Cementerios, camposantos o panteones saltillenses

Opinión
/ 3 noviembre 2024

Camposanto, tan bella palabra y no se usa en nuestra tierra. Campo Santo: lugar de reposo, terreno bendecido para el enterramiento de los difuntos. Aquí se usa únicamente el término “panteón”: templo romano dedicado al culto de todos los dioses; bóveda redonda y magnífica, alrededor de la cual se encuentran los nichos con sus urnas donde se enterraban los cuerpos de reyes y príncipes, y/o el monumento funerario destinado al enterramiento de personas, conocido aquí como tumba.

La palabra “cementerio” es americana, pero en Saltillo se usa “panteón” para designar el lugar público en donde reposan los difuntos. La festividad de muertos se limitaba antes al acicalamiento de las tumbas y la ofrenda de flores a los difuntos, en una interminable peregrinación a los panteones locales. La fiesta estadounidense de Halloween se había introducido en el norte con los concursos de disfraces de terror, las fiestas del tema y el salir a las calles a pedir dulces y hacer travesuras. Hace unas tres décadas, las autoridades educativas impulsaron los altares de muerto en las escuelas y edificios públicos, las cadenas comerciales trajeron el “pan de muerto”, las calaveras y miniataúdes de azúcar, y triunfó esa tradición mexicana. Antes sólo había naranjas, quiote y caña de azúcar en los panteones y se escribían Calaveras en verso dedicadas a políticos y personas sobresalientes.

TE PUEDE INTERESAR: El lenguaje minimizado y las fiestas de las nuevas generaciones

Pero Saltillo tiene una particular historia en el tema de los panteones: siempre hubo dos cementerios públicos. La razón es que, durante la época colonial, coexistían contiguos el pueblo tlaxcalteca de San Esteban y la villa española de Saltillo, cada uno con sus propias autoridades y su propio cementerio con el nombre de sus santos patronos. El primero fue el de los españoles, construido al lado norte de la parroquia, es decir, al lado de la actual Catedral. El de San Esteban fue construido también al lado del antiguo convento y templo del mismo nombre para dar servicio a los tlaxcaltecas. Pronto fueron cancelados ambos por cuestiones de salubridad y se habilitaron otros en las afueras del caserío.

El panteón de los españoles se ubicó en la ahora calle Juárez, entre Matamoros y Abasolo, y le dio a la primera el nombre de calle del Cementerio o del Campo Santo, hacia el sur llegaba casi hasta donde se construyó el primer Hospital Civil de Saltillo, en el terreno en donde después se levantó el edificio de la Escuela Coahuila. Ese panteón se saturó pronto y los españoles empezaron a usar el de San Esteban, que se había construido en el lado poniente de la ciudad. Pablo Cuéllar dice que para 1876 ya llevaba muchos años en servicio el de los tlaxcaltecas. San Esteban y Saltillo se habían fusionado en 1834 en una sola población, regida por un solo cabildo. En 1898, el ayuntamiento construyó, muy cerca del de San Esteban, el actual Panteón de Santiago que, por cierto, en el arco de entrada construido por la administración de Enrique Martínez se le puso una fecha equivocada. En la parte central de este panteón se encuentra la Rotonda de los Coahuilenses Distinguidos, creada en 1910, hoy totalmente ocupada y algunas tumbas en no muy buenas condiciones.

El antiguo panteón de la calle de Juárez se desocupó hasta 1918 para prolongar esa arteria.

Luego vinieron los panteones particulares, hoy los llaman jardines de reposo. El primero construido fue el del Santo Cristo, en el nororiente de la ciudad por el bulevar Valdés Sánchez. Posteriormente, al aceptar la Iglesia católica la cremación, se impuso la moda de las criptas para resguardar las cenizas de los difuntos en pequeños nichos en los templos.

TE PUEDE INTERESAR: El Día de Muertos, Halloween, de la antigüedad al día de hoy... un mundo de variedad y, con algo de conocimiento, de aceptación

Es característica de los mexicanos burlarse de la muerte. A propósito de nuestro poeta saltillense Manuel Acuña, muerto en la Ciudad de México donde estudiaba, se sabe que en el cuarto que ocupó en la escuela de Medicina tenía una calavera sobre la que escribieron algunos versos el mismo Acuña, sus amigos poetas y escritores que ahí se reunían. Acuña fue inhumado en un panteón en la capital y, años después, sus restos fueron traídos a su ciudad natal, donde reposan en la Rotonda de Coahuilenses Distinguidos en el Panteón de Santiago.

La muerte es hoy la misma que ayer, y nadie escapa a ella, arrasa a todos por igual. No importa la tumba, la cripta o el panteón.

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM