Blue
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“La gente pequeña es simplemente igual
que tú y yo.
(que un tonto como yo).
Todos los hombres son hermanos
hasta que mueren.
Este es un mundo maravilloso.
La gente pequeña no tiene a quién amar”.
Randy Newman
Algo que se dice blue ha habitado mi corazón en tres ocasiones recientemente. No puedo decirlo en español. Esa es la palabra, blue, porque tiene qué ver con el color del cielo al amanecer, pero sin un sol evidente y cerca que le de calor. Porque tiene qué ver con algo suave que suena al decirlo. Como si entrara así, lento hasta la última letra. Y como el agua, se abre en su anchura por todo el cuerpo. Luego se va, como si fluyera por un pie todo ese torrente. Y agito los dedos hasta que sale por completo.
Hay complejidades superiores que se pueden resolver sin una nube oscura siguiendo tu cabeza. Recién he reparado en que hay complejidades de las que se puede salir sonriendo. Darle incluso la bienvenida a ese estado, porque se socializa la felicidad a toda costa, y entrar a un fuego azul es causa de vergüenza. Así la “educación” del corazón.
En ese estado no todos los sonidos son deseables; debe entrar en forma suave la charla, la música, la ternura. Un té caliente que va a tus manos. Música que se une para tocar allí donde las palabras no pueden hacerlo. Porque qué es la música sino uno de los dos perfumes del alma.
Suena Short people de Randy Newman en el piano. Y la voz se mueve como si tuviera cuerpo. Es la alegría suave de notas. Una melancolía alegre se cocina. Pienso en el abrazo que también es esta canción que habla de complejidades sin alejarse de la pimienta de la sonrisa. Bailo con el cuerpo que no se ve, abrazando a esas pequeñas cabecitas, sus hermosas y brillantes cabelleras. A ese mundo de gente pequeña que nombra la canción. Habitantes de países pequeños adentro de estos otros países de medianía.
Es cierto, la gente pequeña no es distinta de ti ni de mí. Somos iguales, pienso. O al menos, son iguales a mí. Me identifico con esas complejidades a resolver que tienen qué ver por ejemplo, con localizar una silla adecuada a su tamaño, así como cuando no encuentro la silla adecuada para sentar a mi alma.
Complejidades de encontrar una altura tal como para ser escuchada o escuchar. O buscar mirar la puesta de sol desde otro ángulo, no el habitual. Tomar bocados de un plato que se antoja inacabable. Ver un pastel y sentir que es una isla. Entrar a un autobús como quien quiere montar una bestia. Saber que las escaleras serán siempre grandes y no disminuirán en un ápice su tamaño.
Pues qué más. Todo está en la mirada. Dialogar con esa persona pequeña que soy cuando entra el blue. Saber esto con el cuerpo. Y bailar incluso así, con ese fuego azul adentro. Porque ni todas las sillas ni todas las mesas estarán a la altura que uno sueña. Entonces, a servir el plato sobre la enorme silla; a usarla.
Parafraseando la letra de Randy Newman, en la vida a veces: tengo dedos pequeños y sucios. O para algunos, mis pies pueden ser pequeños y desagradables. A veces tengo una pequeña mente sucia. Y a veces uso zapatos de plataforma para estar más alta y poder escuchar a ese otro país de gigantes que también, escaso, como el de la gente pequeña, camina por la ciudad.
El vocablo pequeño proviene del latín “pico”, que indica un excedente casi insignificante. De su diminutivo “picuolo” se deriva el italiano “piccolo”. Luego mutó a “pecueño” y posteriormente a “pequeño”, en español.