Café Montaigne 241

Opinión
/ 27 agosto 2022
true

La tarde se hizo noche. La noche fue un mero recurso para ir al filo de la memoria y luego, ver la madrugada. Fue un día de tantos de hace poco tiempo. Pero ha sido uno de los mejores días de mi vida reciente. Con tanto muerto en mis espaldas los cuales me pesan como un fardo (siempre recuerdo a mis muertos de mi panteón particular. Usted lo sabe: una persona muere realmente cuando dejamos de pensar en ella. Por lo cual y diario, los recuerdo. Es amor y querencia, no flagelo), recibir una generosa invitación a departir con tres hermanos, fue una ocasión imposible de perder.

A saber el trío de ases: el chef de sabor huracanado quien convocó a la tertulia en su mítico “Don Artemio”, Juan Ramón Cárdenas; el publicista de altos vuelos y mago de la estrategia, Adrián García, y claro, el as mayor, el mismísimo don Armando Fuentes Aguirre, conocido internacionalmente por su mote, “Catón”. El único colado, el único liga minorista era este escritor. Quien por lo demás, trató de guardar o estar al nivel de semejante tertulia liga mayorista.

Fue un día cualquiera hace pocas lunas. Fue cuando la tarde abrasadora se hizo noche en la tabla de “Don Artemio”. Ya no hay “fresco”, como antes lo decíamos aquí en Saltillo, el bien nacido en Saltillo: hombres y mujeres los cuales amamos a esta tierra bella y desértica. ¿Frío? El frío, el invierno y el viento helado hoy solo existen en los bellos y perfectos poemas de Seamus Heaney (Nobel de Literatura, uno de mis poetas favoritos), como éste:

Un aire helado sopló sobre los reclinatorios.

Pensé caminar una y otra vez

En torno de un espacio totalmente vacío,

Totalmente un manantial, como la idea del sonido

Ni frío y acaso ya tarde, ya muy noche, algo de fresco. Pero ese día, como casi todo el año, como casi ya todos los años, el calor asfixia y embota los sentidos. Imposible, al menos para mí, vivir así. Vivir, leer y escribir así. Pero ese día, el clima gélido y artificial de “Don Artemio” hicieron de esa tertulia un puente: un paso de la tarde a la noche sin problema de sudores indeseables. No soy el único humano el cual se queja del insoportable sufrimiento impuesto por el hermano sol y sus lenguas de fuego.

El mismo Seamus Heaney no poca veces lo deja por escrito en su portentosa obra poética la cual le valió el Nobel de Literatura (1995). En alguna parte deja caer estos versos sobre la diosa Sílica: “Quien mora bajo césped, ceniza y vidrio/ en las ardientes tierras centrales de Cerámica” Otro poeta grande y de piedra, acerado, como Fernando Pessoa, igual se queja del calor nauseabundo: “Felices, cuyos cuerpos bajo los árboles/ yacen en la húmeda tierra,/ que nunca más sufren el sol...” Pues sí, reniego del sol cuando éste pasa cantando y desecando los cuerpos de los humanos los cuales le tememos y huimos de él, así sea por tardes en “Don Artemio”.

Esquina-bajan

Ese día, la tarde se hizo noche y nos faltó tiempo para enmendar el mundo todo. Tertulia a la antigua: sin desenfundar celular alguno, hablamos de ópera y los problemas los cuales sortea la bella y perfecta soprano Anna Netrebko, rusa entre el conflicto de Ucrania y su país. Se la han cerrado las puertas del mundo para su arte. Aquel viejo y escabroso dilema: ¿Un artista debe de tomar partido, por cual filón? ¿No debería ser mejor lo único lo cual hace: dedicarse a su arte?

Hablamos de literatura. Hablamos de viajes. Hablamos de mujeres y canciones, para no contradecir al trovador popular. Hablamos de musas las cuales me han abandonado. Siempre. Hablamos de la alta prosa y crítica lacerante la cual le duele en el alma a Andrés Manuel López Obrador, textos los cuales le endereza y siempre, don Armando Fuentes Aguirre. Hablamos de cine y de sus musas eternas de celuloide. Hablamos de radio, de días de radio; hablamos de gastronomía...

Dice un verso de uno de los varios heterónimos de Pessoa, Ricardo Reis: “Sabio el que se contenta con el espectáculo del mundo...” Sin duda. ¿El futuro, el otro mundo, la vida eterna? Pues es eso: un deseo vano, una vida huera no vivida; es decir, la nada. Juan Ramón Cárdenas tiene varios problemas en su vida: cocina como si fuese el mismo Apolo con espada, arco y flechas y es generoso a manos llenas. Pintor naturalista, no le falta ni necesita “inventar” sabores o crear en probeta espumas (cocina molecular, la cual el sabio Chef estudió en una estancia larga en España), no.

Ese día el Chef Cárdenas montó una cata gastronómica con su paleta de sabores y colores: los básicos, los nuestros, norteños de a madre; pocos, como lo es el bello desierto, pero eternos y fuertes al gusto y paladar. Un manjar en los labios. Un placer en la mirada. Una explosión en la boca y garganta. Una maravilla gastronómica. ¿Me emborraché? ¡Pero por Dios! cómo no lo iba a disfrutar, si la tertulia y los manjares eran inacabables. Como las bebidas las cuales fueron milimétricamente dispuestas.

Tengo últimas palabras: agradezco de corazón, palabra y pensamiento los halagos y palabras de don Armando Fuentes Aguirre a mis pálidas letras. No, no don Armando, no se me ha olvidado seguir la saga de James Joyce.

Letras minúsculas

¡Va por usted, maestro!

Temas



COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM