Carne de cañón
COMPARTIR
Lo sabemos bien, las mayores víctimas de la delincuencia en el mercado de las drogas son los adolescentes, ya sea porque las consumen o porque se les recluta.
Veo con gran pesar videos que circulan en redes con imágenes de casi niños portando armas de alta peligrosidad y radios para la intercomunicación. Ellos son reclutados y financiados por el narco.
Debo aceptar que las aspiraciones de los jóvenes de la base de la pirámide social han cambiado drásticamente. Muchos pubertos aspiran a ser narcotraficantes, según comentarios de profesores de educación básica, en colonias populares porque se han construido imaginarios en torno a estos sujetos que aparecen cargados de joyas en camionetas dignas de nuevos ricos y rodeados de buchonas exuberantes.
A través de series de televisión y corridos, estos tipos −y en ocasiones tipas− son personajes que llegan a idolatrarse por su “éxito”. La ejemplaridad ya no es representada por personas que trabajan en profesiones u oficios dignos, sobre los que se hablaba que algún día seríamos como ellos.
Las buchonas surgieron en Sinaloa, México, para llamar así a las exuberantes novias de los traficantes; también estas mujeres representan un modelo a seguir para no pocas niñas. Existe una moda para vestir, canciones para cantar y bailar en donde la palabra balazos es el lugar común de sus letras, amén de expresiones vulgares que en lo cotidiano son parte de la jerga lingüística de los miembros de un grupo cada vez más creciente. Estamos ante una cultura que está fortaleciéndose.
No entraré en la discusión en relación a si el expresidente Felipe Calderón propició la “guerra viva” entre narcotraficantes y fuerzas de Gobierno; o si el actual Presidente de la República ha actuado superficialmente en el manejo de algo que desde hace mucho se salió de todo control.
Lo que es evidente es que son casi niños los que mueren abatidos cuando surgen enfrentamientos entre grupos de narcotraficantes o entre narcotraficantes y el ejército. Personas de entre 16 y 18 años que cuentan con padres que los aman y que se soltaron de sus manos ante perspectivas dionisíacas y de un futuro holgado económicamente. Pero qué futuro podrían tener estos renuevos de vida que tendrían el derecho de educarse, de tener un trabajo digno y de formar una familia; en lugar de ser carne de cañón.
Sinaloa es el origen de Ovidio Guzmán López, un hombre ya de 32 años, pero que desde que capturaron a su padre, el celebérrimo “Chapo” Guzmán en 2015, escaló el camino para intentar emularlo, pero sólo fue un ratón en la maraña de intereses que le hicieron perder su juventud y ahora su libertad, como parte del prólogo a la visita presidencial del mandatario estadounidense que llegará hoy a tierras mexicanas. Ovidio es un hombre que no ha sido feliz porque padece estados depresivos y de ansiedad.
No importa si participaron o no las fuerzas de inteligencia de EU para detener a Ovidio Guzmán; lo que me parecería muy justo es que cada gobierno nacional haga lo que le corresponde. Así como en estos últimos días he escuchado campañas radiales que promueven en la audiencia juvenil que el uso de drogas lleva a una muerte prematura, en los Estados Unidos se debería promover lo mismo y además ser extremadamente cuidadosos en su frontera sur para que no tenga tan fácil acceso a fatídicas armas el narcotráfico mexicano.
¡Ahora sí lo capturaron, no como el 17 de octubre de 2019 en el fallido “Culiacanazo”!, dirán algunos por el sometimiento de Ovidio Guzmán. A mí me gustaría que algún día se pudiera decir: ¡por fin estamos evitando que los preadolescentes y los adolescentes sean entrenados sin su consentimiento por el narco para sufrir una muerte antes de tiempo!