Café Montaigne 263; Rousseau vs. Voltaire
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Gracias por leerme y atender estas letras. Toda la semana he recibido llamadas, comentarios y apostillas con motivo a las elecciones del domingo pasado aquí en Coahuila. Para mí siempre lo fueron de trámite, y aquí una y otra vez lo dejé por escrito. De hecho, una de mis muletillas fue la siguiente: contra el “Cowboy Urbano”, Manolo Jiménez Salinas, no hay defensa. Pues hoy lo repito: contra Manolo Jiménez no hubo defensa alguna: arrasó. Era el único candidato con estructura, trabajo en equipo, doctrinas, tesón, honor, valores, plan de compromisos, y eso que está mal justipreciado: tiene ángel. No finge estar con la gente, él es de nuestra gente.
No había sorpresa ni dudas: Manolo Jiménez iba a ganar sobrado. Ganó sobrado de votos. ¿Sorpresas ese día? No para mí, insisto. Ríos de tinta están corriendo y van a correr con motivo del análisis de las elecciones aquí y Estado de México (la joya de la corona, es decir, el granero de votos del país). Por mi parte, y con base en los espacios disponibles, se lo presentaré la próxima semana y en fechas subsecuentes. Sí, mucho por analizar al respecto con miras a la siguiente elección: la presidencial para suceder en el cargo a quien tanto daño ha hecho al país: Andrés Manuel López Obrador.
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Habitaron el llamado “Siglo de las luces”, el siglo 18 en Europa. Fueron dos de los más altos exponentes de las ideas y del pensamiento todo de su tiempo, dos estetas de los más penetrantes y señeros en la historia de la humanidad: Juan Jacobo Rousseau y François-Marie Arouet, mejor conocido como el gran, el inconmensurable Voltaire. Sobre ellos está construido parte de nuestro pensamiento y de nuestras ideas. Nuestro patrimonio cultural e intelectual, pues.
Pero aquí viene lo importante e interesante: con ideas totalmente opuestas. Enfrentados, defendiendo cada uno de ellos una parcela de civilización, tan válida una como la otra. Sin contradicción de por medio. Usted lo sabe, Juan Jacobo Rousseau afirmaba que la historia humana era un proceso de decadencia desde la edad de oro. ¿Voltaire? Voltaire decía todo lo contrario: citar o hablar de decadencia del ser humano es volver a hablar o revalorar el mito del paraíso perdido, propio de las llamadas religiones reveladas.
Juan Jacobo Rousseau hablaba de que el comercio y las artes contribuyen a corromper las costumbres; mientras Voltaire afirmaba que el comercio y las artes son un motor del progreso. Perdón por un resumen tan rápido como anárquico y parco en letras, pero lo anterior y a vuela pluma es una de las bases de dicha polémica. La cual muestra una actualidad pasmosa. ¿Usted con cuál congenia o cree es la mejor? El volver a un jardín paradisiaco y ser un buen salvaje (“Emilio”), como lo proponía Rousseau; o bien, anclados en la importancia del diálogo, la tolerancia, la libertad de pensamiento y utilizando lo mejor del mundo contemporáneo, ser parte activa del progreso y proceso civilizatorio como una forma de integrarnos al mundo real del aquí y ahora, según letras y pensamiento del gran Voltaire.
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Caray e insisto, sigue siendo una buena polémica hoy en día, pero no hay duda, debemos seguir a Voltaire porque es literalmente imposible volver, regresar a un paraíso perdido desde hace milenios. Debemos de ser inteligentes, lo más posible, para estar participando hoy en este mundo volátil, el cual muta y cambia a la menor provocación posible. Y sí, aquí es donde encaja o entra la visión de Estado que va a poner en práctica el gobernador electo, Manolo Jiménez Salinas. Que, por cierto, no la tiene nada fácil ante un panorama tan adverso, como lo es el estado federal, su coyuntura nacional y apuntalar lo regional.
ESQUINA-BAJAN
Por lo demás, Manolo Jiménez va a tener que plantar batalla y cara (diálogo con inteligencia; sin manotazos, pero sí con dureza) en contra de un Presidente tan esperpéntico, como heredero de las ficciones de grandes escritores es López Obrador. Y lo encarna a la perfección. Mientras el país se hundía año con año de su mandato, mandó a traer en un avión al impresentable presidente de Bolivia, Evo Morales, autollamado el “primer presidente indígena”. ¿Indígena? No hablaba ninguna lengua nativa. Mientras el país se hunde en masacres y una violencia bestial, López Obrador dio asilo a la familia del depuesto presidente peruano, Pedro Castillo, y fue declarado persona “Non Grata” por ese país hermano.
Mientras AMLO se metía de lleno en las elecciones de Edomex y Coahuila para influir en los resultados, hubo masacres en Chiapas, Baja California, Jalisco, Nuevo León... Masacres bestiales, como lo es diario en México. Y sí, la reflexión punzante de Jon Lee Anderson sigue acusando retadora: “Ustedes, los periodistas mexicanos, tienen que averiguar qué es lo que enmascara a la sociedad mexicana para encerrar en su seno tanta violencia... no es posible que tanta violencia y que criminales tan sádicos, tan imaginativamente sádicos hayan surgido de pronto en el panorama mexicano. Algo esconde la sociedad mexicana que lo fue incubando durante años y años”.
LETRAS MINÚSCULAS
En la semana justa de elecciones (última de mayo), en Jalisco fueron asesinados y arrojados como basura (desmembrados), los cuerpos de ocho muchachos empleados de un call center en Zapopan. Lo que quedaba de ellos, partes de ellos, en 45 bolsas negras como basura.