Block de notas (41): Tiempos de tempestad

Opinión
/ 20 enero 2025

La política aprieta y es menester abordarla (para mí es ya pérdida de tiempo), pero urge atenderla. Este ‘Block de Notas’ se irá convirtiendo en un block político

Gracias por leerme. No pocos comentarios recibí el pasado lunes cuando se publicó este “Block de Notas” en su entrega número 40. Inicié con un breve ensayo sobre eso llamado tiempo. Lo que conocemos como “tiempo”. Lo repito, no creo en las fechas así como tal. Pero sí en los símbolos y en todo su poder. Dividir el día en horas, en minutos, segundos; dividir el mes en semanas y días, son un mero formulismo para afincitas y burócratas, pero para los creadores, como el genio pintor Salvador Dalí (quien pintó unos relojes derretidos por el calor y la angustia misma del ser humano), el tiempo se mide por sus cuadros, no por una línea mediocre de horas.

Usted lo sabe, cuando llegaron los ibéricos a este México nuestro, trajeron consigo la cruz y la espada. Pero también trajearon todas sus costumbres, sus alimentos y todo eso llamado “civilización”. Todos los llamados cronistas de indios lo consignan en sus textos. Los españoles se asombraban de lo siguiente: los nativos sólo comían cuando tenían hambre. Así de sencillo. Y claro, en sus celebraciones y rituales. Pero básicamente comían cuando tenían hambre. ¿Comer tres veces al día y a sus horas? Pues vea con dicha costumbre “civilizada” dónde estamos, somos el país más obeso (y diabético) del mundo ya.

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¿Horas y minutos para comer? Coma usted cuando tenga hambre. Así de sencillo. No es necesario sujetarnos a lo políticamente correcto de eso, tener un “tiempo” para comer. Hágalo cuando le plazca. A placer.

Es decir, no le pido que practique el ayuno como un suplicio, pero si usted no tiene hambre, pues no coma. Así de sencillo. Al parecer, y digo al parecer porque depende de cada ser humano, he leído que si usted no come algo sólido, usted puede morir en un lapso de 14 a 20 días. Pues sí, de hambre nadie muere. Pero sí de sed. El periodo de vida de un ser humano sin líquidos se reduce dramáticamente. En la pasada tertulia de “Café Montaigne” le platiqué aquí, aunque atropelladamente, de varios aniversarios en número redondo, los cuales se avecinan y van a ser motivo de celebración y revisión en el mundo entero.

Uno de ellos es el siguiente: se cumplen 80 años de la muerte de una niña-mujer, autora de un diario, de un libro que todo mundo debemos leer y releer todo el tiempo: “El Diario de Ana Frank”, de Ana Frank. La niña murió en un campo de concentración en febrero de 1945. Tengo varias ediciones de su libro, siempre las compro todas porque hay analistas que indagan, buscan y encuentran nuevas resonancias en sus letras. Letras de batalla, lucha y esperanza.

Y hablando de comida, bebida y de ir al retrete, quien esto escribe ha hecho sus propias exploraciones en la vida y obra de esta niña-mujer, poniendo el acento en los dos anteriores puntos. Ana Frank (1929-1945) es emblema del holocausto judío y víctima de la Segunda Guerra Mundial, como miles de judíos y católicos, es decir, ciudadanos como usted o como yo, los cuales fueron mártires de los horrores de la guerra.

ESQUINA-BAJAN

Nota 1: Básicamente los Frank se proveyeron de arroz, mermelada, harina, té, café, jabón de aseo personal, manteca y papas. En el correr de los días y en un aniversario, un cumpleaños adquiere caracteres épicos donde el mejor regalo es... un frasco de mermelada.

Nota 2: En una de tantas entradas de su diario, la infanta Frank así lo cuenta: “Hoy cumple años la señora Van Daan... tan sólo le hemos regalado un frasco de mermelada. También el marido, Dussel, y el personal de la oficina le han regalado flores y alimentos exclusivamente. ¡Los tiempos no dan para más!”. En otra entrada y casi al final de sus días, es decir, antes de ser encontrados en su escondite (una teoría muy aceptada es que se dice, fueron delatados), Ana Frank escribe: “Casi no nos quedan patatas. En lo sucesivo vamos a darle a cada quien su ración de patatas por separado, y que cada cual haga con ellas lo que le plazca”.

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Nota 3: Luego a esto seguirían alimentos podridos, escasos alimentos que entonces se conseguían. Lo más doloroso es que, cuando se llevan a los ocho inquilinos de la “Casa de atrás” a los campos de concentración, Margot, la hermana mayor, y Ana Frank mueren de tifus justo a días de que dicho campo fuese liberado por las fuerzas aliadas.

Nota 4: Junto con los alimentos para medio vivir, Ana Frank echaba de menos el otro alimento, el espiritual: los libros. Así lo dejó por escrito en su diario de tapas rojas y blancas: “Las personas libres jamás podrán concebir lo que los libros significan para quienes vivimos encerrados”. Relea el libro, da fortaleza en tiempos de tempestad como los que se viven en el México podrido y perdido de Morena y una Presidenta que no da pie con bola, la señora Claudia Sheinbaum.

Nota 5: La política aprieta y es menester abordarla (para mí es ya pérdida de tiempo), pero urge atenderla. Este “Block de Notas”, a partir de la siguiente entrega, se irá convirtiendo en un block político, pero cómo dejar de lado el siguiente atraco en contra de nosotros, los coahuilenses: al corte de noviembre del año pasado (nota del avispado reportero Manuel Rodríguez aquí en VANGUARDIA), nuestro estado ocupa el tercer lugar con mayor retraso en percepciones federales...

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