Capitalismo de cuates
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En México la corrupción es el sistema. Con los esfuerzos de algunos buenos políticos y funcionarios públicos, se han creado leyes, organismos públicos y sistemas de rendición de cuentas que, con el paso del tiempo, fracasan o demuestran su debilidad frente a la fuerza avasalladora de la corrupción hecha sistema.
La economía de mercado es uno de los elementos más corrompidos por el sistema político mexicano, base del “capitalismo a la mexicana” o como usted quiera llamarle. La democracia electoral, los derechos laborales, las políticas ambientales, el emprendedurismo tampoco escapan de las garras del sistema. Todo lo que pudiera parecer una buena idea, noble y provechosa, termina sucumbiendo ante un sistema que impone esa sola forma de jugar, quien no se somete a ella termina sucumbiendo, el fracaso de su emprendimiento se vuelve posible. Nadie quiere fracasar después de empeñar esfuerzo y patrimonio.
Muchas fortunas en México, no todas, pero si las principales, se amasaron de la mano del Gobierno, con el apoyo del Gobierno. Monopolios privados de facto que catapultaron a millonarios mexicanos a las listas internacionales de hombres ricos. Por caminos paralelos se amasaron fortunas basadas en el esfuerzo, con mucho trabajo y sorteando al sistema, por las buenas o por las malas. Unas y otras aprovecharon los años de crecimiento del país y la “modernidad” que trajo aparejada. Existieron gobiernos amigables al empresariado y otros que le fueron adversos, pero en todos existió la corrupción, que goza de un poder superior.
Los gobernantes más rudos gobernaron durante la “docena trágica”, tiempos de crisis económica: Echeverría, López Portillo y los que le siguieron. Esas crisis explican en parte el éxito de la oposición en los años 80 y 90, que se fortaleció con el liderazgo de empresarios que reventaron con un sistema que les era intolerable: Manuel Clouthier, Andrés Marcelo Sada o Eugenio Garza Sada y otros de esa talla. Con ellos, algunos organismos empresariales estatales y municipales que lidiaban con los caciques de pueblo, los padrinos locales de la mafia mexicana.
En retrospectiva, pareciera que sirvió de muy poco esa lucha empresarial para liberar al sector del poder corruptor. Parece sólo un ejemplo histórico. Parte del fracaso se entiende porque no se consolidaron ni la democracia, ni las instituciones de transparencia y rendición de cuentas durante los doce años que gobernó el PAN, y no todo se puede achacar a esos gobiernos. Más tarde regresó el nuevo PRI más corrompido que el viejo, el sistema se oxigenó, robaron a manos llenas, el abuso alcanzó tal magnitud, que abrió las puertas para que regresara el viejo PRI.
Una parte del empresariado mexicano se liberó a finales de los 90 y en los primeros doce años del 2000, pero como el sistema corrupto no terminaba de morir, a muchos les gustó, era más fácil seguir la corriente, no sabían jugar de otra manera. Ante la anarquía y el boicot de la oposición partidista, con vientos económicos favorables, aprovecharon el río revuelto. Pero con el retorno del PRI se les apareció la bruja: licitaciones gubernamentales que exigían el diezmo eran cuentos ingenuos para niños de pecho, los nuevos dueños del negocio eran los propios gobernantes; los prestadores de servicio y los contribuyentes, fueron sólo accidentes necesarios.
La reciente visita de AMLO a Washington pone punto final a un proceso de reconstrucción de la relación entre el Gobierno y la cúpula empresarial mexicana, una cúpula sumisa, cobarde, coda, que busca prebendas, protección y favores. ¿Cómo entender que el hombre más rico de México sea el escudero de un presidente que lo protege a él y a sus negocios en la criminal obra de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México? “AMLO tiene una gran relación con el empresariado”, dice Carlos Slim, que recibe el aplauso de pie de los invitados a una comida en el Instituto Cultural Mexicano en la capital de Estados Unidos, son los cincuenta o los cien, quizá un poco más, que sí verán ganancias en este gobierno. Son los cuates, los cuates de los cuates. Los que sí verán luz.
Es un error ver al empresario mexicano en el hombre ultra rico de escala nacional o estatal, el verdadero empresariado, el verdadero capitalista, se mueven abajo, millones de microempresarios, empresarios medianos, que se levantan de madrugada y son los últimos en dormir, que anteponen la raya a sus ingresos, cuando tienen que llevar comida a casa. Los países exitosos han fortalecido al empresario de abajo y, mediante leyes antimonopólicas, han limitado o disuelto al empresario que amasa gran poder económico.
@chuyramirezr