Bicentenario

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Los mexicanos somos muy gritones. Nos gusta gritar; gritamos mucho y bien. Lo dijo Juan Pablo Segundo. De acera a acera se gritan las vecinas; en el café gritamos los señores; cualquier canción de amor o desamor nos saca un grito venido desde los aposentos últimos del alma.
También nos encantan los cuetes -los cohetes-, que son un grito que se tira al cielo. A un mexicano le preguntó en cierta ocasión el rey Fernando VII:
-¿Qué estarán haciendo ahora vuestros paisanos?
-Tirando cohetes, Majestad.
Al día siguiente le preguntó de nuevo:
-Y ahora ¿qué están haciendo mis súbditos de la Nueva España?
-Señor, siguen tirando cohetes.
Pasó el tiempo, y al cabo de unos meses quiso saber el Rey:
-¿Cómo están mis vasallos en América?
Contestó el mexicano:
-Están tirando cohetes todavía.
Somos fiesteros, en efecto; nos llaman el ruido y la alegría. Gritamos sin qué ni para qué, por el mero y puritito gusto de gritar. Sólo en México se escuchan gritos como esos que ponen contrapunto a un corrido, a un sonoro son o a un huapango. Quién sabe de dónde nos venga ese gritar. Yo tengo para mí que es cosa de nuestros antepasados indios, pues unas veces el grito es desafiante, y otras nos sirve para ocultar el llanto.
“Grito” se llama la ocasión en que don Miguel Hidalgo convocó a la insurgencia en la madrugada del 16 de septiembre de aquel 1810. En verdad el llamado Grito fue un discurso, el más importante que se ha pronunciado en toda la historia nacional. Y sin embargo no conocemos bien a bien las que dijo Hidalgo a los azorados feligreses que fueron a oír misa en la parroquia de Dolores aquel amanecer. Nadie guardó registro de sus conceptos; no hay testimonio cierto que nos permita saber lo que expresó.
Nos quedó el Grito, eso sí, aunque no lo haya gritado el Padre Hidalgo. Don Porfirio dio significación al fasto, y lo dejó consagrado para siempre. Y ahora la ceremonia del Grito es la ocasión más vibrante del año para los mexicanos, la fecha en que nos juntamos todos para gritar nuestro amor a México.
En la noche del Grito se nos sube lo mexicano. Muchas noches de Grito llevo en la memoria. A cierto gobernador de mi estado se le olvidó la fórmula solemne que se debe seguir al vitorear a los héroes que nos dieron Patria, y sin saber por cuál empezar tartamudeó: “Viva... Viva... Viva...”. La gente respondió con entusiasmo a los tres vivas, sin saber a quién estaba dedicado el triple vítor.
En un pequeño pueblo el alcalde daba por primera vez el Grito. Una multitud ardiendo en patriotismo llenaba la plazuela del lugar. El munícipe vitoreó a los héroes de la Independencia, y clamorosos vivas respondieron a su voz. Igualmente entusiasmado, el edil se siguió de largo vitoreando a los héroes de la Revolución. El pueblo enardecido, le hacía eco con estruendosos vivas. Luego se siguió con personajes más actuales: “¡Viva Lázaro Cárdenas! ¡Viva Ávila Camacho! ¡Viva Miguel Alemán!”. La muchedumbre gritaba llena de fervor patriótico. Entonces el alcalde se volvió hacia su secretario y le pidió con urgencias en la voz:
-¡Échame más héroes, cabrón! ¡La raza está picada!
Celebremos ahora este bicentenario y renovemos nuestro amor a México y la fe en su porvenir. Recordemos el lindo piropo que Ramón López Velarde hizo cuando dijo: “La Patria es impecable y diamantina”. Es decir, no tiene ningún pecado, y posee la luz y la firmeza del diamante. Con esa convicción amemos más a México, y pongamos en nuestros hijos ese amor.