Bien portaditos
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Después de los extrañamientos del Departamento de Estado vino la calma, y tras las declaraciones tronantes de intervencionismo yanqui, las aguas regresaron al cauce diseñado en Washington. En 48 horas, el gobierno mexicano abandonó sus pretensiones frente al gobierno de Estados Unidos y retomó la agenda impuesta por la Casa Blanca el 8 de junio pasado. Sin importar que fuera con el amigo Donald Trump, o con Joe Biden, con quien no tiene empatía el presidente Andrés Manuel López Obrador, tras el blitz de la vicepresidenta Kamala Harris y el jefe del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca, Jake Sullivan, se regresó a la normalidad deseada en el norte.
Las palabras melosas y entusiastas mexicanas esconden la realidad de la relación bilateral entre los dos países, donde unos dicen y otros acatan. Vacunas y ojos ciegos a la regresión de las libertades en México parecen ser el quid pro quo para un trato que cada vez más asimétrico con Palacio Nacional. La seguridad nacional de Estados Unidos es lo prioritario, dejaron claro en México, y pasa por el sellamiento de la frontera estratégica en el Suchiate y por enmarcar la relación dentro de un mecanismo que vigile que los acuerdos económicos alcanzados se cumplan sin sorpresas, como modificar a contentillo las reglas del juego.
La hoja de ruta fue aceptada por el gobierno mexicano. Cuando la economía de un país depende más de un 75% del aparato productivo estadounidense, los aventurismos políticos no tienen posibilidades de subsistir. La ideología tiene que ser guardada en el cajón de la nostalgia y dejar de escuchar los incendiarios consejos de los improvisados que, además, no tienen nada que perder. El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, vistió este regreso a la realidad con discursos efusivos sobre el estado en el que se encuentra la relación bilateral. Está en buen momento, cordial y colaborativa, dijo, lo que es tan cierto como que se mantendrá así mientras el gobierno haga lo que quiere la Casa Blanca.
Lo que quieren en Washington lo dijo la vicepresidenta Kamala Harris en un comunicado el lunes, tras su conversación telefónica con el presidente Andrés Manuel López Obrador. Dijo que le dieron “seguimiento” a los temas discutidos durante su visita a México el 8 de junio, la migración, y cómo el gobierno de López Obrador contendrá a los miles de centroamericanos que han llegado en números históricos en los tres últimos meses a territorio estadounidense, el fortalecimiento de las economías de la región mediante inversiones, particularmente en la agricultura y las energías limpias.
En aquel encuentro, López Obrador aceptó cumplir con el restablecimiento del Diálogo Económico de Alto Nivel, como se comprometió con Biden el 1 de marzo, para facilitar el comercio, las telecomunicaciones, la interconectividad y la resiliencia de las cadenas de suministro. Tras la conversación de este lunes, Ebrard anunció que el relanzamiento será el 9 de septiembre en Washington, cuando el llamado DEAN que crearon los presidentes Enrique Peña Nieto y Barack Obama -encabezado por Biden- tenga su primera reunión desde 2016, cuando se interrumpió por la llegada de Trump a la Presidencia. Junto con ello, agregó el canciller, reactivarán el Banco para el Desarrollo de América del Norte, conocido como NadBank, instituido dentro del primer Tratado de Libre Comercio de América del Norte, por los presidentes Carlos Salinas y Bill Clinton, para financiar proyectos de desarrollo e implementación de infraestructura.
Biden envió el mensaje. Los acuerdos en materia económica y financiamiento con los gobiernos de Salinas y Peña Nieto tienen que restablecerse, más allá de la calificación peyorativa de López Obrador de que provienen del “neoliberalismo” que tanto denuesta. No es lo único que tiene que asimilar el presidente mexicano. También se encuentra el diálogo de seguridad a nivel de gabinete, donde quedaron anuladas por completo, a nivel personal, las secretarias de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, al dar el aval el presidente de que el responsable de la interlocución será Ebrard.
Los estadounidenses están trabajando desde hace más de tres años por restablecer la cooperación bilateral en materia de seguridad, afectada por la llegada de López Obrador a la Presidencia, rota por el diferendo detonado por la captura del ex secretario de la Defensa, el general Salvador Cienfuegos, e incinerada por las nuevas leyes de López Obrador para acotar el trabajo de los servicios de inteligencia y de procuración de justicia estadounidenses en México. También en esto, hay señales de que Palacio Nacional reculó.
En la reunión de Ebrard, acompañado de militares y responsables de la frontera sur, con los funcionarios del Consejo Nacional de Seguridad el martes, la discusión de la cooperación de seguridad estratégica fue el tema principal. La preocupación en Washington son las organizaciones criminales trasnacionales y la reducción de homicidios y muertes relacionadas con las drogas en ambos lados de la frontera. Para cumplir con este compromiso, López Obrador tendría que modificar su estrategia frente al crimen organizado, lo que se ve improbable, por lo que las tensiones en la materia seguramente continuarán.
Estas 48 horas de intensidad política y diplomática de la Casa Blanca en México pusieron fin, cuando menos por ahora, a la intención del presidente mexicano de reformular la relación bilateral con Estados Unidos y preferir la amistad de Cuba, Bolivia, Venezuela, Argentina y Rusia. No se puede jugar con Sansón a las patadas, como dijo recientemente el presidente, y a veces hay que tragar sapos. La dependencia económica y la red social de las remeses que probablemente han impedido inestabilidad por hambre en México ante la insuficiencia de los programas sociales del gobierno, regresó a López Obrador a la realidad.
Aunque detesta a los demócratas, no tiene margen de maniobra, porque con sus acusaciones aventuradas y sin pruebas, él mismo se encargó de dinamitar canales. Sus fobias, malos humores y declaraciones sin reflexión lo tienen atrapado en un callejón sin salida, al cual él solo se metió.