AMLO saltando el tiburón... La mañanera, una fórmula agotada
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Hay que tener cierta cultura televisiva en grado avanzado para conocer el origen y significado de la frase “saltar el tiburón”... Y por esa razón estoy yo aquí para usted.
La frase nos remite a un show clásico de la televisión estadounidense que, a diferencia de otras muchas, no fue tan popular en nuestro País. Hablamos del sitcom “Happy Days” (“Días Felices” de la ABC) transmitido a lo largo de 11 temporadas, de 1974 a 1984.
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Se trataba originalmente de una comedia ligera ambientada en los años 50, sobre la vida de Richie Cunningham, estudiante de secundaria interpretado por un jovencísimo Ron Howard (a la postre consagrado cineasta responsable de clásicos como “Apolo 11” y “Una Mente Brillante”).
Uno de los personajes secundarios era el mejor amigo de Richie, un tal Arthur Fonzarelli, conocido universalmente como “Fonzie” quien, a diferencia del teto protagonista, era el chico “cool”, el alivianado. Ya sabe: chaqueta de cuero, cabello envaselinado, motocicleta; el cliché del “greaser” de los albores del rock and roll.
El carisma de Fonzie (interpretado por Henry Winkler) se robó la serie, volviéndose el personaje más popular y es hasta la fecha objeto de culto en el imaginario televisivo norteamericano.
Para la quinta temporada “Happy Days” había perdido el tono y la esencia del concepto original. Los escritores metían a los personajes en situaciones cada vez más absurdas en detrimento de la calidad del show que, no obstante, mantenía su popularidad.
En el episodio llamado “Hollywood Parte 3”, los protagonistas se encuentran en Los Angeles, California (el equivalente a llevar a la Vecindad del Chavo a Acapulco), y por alguna razón Fonzie es retado a un duelo de esquí acuático, el cual implicaba hacer un salto por encima de ¡un tiburón enjaulado! (spoiler: Fonzie acepta y brinca al escualo).
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Es obvio que, si concibes una serie de añoranza sobre la vida de los años de la postguerra y al cabo de un tiempo te encuentras rodando una escena en la que un rebelde sin causa −en traje de baño, esquíes y chaqueta de motociclista− hace una acrobacia acuática que involucra a un tiburón, en algún punto intermedio perdiste la brújula.
Fue el locutor y comentarista John Hein quien señaló a la escena en cuestión como el punto de inflexión, el momento indiscutible de la decadencia de un show que llegó a ser el número uno de la televisión gringa.
Luego, por asociación, comenzó a utilizarse la expresión “saltar al tiburón” para ubicar el cuándo a otras series se les habían agotado igualmente las ideas, la frescura y se estaban extendiendo ya de manera innecesaria.
Verbi gratia: Hay un nutrido debate sobre el capítulo en el cual “Los Simpson” “saltaron el tiburón”. Muchos dicen que fue el episodio “The Principal and the Pauper” (Episodio 2. Temporada 9. “Vida Prestada” en Latinoamérica) y que a partir de entonces jamás volvieron a ser lo que en un inicio significaron.
Más adelante, por extensión, la frase comenzó a utilizarse fuera del ámbito televisivo y del entretenimiento: Cuando algo o alguien gozó de gran popularidad y, en un afán de mantenerse vigente, se comienzan a dar palos de ciego hasta el punto de lo bochornoso, podemos decir que ya está “saltando el tiburón” (tal vez nadie lo entienda, pero usted, culto lector de esta columna, sabrá a lo que se refiere).
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Cuando se implementan estrategias cada vez más artificiosas y rebuscadas con tal de que les sigamos prestando la misma atención; cuando se incurre en el desfiguro en un intento desesperado por seguir pareciendo “buena onda”; cuando alguien está forzando la situación más allá de lo orgánico con tal de seguir cayendo bien y sólo evidencia que es ya una fórmula agotada, podemos asegurar que se está “saltando el tiburón”.
Como no podía ser de otra manera (dado el título de esta colaboración) necesitamos hablar de la revista matinal televisiva de AMLO, desde la cual su conductor cree que gobierna a esta nación que, por lo demás, ya se manda sola.
“La Mañanera”, en coincidencia con “Happy Days”, atraviesa su quinta temporada y está desesperada por ratings, por aquellos niveles de audiencia, por aquel impacto mediático y aquella repercusión en la agenda nacional que llegó a tener. Para su infortunio, una serie de televisión en su quinto año tiene buenas posibilidades de ser renovada; hablando de gobierno, sin embargo, el quinto año significa cancelación inminente, a la vista.
El poder viene con una fecha de vencimiento y ni siquiera AMLO, el Mesías Tropical, el Profeta de la Falsa Izquierda, el Rey Lagarto, el Redentor de los Chairos, puede revertir esta ley natural por más que se presuma el más votado y el más amado desde Juárez.
Dado que él mismo ha iniciado un ilegal y anticipado proceso de relevo, una carrera de “tapados” que él alegremente llama corcholatas, éstas mismas le están robando el reflector que tanto necesita para subsistir.
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Ya sin aquellos apoteósicos índices de audiencia de sus inicios, AMLO hace malabares, actos de prestidigitación y de precognición, inserta números musicales, destapa candidatos por la oposición, comparte playlist de Spotify o se asume como la verdadera víctima de cualquier hecho violento en el País (¡vaya un “Mercado de Lágrimas!”). Ya nomás le falta la Pájara Peggy (aunque tiene a Liz Vilchis los miércoles) con tal de seguir vigente.
Lo que en adelante haga de su revista matinal no tendrá otra intención que aparentar que sigue fresco, actual y en onda (y es cierto que para muchos de sus adoradores, AMLO continuará siendo el líder absoluto e indiscutible aún después de que se lo coman los gusanos). Pero cierto es también que el Poder además de veleidoso es muy cabrón y la cargada, así como toda la atención popular y mediática, estarán siempre con quien se perfile como el próximo mandamás, no con quien está por entregar el cetro.
Por interés mezquino, por abyección humana y por lógica simple, la masa se embelesa con el Poder, y es muy natural que el del Presidente se diluya en el umbral del año de Hidalgo. Sin embargo, veremos todavía a AMLO saltar al tiburón por un buen rato, al menos durante toda su temporada final.
PD: “Happy Days” tuvo varios “spin offs”, series derivadas de gran éxito como “Laverne & Shirley” y “Mork & Mindy” (“Mork del Planeta Ork” con Robin Williams). Por desgracia los “spin off” aquí proyectados son tan patéticos y desangelados que tanto en “El Show de Marcelo” como en “Las Aventuras de Claudia” hicieron ya ambos su ridículo y respectivo “salto del tiburón” desde el episodio piloto.
Encuesta Vanguardia
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