Aquí se habla de un gran músico: Toño Zepeda
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¡Qué buen pianista fue Toño Zepeda! Sacaba del teclado acentos de inédita emoción; en sus manos las notas de Lara o de Curiel sonaban con más bello sonido.
Nacido en Parras se avecindó en Monterrey. Ahí encontró amigos que supieron apreciar su calidad de artista, y ahí encontró también campo muy fértil donde cultivar su música. En Monterrey formó su familia. Jamás, sin embargo, apartó de su memoria, y menos aún de su corazón, el terruño nativo. Cada vez que podía iba a Parras, siempre en las fiestas de la vendimia. Primero podía faltar el dios Baco que estar ausente Toño Zepeda en los festejos de la uva. Regalaba a sus paisanos el don inapreciable de su música: con ellos evocaba días de infancia y juventud: vivía con ellos horas gratísimas en aquel paradisíaco solar.
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A Parras iba Toño Zepeda un día cuando lo encontró la muerte. Volcó el vehículo en que hacía el viaje y sufrió heridas que le quitaron el aliento de la vida. En Monterrey su muerte fue tan llorada como en Parras. Supieron los regiomontanos que con Toño Zepeda se les iba una de las figuras más queridas del ambiente musical.
Cuando fue gobernador del Estado, don Óscar Flores Tapia tuvo el acierto de exaltar a Toño Zepeda. Hizo construir en Parras un vasto salón a modo de auditorio y le impuso el nombre de Antonio Zepeda. El artista asistió conmovido a ese homenaje. No podía creer, en su humildad, que se le rindiera un homenaje. Más aún: por disposición del propio gobernador un pintor de buena paleta plasmó en aquel salón un mural de grandes proporciones, cuya figura central es el mismo Toño Zepeda, pintado en actitud de estar tocando el piano. Siempre que hay una fiesta en ese tan útil salón, siempre que hay baile, no falta algún asistente que con mirada turbia por la excesiva libación del buen vino de Parras, cuando alguien le dice que es hora ya de irse pues va a salir el sol, fija la perturbada vista en el enorme mural donde está pintado Toño Zepeda y luego declare con tartajosa voz:
-Yo no me voy sino hasta que se vaya el pianista.
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Nunca se irá de Parras aquel tan buen artista, aquel hombre tan bueno que fue Toño Zepeda. Está de cuerpo presente en el retrato que se le hizo. Está de alma todavía más presente en la memoria gratísima de todos aquellos que gozamos su trato y su música. No sabíamos cuál de esos dones era el mejor.