Café Montaigne 286: Poemas inéditos
“Maestro Cedillo, reciba primeramente mis saludos y deferencia a sus letras. No, no me conmueven, pero es algo legible, de lo mejor de los diarios nacionales. Su pluma vale y es buena. Tómelo como un halago o disparate de mi parte. Es lo mismo. Sólo eso. En el mar de mediocridad compartida de la literatura y periodismo, sus letras destacan por ser afiladas y usted un viejo lobo solitario, como yo. Pasa usted con galanura y suficiencia de la literatura y buen periodismo, a la música y conocimiento de Dios; luego al inmundo y patético teatro de la política local y nacional. Admiro su carácter, inteligencia e intestino, maestro.
“Un escritor o periodista de segunda, no merece mis cumplidos. Un escritor de primera liga, como usted, ya lo sabe. Es reafirmar mi admiración. Usted no necesita mi reconocimiento, pero sí le hago bien. Dejo mi reconocimiento por escrito como un sol vivo. Este liminar es una entrada en materia. Le adjunto un borrador (primeras letras) de un poemario en preparación. Le autorizo a publicar lo cual usted considere en su apretada y muy leída columna de VANGUARDIA a su elección. Me gustaría saber y conocer la respuesta de los lectores. Claro, antes de mandar el opúsculo a mis editores e imprenta en dos idiomas.
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“¿Es necesario dejarlo por escrito y aclararlo? Una niña/mujer de nieve me habita, tiene tez de porcelana, es Camilla y tiene 31 años. ¿Yo? Ja, estoy en el invierno de mi vida, usted lo sabe, maestro Cedillo. Atado al potro del deseo, padezco este estúpido, obtuso y patético amorío juvenil. ¿Va a terminar mal? Sin duda. Recuerde usted el amorío funesto de Paul Valéry (67 años) y Jeanne Loviton (35). Caray, nada nuevo, reciba desde un buque carguero en medio del ‘espumoso mar siciliano’ (Luis de Góngora ‘dixit’) mis consideraciones de siempre... suyo, Phillipe Lowell (rúbrica)”.
Línea por línea y palabra por palabra, es una carta que he recibido del poeta, escritor y marinero tuerto, Phillipe Lowell (Puerto de Essex, 1965). Sí, escritor inglés, el cual sabe mejor español a uno (sus líneas de la epístola anterior y sus poemas siguientes, así lo definen). El maestro mantiene desde siempre un intercambio epistolar con su servidor, con el “bon vivant” Antonio de Galicia y Rivera (viejo gruñón y sabio maestro), y claro, con don Frank Stinkfoot, otro prófugo de la tierra real, el cual habita el paraíso.
En fin, humanos, ejemplares de un linaje escogido a punto de desaparecer. Cumpliendo su orden (ojo, orden, no deseos) aquí le transcribo algunos poemas del libro inédito del maestro Phillipe Lowell, “Un Día en la Vida de Camilla”. Después de cada poema, me voy a atrever (me va a condenar al infierno, pues) a escribir una acotación, un pequeño comentario al margen. Es un buen aviso, sin engaño. Van algunos textos del poemario inédito “Un Día en la Vida de Camilla” del maestro Phillipe Lowell...
“Los puntos finales me siguen.
¿A quién encomendarse?
¿Bilis negra o amarilla?
Ja. ¡A quién le importa!
Abro la mano:
Escapa el humo,
La mariposa, el pájaro, la nada”.
ESQUINA-BAJAN
Excelente texto. Excelente y bien medido poema del maestro, del marinero tuerto. ¿Usted puede apresar el amor, usted puede apresar en su mano a la persona amada, usted puede ser dueño de algo tan intangible y volátil como el amor o la felicidad? Lo que eso signifique. Y claro, viejo sabio, hace referencia a aquella clasificación de los filósofos de la antigüedad: los cuatro humores del ser humano. Un poema más.
“Si dos se besan
Eterno es el deseo.
La sombra líquida”.
¡Ah con este gran poeta! La estructura de versificación es 5-6-5. Variante de un hai-kai. Bien, pero el poema se cumple y sobradamente con ese verso final: la humedad, el sexo húmedo: agua, líquido. En tiempos de amoríos virtuales, si dos humanos se besan, son multitud y eso está penado. Se tolera el amorío entre un humano con un gato, con un perro, con un árbol... pero no un amor de un varón con una varona. ¡Puf!
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“¿Qué es la felicidad?
Un bello fruto
A punto de podrirse”.
¿Hay amor eterno? Nunca. Jamás. Ni en el cine, ni en las novelas, ni en Netflix... menos en la literatura. ¿En la poesía? Siempre hay un amor eterno, pero siempre cruel y maldito. Ni para qué mentarlo. ¿El mejor poema de amor eterno y atormentado? Es “Tristán e Isolda” e inicia así: “Señores, ¿os gustaría escuchar un bello cuento de amor y de muerte?”. Sí, me dan envidia los versos de mi amigo, el poeta y marinero trotamundos, el gran Phillipe Lowell, quien me dispensa su amistad, aunque es muy crítico de mis letras. Va el final:
LETRAS MINÚSCULAS
“Puntas, pájaros de azogue / los pezones retadores / de Camilla. / Sí, / alfileres engalanados”. ¡Erotismo al rojo vivo!