vez que mantuvieron el poder, que la tan mentada y necesaria transformación no avanzó mucho en este sexenio y que para realmente presentar resultados sustancialmente mejores en 6 años se requiere mucha de la autocrítica que hoy parece sólo pedimos a quienes son oposición.
El partido en el poder y los principales individuos y funcionarios que manejan hoy y manejarán al país deberían, como primer acto de celebración de la victoria electoral, congregarse a revisar lo que se hizo bien, mal y regular, y usar ese ejercicio objetivo y formal para, ahora sí, ajustar sus planes y proyectos para el sexenio Sheinbaum. Bueno, esto es sólo si realmente quieren que el segundo piso tenga un acceso razonable para que todo el país pueda circular y acceder a ese piso superior de transformación.
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Idealmente, México recibirá a un equipo de gobierno comandado por quien se supone es una científica preparada y con trayectoria, que sea capaz de dejar a un lado la austeridad mal entendida, las mañaneras interminables, la afición por los otros datos, la idea de que ya se barrieron las escaleras de la corrupción, la exageración constante, la militarización de todo, la infalibilidad del líder, el culto a una persona, la idolatría a personajes extranjeros, la aplicación errática de la doctrina Estrada, los proyectos de infraestructura convertidos en paquidermos color blanco, la incapacidad de ser autocríticos, el festejo de logros irrisorios, la idea de combatir la pobreza sin crecer, la asociación de facto con los cárteles económicos, el olvido en el que se dejó a las PYMES. Y todo esto solamente se podrá lograr si al pato, o ganso en este caso, cojo (lame duck) se le empieza a hacer a un lado y poco a poco encaminarlo a su rancho (La Chingada), tal como él lo pidió.