Apuntes sobre el concierto inaugural del Festival internacional de Guitarra de México
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La noche del domingo 30 de junio del 2024, en Saltillo, Coahuila, el Teatro de la
Ciudad Fernando Soler fue testigo de la inauguración del XXVIII Festival Internacional
de Guitarra de México. Antonio Rey, ganador de Grammy Latino, acudió a la invitación del Maestro Martín Madrigal, para tocar flamenco.
Flamenco, sonido cultural que identifica esa corriente gitana del pueblo español. Flamenco y sus escalas frigias. Flamenco y su distintiva forma de cantar, llena de adornos, como si resistiéndose a caer en escalas occidentales. Flamenco, sonido que grita sus raíces moras. Flamenco, su baile enérgico de hechizos y conjuros entre toda esa flema y flama. Ochocientos noventa y tres asistentes nos dimos cita al foro. La mayoría del público en sus asientos. Llega el turno del protocolo.
La maestra de ceremonias saluda a las autoridades que se presentan en el escenario: Francisco Javier Rodríguez Núñez, director del Teatro; Martín Madrigal, organizador principal del Festival de Guitarra; Esther Quintana, Secretaria de Cultura del Estado de Coahuila; y Leticia Aurora Rodarte Rangel, directora del Instituto Municipal de Cultura de Saltillo. Posteriormente, la maestra de ceremonias saluda a las autoridades quienes se encuentran entre el público:
Rosa del Tepeyác, Directora Municipal de Cultura en Parras, Coahuila; María Esperanza Dávila Sota, directora del Centro Cultural Vito Alessio Robles, donde se están llevando a cabo las clases magistrales del Festival; Aldegundo Garza, presidente del Patronato del Museo de las Aves, donde se darán los recitales entre semana; Juan Antonio Espericueta, Director de la Escuela Superior de Música; Carlos Kalionchis, como representante del alcalde Javier Diaz.Martín Madrigal tomó el estrado. Saludó a todos, como bien sabe hacerlo, con esa soltura de quien sabe que su trabajo lo respalda, y esa elegancia sabedora de ser un grande en la cultura local. Enfatizó su saludo a los solistas que tocarían a lo largo de la semana: Kevin Loh, de Singapur; Johannes Möller, de Suecia; el mexicano Pablo Garibay; los italianos del Tomassi-Musso Guitar Duo; Arody García quien presentaría su Orquesta de Guitarras en gran parte formada por alumnos y egresados de la Escuela Superior de Música de la UAdeC; Carlos Viramontes y Antonio Laguna, solistas del concierto de la orquesta de guitarras; Natanael Espinoza para dirigir la Filarmónica del Desierto en el concierto de clausura; José María Gallardo del Rey, y el mexicocanadiense Robin Blanco para ser solistas en la clausura del festival.
En el escenario había tres sillas con micrófonos, dos cajones peruanos, y set de percusiones. Antonio Rey salió a escenario. Luces apagadas excepto unos cenitales rojos y azules. Ambiente de intimidad. El guitarrista llevaba una camisa blanca, arremangada; una corbata negra, delgada; pantalón de vestir, zapatos y calcetines negros. Formal. Modesto. Ante el sonido del aplauso y los vítores de los fanáticos, el artista se llevó una mano al pecho, con energía. Dije buenas noches y se sentó en la silla.
Puso su tobillo derecho sobre la rodilla izquierda. Se colocó la guitarra en el muslo y comenzó a tocar lo que parecía ser un preludio, una sección improvisada donde da muestra de las muchas habilidades técnicas que posee. Marcó la tendencia, prometió e invitó a lo que vendría durante el resto del espectáculo.
El sonido era rudo, incluso golpeaba la madera. El micrófono estaba en su mero punto. Tocaba rápido, corría entre escalas por todo el diapasón. Le rascaba a las cuerdas con soltura y ánimo. Daba evidencia de su estilo y su maestría.Entraron al escenario una flautista, una bailaora, otro guitarrista, un cajonero y un percusionista. Tocaron todos.
Después de esa segunda canción, la bailaora, quien hasta ese momento solo había estado aplaudiendo, pasó al centro y frente, para hacer de solista. Caminó decidida, pisando fuerte. Los demás la acompañaban, primero a pura percusión, luego se unió Antonio, quien con sus melodías y acompañamientos hacía brillar más el zapateado y los movimientos bruscos, dignos y elegantes del baile.
A ratos, no sé, como que me daba el aire de que estaban improvisando. Era así, o los conteos que llevaban eran muy volátiles, pero todos caían juntos en los remates y las daban entradas. Hasta había partes en que un instrumento doblaba a otro: guitarra y flauta, o zapateado y cajón.
En tres ocasiones pareció acabar la canción, el público aplaudió, pero no había acabado. Hasta que acabó, y la bailaora se retiró tras bambalinas.
Antonio Rey presentó a los músicos que lo acompañaban. Desde Monterrey, Álvaro Rubio en la cajón, Nadia Alcázar a la flauta, Jonathan Rubalcaba a la guitarra; y desde Cuba, Dairo en las percusiones.
La siguiente canción que tocaron se incluía en su más reciente álbum, ganador de un premio Grammy Latino en el 2020: Flamenco sin fronteras.
El flamenco es vistoso y rápido, como si deseoso por demostrar algo, por lucir su bravura envuelta en misticismo. Es muy histriónico, muy elaborado sin perder de vista la simplicidad de su armonía. Suceden muchas cosas en poco tiempo. Salvaje y festivo, en fiesta de carrera larga, con sustancias para aguantar la noche y el derroche.
Hasta cuando afinaba la guitarra y la probaba para confirmar que las cuerdas estaban en su tensión precisa, Antonio Rey hacía juegos elaborados, arreglos y faramalla en el diapasón. Me encanta.
Las canciones lentas e intimistas también cuentan con su flasheo de acelerados arreglos. Es como si el flamenquista (¿o se dice flamenquero?) viviera así. Me imagino las discusiones en el hogar: familias numerosas, con veinte personas como mínimo. Todoshablando rápido y fuerte, queriendo imponer sus opiniones a base de una más sólida y pesada voluntad. Luego se les pasa el coraje y al celebrar la compañía, la familia, la vida, mantienen el mismo nivel de energía que cuando discutían. El calor no se les baja. La sangre no se cuaja, porque si sí, se enfría. Y el calor es más muestra de amor y de alegría. A como lo dijo el guitarrista, mientras presentaba la canción Spain, de Chick Corea: el Flamenco es salvajismo. Aprenden empíricamente, tocan según van sintiendo. En su origen, no salen de cuatro acordes. Lam - Sol - Fa - Mi. Antonio Rey es tan corporal y tan entregado a lo que hace, tan conectado a su guitarra, que constantemente mueve los pies. Da zapatazo, levanta las puntas, lleva la cuenta del compás, se encoge, se estira. Voltea a ver a sus músicos constantemente. Casi no mira su guitarra ni sus dedos.
Aparte de tocar la guitarra como una bestia imbuida de talento indómito, tiene un carisma y una manera de dirigir a sus músicos en escenario, improvisando secciones, creando ahí arriba, ante el público, teniendo diálogos musicales que uno como audiencia no puede sino asombrarse y agradecer.
Para finalizar su concierto, invitó a Miguel Fuentes, cantante, para hacer una última bulería.
Se despidieron cantando y bailando. Alegres y salvajes.
Así comenzó el XXVIII Festival Internacional de Guitarra de México.
¡Y olé!