AMLO y el estado de conflicto
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En el contexto actual el fin del sexenio entra en una fase de profunda inestabilidad política enmarcada por la estela del hedor que arrastra el affaire de la captura-entrega-extracción del delincuente Zambada García hace varias semanas a las autoridades de los Estados Unidos.
El tufo inunda los pasillos del palacio y de oficinas en los tres niveles de gobierno de varios estados. La incertidumbre sobre la información que está compartiendo allá la cabeza más importante del Cártel de Sinaloa ha provocado en ese bastión y otras regiones del país el efecto dominó de los ajustes de cuentas, ejecuciones y violencia.
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Por un lado, para silenciar las complicidades entre criminales y políticos y por el otro, para buscar el control de la hidra de los múltiples negocios ilícitos. La situación del evento ha desencadenado acciones y cambios en el ecosistema del crimen organizado.
El conjunto interconectado de complicidades, medios, plataformas y actores relevantes que interactuaron por años en la órbita criminal apenas da visos de la amplitud de su onda expansiva.
El gobierno de López Obrador transita sus últimos días en arenas movedizas que pueden hundir aún más la reputación de un Estado que por seis años fue permisivo y tolerante con la agenda de organizaciones delincuenciales ayudando a su empoderamiento y que hoy desafían el uso legítimo de la fuerza. Un mes después de haber perdido la (vergüenza) narrativa sobre el avión, sus pasajeros y la ruta, se revela que la carta del delincuente Zambada acerca de los hechos sucedidos fueron verídicos y la versión oficial una maraña de mentiras y montajes que han exhibido las innegables complicidades sinaloenses. ¿Se continuará con la impunidad?, ¿el gobernador Rocha desconocía lo que pasaba en su entidad?, ¿quién ordenó el montaje?, ¿a qué va nuevamente López Obrador a Sinaloa este fin de semana?, ¿otra vez a arropar al mandatario estatal?
Las formas en el manejo de la crisis están diciendo mucho del fondo.
En la vida sexenal de esta transformación, las adversidades y la fortuna han estado entrelazadas y el fin del sexenio se cimbra entre el escándalo del capo, una frágil economía y la arriesgada apuesta que empuja al abismo la relación entre el Poder Ejecutivo y el Judicial provocando presiones cambiarias y tensión política social poniendo en riesgo un sinnúmero de factores.
El batidillo del INE y la sobrerrepresentación abonaron a la creación de relatos negativos de México aumentando una percepción negativa para los inversionistas que atestiguan atónitos la orquesta de traspiés, errores estratégicos y el caos de fin de sexenio.
La ola de desconfianza se cierne sobre el gobierno que no termina y el que aún no comienza.
La experiencia subjetiva de los mercados, inversionistas, empresarios y actores internacionales de interpretar la misma información con matices y de manera diferente, en el caso mexicano sí tiene un denominador común; la ausencia de certidumbre.
La confianza se vulnera en todos los frentes y está en el epicentro del debate doméstico e internacional. Sorprende que nadie alrededor del Presidente dilucide que la incertidumbre y la impunidad está creando un estado de conflicto que será muy difícil administrar.
Tiempos aciagos. Tiempos complejos. Tiempos peligrosos.
@GomezZalce