Chamaco septuagenario. El Presidente centennial
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Me sorprende cuánto se queja mi generación de los “millennial”, siendo que en realidad se refiere a la llamada Gen. Z, centennials o nativos digitales, aunque no puede evitar meterlos equivocadamente en el mismo saco.
Yo sé que cada tanto se da un inevitable choque generacional, sobre todo luego de alguna revolución social, política o cultural que siempre profundiza las brechas entre los nacidos antes y después.
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Pero será quizás por la interconectividad en la que estamos hoy inmersos que mis contemporáneos sufren, se lamentan y hasta se escandalizan por los gustos, filosofía y actitudes de lo que anacrónicamente llaman “chaviza”.
Le juro que yo hace tiempo traté de erradicar este enfadoso hábito de repelar por todo lo que hace o deja de hacer la gente más joven que yo:
¿Que su música está bien gacha? Pues nadie me obliga a escucharla.
¿Que sus contenidos, series y películas están plagados de “wokeismo”, de inclusión forzada y de “moralizante” corrección política? Bien, yo todavía tengo mucho cine clásico y de autor pendiente por descubrir.
¿Que sus causas pecan a veces de fútiles, irreales o hasta ridículas? Bueno, ellos están dando forma al mundo en que vivirán ellos, no necesariamente nosotros. ¡Suerte con eso!
Como verá, no hay razón para estar riñendo con la chamacada, si cada uno tiene sus cosas, sus causas, sus valores e intereses. Peor se ve uno convertido en el viejo cascarrabias de una historia que se ha repetido desde los albores de la humanidad.
Uno de los denuestos favoritos con que la gente de mediana edad molesta a la población más joven es llamándolos “Generación de Cristal” o “copos de nieve” (snowflakes). Esto por la supuesta hipersensibilidad de las nuevas personitas que serían incapaces de soportar contenidos fuertes o emociones intensas; así como tampoco nada que los desafíe o contradiga; lo cual les habría derivado en una tolerancia cero hacia la frustración.
Pero aquí es donde tengo que virar el reproche hacia la gente de mi propia edad: Si les molesta tanto la delicadeza de los muchachitos, muchachitas y muchachites: ¿Por qué los criaron de esta manera?
Es decir, la “generación de cristal” no se originó de manera espontánea, sino que es por necesidad creación de la generación que le precede, o sea, sus padres, es decir... ¡Oh, oh! Pues nosotros mismos (me incluyo por mera cortesía y solidaridad, ya que yo sólo tengo perrhijos).
¿Quiénes les dieron un teléfono inteligente o tableta con acceso ilimitado desde los 5 años para que no molestaran? ¿Quiénes inventaron competencias (competiciones) en las que se le otorgan premios a todos los participantes para que nadie se frustre? ¿Y quiénes son los que le van a reñir al maestro cuando su “bendi” obtiene una calificación mediocre?
La respuesta a todo lo anterior son los propios padres de familia, precisamente la gente de mediana edad que se queja porque “los jóvenes de hoy” resultaron ser unos comodinos, amigos de la ley del menor esfuerzo, hipersensibles y repelentes a todo aquello que les exija una mínima capacidad de adaptabilidad (que conste, amigo Gen Z, no lo digo yo, lo dicen tus papis).
De regreso a la escuela, tengo amigos docentes, incluso de grados medio y superior, que se han visto imposibilitados a reprobar a cualquier alumno haragán, ya que estos (en vez de apechugar e irse al extra como hacíamos nosotros en la prehistoria) tienen quién interceda por ellos y los justifique, sean los propios padres y a veces incluso la misma institución.
De manera que es más fácil ver a Noroña recién bañado que a un centennial reprobado, pues su pobre o deficiente desempeño será siempre culpa del mentor, de la presión a la que es sometido, del programa académico, del libro y hasta del sistema educativo mexicano, pero nunca del condenado chamaque.
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En su recta final, la administración de López Obrador ha sido objeto de serios señalamientos de parte de organismos y colectivos bien acreditados, mismos que fueron desdeñados por nuestro Tlatoani como parte del complot mundial que opera en su contra:
En abril, una comisión independiente de médicos y expertos multidisciplinarios determinó que 4 de cada 10 muertes durante la pandemia de COVID-19 ocurrieron por fallas en la gestión del Gobierno Federal.
En otras palabras, algo así como 300 mil defunciones pudieron haberse evitado si el Gobierno de AMLO hubiera sido un poco más serio, eficiente, responsable o previsor.
Nombres como Julia Carabias, Julio Frenk, Antonio Lazcano, José Ramón Cossío integraron la comisión que trabajó de hecho con datos del propio Gobierno. Aun así, al decir del Presidente, todo fue un ataque con tintes electorales para perjudicar a la 4T y a su candidata, la hoy presidente electa.
Semanas más tarde, el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos pidió a México rendir cuentas sobre la violencia y crímenes cometidos en nuestro país durante las pasadas elecciones, probablemente las más violentas de nuestra Historia, en la que más de 30 candidatos y aspirantes fueron asesinados.
Con la madurez y responsabilidad que le caracterizan, AMLO aseguró (siempre con todo respeto) que el Alto Comisionado es comparsa de la oposición y la ONU carece de integridad para hacerle señalamientos. “Están en contra de nosotros”.
Una vez transcurridos los comicios (única razón de ser de nuestro rey chiquito), luego de que embriagados por su avasalladora victoria se hiciera alarde del Plan C que se traen entre manos, un grupo de expertos y académicos de la UNAM advirtieron su preocupación por las reformas al Poder Judicial que pretenden impulsar e imponer.
No puedo imaginar yo opinión más autorizada que la de los doctores en Derecho de la universidad más prestigiosa del País. Sin embargo, la reacción del macuspano fue la de tacharlos de “entrometidos”.
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“¿Qué se tienen que meter?”, expresó AMLITO como si no fueran los primeros que debieron haber sido consultados antes de redactar su mamotreto. Pero en opinión del Presidente menguante: “Allí es donde debe darse el debate, sí. Pero inviten a todos, no nada más a los expertos”.
Está visto que su Tlayuda Serenísima está vacunado contra la crítica, contra los cuestionamientos o contra cualquier mala evaluación de su desempeño. Todo señalamiento será hecho invariablemente con la dolosa intención de perjudicarlo a él o a su movimiento; serán fruto de la oposición ardida y no de una genuina preocupación; o será parte de ese entramado que complota en su contra y que llega hasta los cargos más altos en las Naciones Unidas. Siempre es culpa, falla o mala intención de alguien más.
Pasará ya de los 70 años, pero nuestro cabecita de algodón es el mayor “copito de nieve” de todos; que hace ver a los centennial como vikingos todoterreno.