Café Montaigne 259: El uso de alucinógenos por los nativos

Opinión
/ 6 abril 2023
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Decisión. Decisiones. Toma de decisiones. Eso es la libertad y nuestra principal tragedia (al menos para buena parte de la humanidad): ser libres y tomar decisiones. Claro, no siempre buenas, por eso aquello de nuestra eterna desventura, duda y problemas. Pero hoy he tomado una decisión y, en verdad, usted tomó la decisión por su servidor. Me explico: muchos lectores como usted, el cual hoy me favorece con su lectura, me han pedido que no deje de lado explorar a Dios y su corte celestial (y sus vericuetos).

Me han pedido y sí, exigido, que los sábados los deje como nuestra tertulia ya fija de “Hablemos de Dios”. Muchos de ustedes coleccionan la página o, de plano, recortan el texto y hacen carpetas de seguimiento. Agradezco de corazón, palabra y pensamiento tal deferencia. Y, como usted manda, he tomado la decisión de hacer caso: dejamos los sábados para explorar y acercarnos a ese inasible Dios. Y a partir de hoy jueves y cada quince días (un jueves sí, otro no) estaremos en nuestra cita de “Café Montaigne”. Una manera o modo de enrollar y desenrollar nuestras ideas a la manera de quien inventó este género, Michel de Montaigne. Va entonces la continuación de nuestra saga sobre drogas, alucinógenos, estimulantes (estados alterados) y su influencia y repercusión en la obra de arte toda.

El náufrago Álvar Núñez Cabeza de Vaca fue el primer europeo en dejar testimonio escrito de sus aventuras por el sur de lo que es actualmente Estados Unidos (el Norte nuestro), cuenta hechos reales que rayan en lo inverosímil, descubrimientos prodigiosos en nuestras tierras, arriesgadas andanzas de aventuras, curaciones milagrosas, combates descomunales... usos y costumbres entre los nativos de la América recién “descubierta”.

El “chamán” Cabeza de Vaca así lo dejaría por escrito en su “Naufragios” (1555): “También quiero contar sus naciones y lenguas, que desde la isla de Mal Hado hasta los últimos hay. En la isla de Mal Hado hay dos lenguas: a los unos llaman de Coaques y a los otros llaman de Han. En la Tierra Firme, enfrente de la isla, hay otros que se llaman de Chorruco, y toman el nombre de los montes donde viven... En la costa viven otros llamados quitoles, y enfrente de éstos, dentro en la Tierra Firme, los avatares. Con éstos se juntan los maliacones, y otros cutalchiches... Todas estas gentes tienen habitaciones y pueblos y lenguas diversas. Entre éstos hay una lengua en que llaman a los hombres por mira acá; arre acá; a los perros, xo”.

Lea usted: “En toda la tierra se emborrachan con un humo y dan cuanto tienen por él. Beben también otra cosa que sacan de las hojas de los árboles, como de encina, y tuéstanla en unos botes al fuego, y después que la tienen tostada hinchan el bote de agua, y así lo tienen sobre el fuego, y cuando ha hervido dos veces, échanlo en una vasija y están enfriándola con media calabaza, y cuando está con mucha espuma bébenla tan caliente cuanto pueden sufrir, y desde que la sacan del bote hasta que la beben están dando voces, diciendo que ¿quién quiere beber? Y cuando las mujeres oyen estas voces, luego se paran sin osar mudar...”.

ESQUINA-BAJAN

“La razón de la costumbre dan ellos, y dicen que si cuando ellos quieren beber aquella agua las mujeres se mueven de donde les toma la voz, que en aquella agua se les mete en el cuerpo una cosa mala y que donde a poco les hace morir, y todo el tiempo que el agua está cociendo ha de estar el bote tapado, y si acaso está destapado y alguna mujer pasa, lo derraman y no beben más de aquella agua; es amarilla y están bebiéndola tres días sin comer, y cada día bebe cada uno arroba y media de ella, y cuando las mujeres están con su costumbre no buscan de comer más de para sí solas, porque ninguna otra persona come de lo que ellas traen”.

La cita in extenso ha permitido viajar con el que se considera por los historiadores contemporáneos como el primer antropólogo y etnólogo de América: Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Note, avispado lector, dos datos importantes: se “emborrachaban” con humo, daban cuanto tenían por él y bebían unas “aguas” con las cuales se les metía en el cuerpo “una cosa mala” y podían estar varios días sin comer. Sin duda alguna, los nativos eran presas de “estados alterados”, yerbas que producían alucinaciones mediante el humo y las bebidas que ingerían.

Insisto, ¿cuándo se fumó por primera vez el cannabis? Imposible saberlo, pero por los testimonios escritos, hoy sabemos que el fumar fue y era parte del repertorio cultural de los pueblos de América. Fumar era desconocido para los griegos y romanos, pero no para otras razas y culturas. Según cuenta Herodoto sobre los escitas, un pueblo bárbaro nómada del Asia central, estos al penetrar en Europa hacia el 7000 a.C., trajeron consigo una suerte de sauna de cannabis: “En este país (Escitia) crece una especie de cáñamo, parecido al lino, excepto en su grosor y altura; en este sentido, el cáñamo es muy superior: crece tanto en cultivo como en estado salvaje... Cuando, por lo tanto, los escitas han tomado algunas semillas de este cáñamo se deslizan bajo la tela (de la sauna) y las ponen en piedras al rojo vivo, estas producen humo y su vapor no puede mejorarse mediante ningún baño de vapor griego. Los escitas, transportados por el vapor, se ponen a chillar”.

LETRAS MINÚSCULAS

Herodoto lo ejemplifica tal cual en su texto: estados alucinados.

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