Cenicientas y zapaterías en el Saltillo viejo

Opinión
/ 9 abril 2023
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La fabricación de zapatos fue uno de los quehaceres más antiguos y más prestigiados del comercio de Saltillo. Zapateros remendones también los hubo, muy famosos, como aquel apodado “Caifas”, taurófilo por vocación. En la puerta de su taller tenía un anuncio: “En tarde de toros ni tacones pongo y pago porque no me ocupen”. Antonio Rodríguez era su nombre y era el “gritón” más famoso de Saltillo, especie de ingenioso pregonero convertido en representante del pueblo en las corridas de toros. Aquel zapatero remendón era el que en la plaza de toros de Monterrey les gritaba a los regios, aludiendo a su patrona, la Virgen del Roble y a nuestro Santo Cristo de la Capilla: “Aquí venimos a pedirles la mano de la Purísima pa’l Patrón!”. No había blasfemia ni irreverencia alguna en los decires del Caifas y el público celebraba su ingenio con enorme carcajada.

En 1875, Porfirio Valdés abrió su negocio “La Conquistadora” en la Primera Calle de Ocampo No. 8. En 1903 anunciaba la fabricación a mano de fino calzado de estilos mexicano y francés, y el americano extrafino en 10 estilos diferentes con materiales importados; también “zapatón saltillero, botín vaqueta y otras varias clases de zapato corriente”. La antigua zapatería de Francisco T. Rodríguez funcionaba en la esquina de Victoria y Allende, y su edificio conservaba hasta hace unos 20 años el anuncio en la marquesina.

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Al despuntar el siglo 20, Luis Rodríguez era un prestigiado talabartero que hacía obras de arte en su zapatería de la calle de Aldama. Tenían comercios de zapatos Juan Aguilera, Jerónimo Siller, Rómulo Morales, Tiburcio Santis, Evaristo M. Aguirre, José Cabello y Amauri A. Sepúlveda. Ni hablar de la zapatería del señor Talamás, La Valenciana, una de las más viejas en Saltillo; ubicada en Allende y Aldama, cerró sus puertas hace unos años para actualmente dar lugar en su local a una nueva zapatería. Por Aldama, entre Allende y Zaragoza, tuvo su negocio Manuel Juan Castro, llamado La Colombina y después Zapatería Castro, donde había un simpático anuncio luminoso de neón con siluetas de zapatos que al encenderse sucesivamente daban la impresión de que caminaban vacíos interminablemente. La Zapatería Flores sirvió y muy bien, a la sociedad saltillense por más de 80 años en su local de Victoria. La zapatería Francisco T. Rodríguez funcionaba en la esquina de Victoria y Allende y su edificio conservó por mucho tiempo el anuncio en la marquesina.

El cuento de La Cenicienta viene a colación por la zapatilla de cristal y un simpático concurso que tuvo lugar hace más de 80 años, organizado por el comercio local y en relación con las zapaterías de Saltillo. En diciembre de 1939, la Casa Ochoa, famosa tienda de telas en Aldama y Zaragoza; dos negocios de zapatos: La Sandalia, de don Teodosio Hernández, y la Zapatería Reyna; el Sitio de Autos 11-12, ubicado en Xicoténcatl y Victoria; la estación de radio XEKS, de Efraín López Cázares; el Casino de Saltillo, y el fotógrafo Fernando Treviño, convocaron a las jovencitas saltillenses de 17 a 25 años al llamado Concurso La Cenicienta. Las participantes debían llevar a la Sociedad “Manuel Acuña” una plantilla dibujada de su pie derecho. La plantilla que coincidiera con la que tenían La Sandalia y La Reyna, sería la ganadora. La tarde del 25 de diciembre, ante el público reunido en la Acuña, se compararon más de 100 plantillas y la ganadora fue la de María del Refugio Zertuche Aguirre, que calzaba del 1.5 y tenía 17 años. El premio consistía en la entrega cada dos meses durante un año, de un par de zapatos especialmente fabricados para la ganadora; el Sitio de Autos 11-12 estaría a su disposición durante el mismo periodo de tiempo; el Casino celebraría un baile en su honor; la Casa Ochoa obsequiaría el vestido de la Cenicienta y el fotógrafo Treviño dos fotografías de estudio. Don Joel Zertuche y doña María del Refugio Aguirre, padres de la ganadora, ofrecieron una cena en su casa a los organizadores del concurso. Entonces sí que era “organizado” el comercio de Saltillo. Pueblo chico, mitote grande, dirá algún lector.

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