Café Montaigne 357: Drogas, ¿locura era divina o calamidad?

Opinión
/ 14 agosto 2025

Mediante estados alterados la humanidad ha creado este mundo y, con él, a Dios y al diablo

Tal vez, y sólo tal vez, el origen de la humanidad sea los estados alterados. De forma natural como en la antigüedad, o de forma sintética como lo es hoy en día. Mediante estados alterados (por flores, hierbas, alimentos en su momento echados a perder, plantas psicotrópicas o estimulantes como el cacao o la cafeína y un largo etcétera) la humanidad ha creado este mundo y, con él, a Dios y al diablo.

¿Qué es la locura, la esquizofrenia y otros estados del mismo tipo y pelaje? ¿Una enfermedad, una elección, un don divino, una maldición? Caray, depende de la cultura, pueblo y línea de tiempo donde usted consulte para la definición anterior. Es decir, para algunas culturas, pueblos enteros, la locura era divina. Para otros, una calamidad. Mediante la locura muchos ven a Dios. Otros ven al diablo.

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Avanzamos: el mejor y más alto hombre sobre la tierra, el cual modificó el eje del mundo, ha sido Jesucristo. Dije y escribí hombre y humano. Fue humano, tan humano como usted y como yo. Tan fue así, éste fue acusado de glotonería y de bebedor. Ya luego de estar loco y de otras linduras afines. Pero lo primordial, él sabía quién era. ¿Quién puede sustraerse a los placeres de la gula o al alcohol? Caray, pocos. Pocas mujeres y hombres, los cuales gozan y tienen armonía en su cuerpo y en su cabeza para disfrutarlo.

¿Yo? Prefiero mis pecados y toxinas a ser un asceta. Me gusta el alcohol y jamás he probado droga alguna. Ni me va ni me viene. Lea lo siguiente del poeta romántico por antonomasia, Víctor Hugo: “¡Señores, qué divino es el hombre,/ Dios tan sólo hizo el agua, pero el hombre hizo el vino!”. La gula (la glotonería) es un pecado capital. Exceso en la comida y bebida, exceso el cual se practica con ansia. La glotonería aparece varias veces en la Biblia (Deuteronomio, Tito y Romanos, por ejemplo). Insisto, ni el maestro Jesucristo pudo sustraerse a ello: fue acusado de glotón y bebedor.

En traducción al lenguaje de hoy: lo señalaron de borracho. Lo anterior lo puede leer en Marcos 2:13-17: “Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido./ Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es eso, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?...”.

Se viaja con un buen libro de pinturas y estampas. Se viaja con una buena lectura. Se viaja a mundos paralelos cuando uno disfruta a su poeta favorito. Se viaja cuando uno ve y disfruta una buena película. ¿Y si a esto agregamos estados alterados? Pues no lo sé, todo mundo tendrá su manera de viajar y disfrutar (o padecer) su vida. Por lo anterior, este tema de drogas y literatura, el cual he perfilado en las últimas dos o tres tertulias de este “Café Montaigne”, ha pegado harto. Caray, y cómo no va a ser así, si es un matrimonio indisoluble de la humanidad: drogas y creación. Estados alterados: o ves a Dios o al diablo. Así de sencillo. O complicado. Muchos, ahítos comentarios, repito, me han llegado con este tema en el cual vamos explorando aristas y letras. Un tema histórico, bíblico y perturbador, por lo demás.

ESQUINA-BAJAN

Aprieta el demencial calor mientras escribo o garabateo lo anterior en mi cuaderno de tapas azules. Me abanico con garbo, oteo el horizonte y justo, insisto, justo al pergeñar estas líneas y acodado en una mesa de una cafetería urbana en Monterrey, contemplo a una bella musa sentada un poco adelante. Brindo con mi copa de vino tinto por los placeres de la carne: lujuria, tragos, algo de comida.

Hago mío el verso de Alfred de Vigny: “En la espuma de Aï hay fulgores de dicha”. Aï: región francesa famosa por sus vinos espumosos. Lea usted: preguntaron a Jesús, “¿eres tú el Mesías, el hijo del Dios bendito?”. Duro, alto, elegante, sin pizca de duda, el maestro dijo –no obstante ir directo al matadero–: “Yo soy” (Marcos 14:61-62). Pero antes de ir al matadero había cenado y bebido. ¿Qué bebió? ¿Un buen vino, una caguama, un licor el cual le embotó los sentidos y así acometió su calvario? Nunca lo sabremos.

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Para mantener viva la inspiración, o bien, para que sea la urdimbre básica de la obra misma, el creador acudirá puntual a la estimulación natural y/o artificial de sus sentidos. Algunos ejemplos al azar, bajo pena de repetir lo ya muy conocido y bajo pena de repetir lo ya escrito por este escritor: Fuseli, el artista suizo, practicaba una manera “sui generis” de convocar a las musas y así poder trabajar: comía carne cruda en la cena a fin de tener espléndidos sueños y visiones. Al día siguiente, los sueños los transformaba en fantásticas imágenes.

El estimulante de Friedrich Schiller para crear ha pasado a la posteridad por el extraño, ingenuo y hasta inocuo placer y motivación del mismo: a Schiller el aroma de las manzanas podridas le ayudaba a evocar un estado de ensoñación, por ello, siempre tenía algunas en el cajón de su escritorio. La escritora sueca Marika Stiernstedt empezó a beber por sentir una gran y terrible ansiedad y, dado que el alcohol produce un estado de indulgencia, su afición a la bebida pronto se reflejó en sus escritos.

LETRAS MINÚSCULAS

El alcohol produce estados alterados. Thomas Moore lo dejaría así por escrito: “Si llenas con agua el vaso/ no escribirás sabiamente, / pues el vino es el corcel del Parnaso/ que lleva al bardo a las alturas”.

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